lunes, 29 de marzo de 2010

LA FENOMENOLOGÍA SCHELERIANA Y SU SISTEMA DE VALORES

(Investigación incluida en el proyecto de Tesis doctoral)


Scheler puede ser considerado uno de los exponentes más fecundos de la fenomenología del siglo pasado. De Husserl recoge la idea de intuición como el principio de todos los principios . Esta intuición es eidética, esto quiere decir, que tiene como objetivo las esencias o las leyes esenciales y no solamente las contingentes y particulares. “De esta suerte, viene a ser un modo de conocimiento esencial, cuya validez es independiente de las variaciones circunstanciales y existenciales” . Estableciendo que este contacto sólo se puede dar en la vivencia y que requiere de la inmediatez necesaria para entrar en contacto con la realidad. Ese contacto, con el mundo, es el rasgo fundamental por el que una filosofía pueda ser considerada fenomenológica o no. Pero éste, afirma nuestro autor, ha de ser vivo, inmediato en sumo grado .


“Debe poseer, en primer lugar, y como característica fundamental, un contacto vivencial con el mundo mismo, o sea con los objetos en cuestión. Este contacto ha de ser vivo, intensivo e inmediato en sumo grado y se realiza con respecto a los objetos tal y como se ofrecen de forma muy inmediata en la vivencia, o sea en el acto de la vivencia, y tal como ellos mismos existen en ese acto y sólo en él. Sediento de hallar el ser contenido en la vivencia el filósofo fenomenológico en todas partes tratará de beber en las fuentes mismas en las que se revela el fondo del mundo. Al hacerlo, su mirada reflexiva se detiene sólo en el punto de contacto entre la vivencia y el mundo como objeto, y no importa si se trata de cosas físicas o psíquicas, de números, de Dios o de otro “algo”. El rayo de la reflexión habrá de recaer solo sobre aquello que existe en este contacto más estrecho y vivo, y en cuanto existe en él.”


Como vemos, para Scheler, es necesario que la experiencia de un determinado objeto sea fenomenológica, es decir, sea completamente independiente de todo elemento sensorial. Por ello, plantea se hace necesario plantear la reducción fenomenológica, es decir, la suspensión de todo juicio que puedan manipular las vivencias. Desde esta perspectiva, afirma nuestro autor:


“La pregunta acerca del criterio es la pregunta hecha por el eterno otro que no desea encontrar en la vivencia y en la investigación de los hechos lo verdadero y lo falso o los valores de lo bueno o lo malo, etc. Sino que se coloca por encima de todo ello en carácter de juez. Pero semejante persona no se da cuenta de que todos los criterios sólo se deducen al tomarse contacto con las cosas mismas, y de que también los criterios se deben deducir de este modo. Por lo tanto, hace falta una aclaración fenomenológica del sentido propio de las oposiciones: real-irreal, verdadero-falso, así como de todas las oposiciones de valor. El auto don de algo mentado en la inmediata evidencia de la contemplación es lo único, con el mismo significado de la palabra verdadero, que se eleva por encima de la oposición verdadero- falso, perteneciente sólo al ámbito de las proposiciones.”


A diferencia de Husserl, Scheler, parte de la percepción natural, para luego dejar fuera los impulsos y apetitos por medio de las cuales tendemos al dominio de las cosas. “De esta manera, aparece un amor desinteresado que aprecia y capta la esencia y el valor de las cosas en sí mismas sin restricción. Así se capta la intuición de las esencias.” Para él no sólo hay intuición de lo categorial sino también de las esencias. En su libro el formalismo en la Ética y la ética material de los valores, aparecida en 1913 , realiza una crítica a Kant al establecer que éste hace descansar la bondad o la maldad de un acto en la conformidad o disconformidad con la ley . Scheler se propone superar la formalidad del pensamiento kantiano, conservando con ello la necesidad de mantener los a priori como fundamento de la moralidad.


Pero estos a prioris schelerianos, se diferencian de los kantianos en cuanto que éstos son para este último producto de la actividad sintética, por la cual el entendimiento impone unas formas y da estructura a los datos caóticos de los objetos sensibles, es decir, tiene un carácter exclusivamente formal, ahora bien, cuando en fenomenología se afirma la necesidad de lo apriorístico del mundo de las esencias no se está formulando, tal y como lo hace Kant, sino que se está afirmando la subsistencia de este mundo independiente de toda percepción particular y, por otro lado, este mismo mundo es objeto de una intuición, por lo que éste constituye una materia de conocimiento.


En la construcción de su sistema ético, Scheler busca distanciarse de los fundamentos kantianos de la pura forma y basarse en la materia ética. Para Kant el valor moral de un acto no proviene de ningún bien o fin extrínseco al que tienda el acto. Por lo que el sistema ético kantiano no considera que el valor moral proceda de materia alguna, ya que eso nos llevaría a una moral material y heterónoma, pues no está claro que el hacer bien me conceda felicidad, sino que sólo lo debo realizar en cumplimiento de una ley moral en mí.


Para Scheler, lo mismo que para Wojtyla Posteriormente, la centralidad de la ley en la moralidad es una arbitrariedad. Es considerada por este mismo como una ética del resentimiento que termina desconfiando de la vida y del sentido de lo que el hombre desea realizar en ella, resaltando el sacrificio como criterio de bondad moral. En cambio, Scheler, hace descansar la centralidad de su planteamiento moral en los valores, en palabras de Wojtyla, éste
“Al basar su sistema en la materia ética revela ya, por ese mismo hecho, una fundamental tendencia objetiva: el origen del valor ético de un acto ha de buscarse en el objeto(…) Scheler intenta reducir al mínimo, la importancia del deber y recuperar, en cambio, para la vida moral del hombre la esfera emocional. De este modo, y en contraposición a la ética kantiana de la pura forma, desarrolla el sistema ético de los valores objetivos.”


Esta primacía del valor para Scheler se debe a que éste posee, como ya habíamos dicho, una realidad a priori y material . Las emociones representan en Scheler una nueva actitud frente al mundo, rechazando con ello la dualidad razón – sensibilidad. Esta superación del idealismo y el realismo que impedía establecer que la sensibilidad podía acceder al conocimiento de las esencias, tal y como lo hace la razón o la lógica realmente no corresponde y será preciso comprender que lo emocional también puede acceder a ellas.


“La determinación genuina del saber no puede encontrarse separadamente ni en la inmanencia de la conciencia (in mente, idealismo) ni en la trascendencia (in re, realismo), sino en el acto de conocimiento que abarca inmanencia y trascendencia, conciencia y realidad. Si el error del idealismo estriba en considerar que la esencia es inmanente a la conciencia (y tiende a tragarse la existencia), para el realismo la existencia es trascendente (y tiende a negar toda verdadera inmanencia)”.


Desde esta perspectiva, Scheler, ve en el carácter intencional de lo afectivo que tiene como objeto a los valores, una dimensión de la cual se había desconocido o no se había profundizado ni en las ciencias positivas como en la fenomenología, ya que estos, son ciegos para la razón, “pero la intuición emocional los revela como realidades absolutas, objetivas y a priori,” y por lo tanto, son irreductibles a la luz del entendimiento lógico formal.


Como lo afirma Wojtyla estos valores son para Scheler, objeto de experiencia fenomenológica.
“El nombre – afirma Wojtyla – le viene del hecho de que los valores, objeto de la experiencia, se manifiestan en el contenido de la vida emocional humana. Según Scheler, los valores constituyen los datos originarios de aquellas experiencias emotivas que pueden constatarse y determinarse por vía experimental. Scheler lo demuestra a través del análisis del acto humano, toda vez que las fases particulares del acto se distinguen por su orientación hacia el valor objetivo.”


El que los valores respondan a una dimensión de la experiencia, no quiere decir, que éstos se puedan identificar sin más con la introspección, o experiencia interna, que es el modelo que utiliza la psicología . Por ello, la experiencia fenomenológica no separa el contenido de la experiencia – el valor- y la experiencia emocional misma. Desde esta perspectiva, el valor se convierte en el elemento fundamental de las experiencias emocionales.


La experiencia, por tanto, se constituye en la mejor instancia para poder captar el valor de manera inmediata e intuitivamente


“Las unidades significativas ideales y las proposiciones que, prescindiendo de toda clase de posición de los sujetos que las piensan y de su real configuración natural, así como toda índole de posición de un objeto sobre el que sean aplicables, llegan a ser dadas mediante el contenido de una intuición inmediata.”


De este modo, la fenomenología en Scheler es una de las mejores formas de atender a la finalidad misma de la ética, por su carácter experimental, y porque es capaz de determinar aquellos contenidos que forman parte de la esencia misma de la ética vivida que son los valores.


Los Valores son pues, comprendidos no teóricamente, sino de forma práctica y ellos no pueden separarse de la experiencia vivida de los hombres, pero no nos entrega, nuestro autor ninguna definición de ellos que esté ajena a la experiencia de los sujetos. Wojtyla señala que si se puede aventurar alguna definición, sólo se puede plantear de manera negativa; el valor no constituye un atributo de la cosa, ni tampoco es una potencia o disposición visible de la cosa sino que es dado de forma nueva al conocimiento.


Esto quiere decir que los valores no están en las cosas sino que son independientes de ellas. Si bien, los valores se encuentran encarnados en los bienes y se manifiestan en ellos, siempre los trascienden. “Del mismo modo, el valor que descansa en un depositario con el que constituye un bien es independiente del depositario.” Y de toda la estructura psicofísica. Los valores son independientes, tanto de los bienes como de los fines a los cuales se dirige la voluntad. Podríamos decir, que los bienes y los fines se fundan en los valores. El conocimiento de los valores se da porque hay un estadio en el que se nos da clara y evidentemente el valor de una cosa, sin que nos estén aún los depositarios de ese valor.


Los valores son captados por la intuición emocional que los revela como realidades absolutas, obetivas y a priori. Es decir, los valores se perciben en los bienes pero su existencia no acaba ni comienza allí sino que se sitúan en un plano anterior ideal


“Las cualidades de valor representan un dominio propio de objetos que tienen sus particulares relaciones y conexiones independientes de la existencia de un mundo de bienes (Güterwelt) en el que se manifiesten (…) Respecto a la existencia de ese mundo de bienes, los valores son a priori. Esto se debe a que el valor mismo es independiente de todo el orden de la existencia: su objetividad es de índole radicalmente distinta de la objetividad del ser. Aún más, para llegar al puro contenido esencial del valor, es preciso eliminar de la experiencia fenomenológica todo resto de existencia contingente.”


Esta separación entre el Ser y el Valor, es resaltado por Max Scheler, llegando a establecer que el valor no es en absoluto, es decir, los valores no son una identidad, que si bien son propiedades que afectan al ser último de las cosas no se pueden identificar con ellas. El Ser y el Valor no pueden ser deducidos el uno del otro. Por lo tanto, la percepción de los valores sólo se puede dar en el ámbito de las experiencias vividas, pertenecen al ámbito de las emociones cognoscitivas llega a decir Wojtyla. Esto no significa caer en el subjetivismo sino más bien afirmar que la objetividad de los valores es independiente de toda opinión y deseos individuales.


Habíamos establecido más arriba, que los valores morales no se pueden definir sólo pueden darse las condiciones particulares en que los valores se manifiestan como contenido de la percepción afectiva y aunque se manifestasen en actos de la voluntad nunca llegarían a constituirse en objetos de los actos de la misma. “Podrán manifestarse colateralmente (auf dem Rücken) sólo con ocasión de otros valores objetivos” . Así los objetos que tienen una presencia de valor adquieren por el mismo hecho de manifestarlos el carácter de bienes.


Con Scheler asistimos a la afirmación de la importancia del sentimiento como dinamismo intencional privilegiado que tiende hacia el valor y con un rechazo del deber como constitutivo de la experiencia ética. Con ello, Scheler, se opone nuevamente al formalismo kantiano. Para Kant, el punto de partida para la reflexión es un hecho de razón: el hecho de que todos los humanos tenemos conciencia de ciertos mandatos que experimentamos como incondicionados, esto es, como imperativos categóricos, todos somos conscientes del deber de cumplir algún conjunto de reglas, por más que no siempre nos acompañen las ganas de cumplirlas, las inclinaciones naturales, como todos sabemos por propia experiencia, pueden ser tanto un buen aliado como un obstáculo, según los casos, para cumplir aquello que la razón nos presenta como un deber. Para Scheler, el deber (la norma) tiene como consecuencia el entender la ética como el cumplimiento del puro deber y es ciego a la percepción afectiva. El valor le confiere a la vida moral un carácter positivo y creativo que no lo otorga el deber, pues, este último nos pone por delante una realización de un determinado valor como necesario, lo que atenta contra la misma esencia del valor que se entiende a sí mismo como indiferente a toda realización o no. El deber supone un valor y se transforma en un deber ser del valor o no valor que pone por delante. Por eso, será preocupación central de Scheler eliminarlo de su sistema ético . Si bien el deber tiene cierta importancia esta es secundaria en relación a la importancia que el valor adquiere por su fuerza de atracción emocional en el ámbito de la ética.

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