miércoles, 20 de junio de 2012

FE CRISTIANA Y SENTIDO DE LA VIDA


(Texto de estudio Evaluación Antropología Cristiana 27/06)

La religión sólo existe en la persona que se interroga. No sólo determinados acontecimientos de la vida, como la muerte, el dolor, o el ansia de la felicidad, sino la misma existencia humana provoca una interrogación que necesita ir más allá de las posibilidades de lo demostrable y que, en cierta medida, abre al misterio.

Esa trascendencia posible. ese misterio, aparece en la vida del que se interroga en profundidad. Con mayor o menor intensidad, la persona experimenta la presencia de esa alteridad sobrenatural. Un encuentro, una persona, un lugar, un sentimiento, un acontecimiento de la vida, un fuerte deseo de bondad, un rito... cualquier motivo puede ser válido para iniciar la relación con el absoluto.

En este encuentro del hombre con el poder misterioso reside la salvación proclamada por las religiones. El sentido de la vida viene dado por la nueva relación que se establece. La persona religiosa determina su conducta o la modifica en virtud de su experiencia con el poder misterioso trascendente.

A la luz de esta relación no sólo se modifica la conducta moral, sino que se responden los porqués y para quién que la vida misma personal va planteando. La vida se ilumina y adquiere sentido gracias a la relación con la divinidad.

III:      LA FE CRISTIANA

A)           DISTINCIÓN ENTRE FE Y CREENCIA

Llamamos “creencia” a la adhesión de un conjunto de principios, de valores y de ideas que la persona acepta como expresión de la verdad, de su vida. Pertenece sobre todo, al terreno del conocimiento. Por ejemplo, cuando uno lee un libro de un autor o grupo de autores, afirmo que esta idea me identifica, me ha convencido. Esta adhesión se produce porque lo que se ha encontrado razonable e importante para la vida. Y se mantendrá la adhesión hasta que yo o alguien me convenza de lo contrario o de su falsedad. Esta forma de sentirse identificado por algo se llama “Creer”.

Llamamos “FE”  a la adhesión personal a alguien en el cual confiamos por su modo de ser y de comportarse con nosotros y a la aceptación de su comunicación personal y verbal con nosotros. Pertenece al terreno de las relaciones interpersonales.  Yo tengo un amigo íntimo. Me inspira toda la confianza, sé que no me va a fallar y me fío de él. Entonces digo, yo creo a mi amigo. No sólo digo creo esto o aquello sino creo en él. Esta adhesión se debe a la amistad, a la intimidad y a la seguridad que me proporciona el amigo. No es una adhesión con cautelas, a veces no entenderé del todo al amigo, pero sé que su fidelidad no me fallará. Por eso tampoco falla mi adhesión a él. A esta forma de sentirse identificado con el otro y de adherir al otro.

¿Demostrar la fe?

La experiencia de fiarse de y confiar en que supone la fe cristiana tiene muchos paralelismos con otras experiencias humanas que realizamos las personas casi sin darnos cuenta. Cuando confiamos en alguien, más allá de sus opiniones, y no sabríamos explicar muy bien por qué. Cuando nos adherimos casi inmediatamente a lo que diga o haga tal otra persona, porque confiamos en ella plenamente, estamos viviendo experiencias muy similares a las que vive el creyente respecto a la llamada de Dios.

Así pues, la experiencia de la fe no es una experiencia ni antihumana ni sobrehumana sino que está al alcance de nuestras posibilidades porque en nuestra vida constantemente ponemos en juego nuestra fe en otras personas, cercanas o lejanas, y vivimos de su confianza.

Estas constataciones no prueban ni demuestran la fe. Pero son muy útiles para percatarse de que creer no es irracional.

“La libertad tiene en la fe un papel que no lo tiene en la ciencia. Cuando ésta ha superado la fase de las investigaciones y ha llegado a unos resultados ciertos, presenta sus conclusiones como necesarias. Se las justifica por medio de una exposición de sus constataciones y deducciones Cada uno puede entonces recorrer nuevamente la cadena de demostraciones y verificar su valor. Si se las reconoce justas uno se ve obligado a la adhesión. En cuanto a la fe, jamás ocurre de la misma manera, un hombre dotado de un Espíritu vigoroso y sano puede siempre negarse a franquear la última etapa y saltar de la credibilidad a la fe. Jamás la exposición de una doctrina puede forzar el asentimiento. Por eso, resulta imposible dar la fe a alguien mediante la vía meramente demostrativa, multiplicando las exposiciones y los razonamientos. No se puede forzar a los espíritus a pasar de una serie de argumentos al Dios Vivo ¿Puede decirse entonces que la fe es irracional? No, pero posee un tipo de racionalidad diferente al de las ciencias. Para comprenderlo, es necesario referirse a la manera que tenemos de referirnos a las personas. Toda reflexión sobre Dios  se hace por analogía.

Creer es razonable. Razonable es aquello a favor de lo cual encontramos múltiples razones, pero sin que ninguna de ellas llegue a establecer su verdad con todo rigor y necesidad.

La experiencia humana más cercana a las fe cristiana es la experiencia de las relaciones interpersonales. Dos personas que se enamoran creen en su amor mutuo y deciden fiados en ese amor, ante la ausencia de certificados que demuestren claramente el éxito de su empresa. Precisamente es en los aspectos más vitales y trascendentales de la vida donde más fe se nos pide y menos demostración racional (matrimonio, profesión, amistades, etc.)

Por otro lado, el mensaje de Jesús de Nazaret conecta fácilmente con la aspiración de amor y de esperanza solidaria que anida en el interior de la persona humana. Y éste también es un elemento importante de la racionalidad de la fe como respuesta a esa invitación constante que Dios hace por medio del mensaje evangélico.

Pero la fe no es objeto de demostración científica. Querer dar una razón de necesidad de la fe en Dios sería como matar en su raíz su carácter de encuentro interpersonal. Esta cierta oscuridad que acompaña siempre a la experiencia de fe es, en su lado positivo, manifestación y prueba de la libertad de la fe. Al final, más allá de todo, razonamiento o consideración, queda la opción personal y libre que se manifiesta en la respuesta confiada a la llamada de Dios. Y donde hay necesidad racional no hay libertad.

Por ello, la fe cristiana será siempre un misterio en el que confluyen el misterio mismo de la libertad del hombre y el misterio de la gracia de Dios. En el fondo, al misterio del encuentro interpersonal

B)           LA INVITACIÓN A LA FE

a)           La Experiencia de la fe: Itinerario del Apóstol Pedro.

La fe cristiana es una experiencia radical de amor y de adhesión a Jesucristo. Es una religión distinta de las demás pues radica en el hecho central de la encarnación del mismo Dios, el anonadamiento o kénosis del hijo de Dios.

Analizaremos esta novedad y radicalidad de la fe cristiana desde la figura del Apóstol Pedro, quien desde su llamado hasta su muerte en Roma ha ido evolucionando su experiencia de fe. A lo largo de la vida de este apóstol se hizo una experiencia radical de la fe y al análisis de éste nos permitirá esquematizar esta misma experiencia. Luego plantearemos la problemática de la racionalidad de la fe.

>    Jn. 1,40-42:          Juan Bautista dice a sus discípulos que Jesús es el cordero de Dios, el Mesías esperado. Frente a este anuncio, hay algunos que no dudan en seguir. Entre ellos está Andrés, hermano de Simón Pedro el pescador. La premura con que Andrés acude a informar a su hermano nos da la idea de la inquietud y la actitud de búsqueda y esperanza que anidaban en el corazón de ambos hermanos; esperaban al Mesías, el salvador.

>    Jn. 1, 42b:             Simón Pedro es presentado a Jesús por Andrés. El primer encuentro. Una mirada y una propuesta. En la cultura judía, el nombre podía representar el ser más profundo de la persona. Jesús, al proponer a Simón un nuevo nombre, le está llamando a una nueva vida, a una nueva misión. Simón acepto desde este momento agregarse al grupo de los seguidores de Jesús. Es evidente que en este momento no comprendía demasiado lo que aquello podía significar, pero realizó un primer acto de confianza en Jesús.

>    Mt. 3, 13-19:        Jesús escoge a doce para hacerlos sus compañeros y para una misión. La iniciativa es de Jesús. Nadie es apóstol por méritos propios. Es la segunda vez que Jesús propone a Simón algo nuevo. Pedro vuelve a fiarse de su maestro y se embarca en esta nueva aventura. El contacto con Jesús se va a hacer mucho más intenso. Simón Pedro, casi sin darse cuenta, ha abandonado su trabajo, su vida anterior, para estar con él.

>    Mt. 15,15-18; MT. 18,21-22; Mt. 19,27-29:        Son muchas las horas que Pedro comparte con Jesús. Escucha sus enseñanzas, pero no duda en preguntar a Jesús. Quiere saber, pero no para acumular sabiduría intelectual, sino para orientar su vida y su existencia según las palabras de Jesús. Es así como poco a poco Pedro va descubriendo un nuevo mensaje y lo va asimilando en su propia vida. Sólo el tiempo junto a él, con confianzas y sin prisas, le va abriendo las perspectivas de esa nueva vida que anuncia el maestro.

>    Mt. 16,13-18:       Dice con palabras lo que está experimentando en su vida, y es que vivir con él salva su vida, es decir, la plenifica, le da sentido. El comentario de Jesús es importante, eso no lo ha descubierto por ninguna demostración humana sino por revelación del Padre. La experiencia de fe no es únicamente fruto del esfuerzo humano, sino un encuentro entre la iniciativa de Dios y rl proceso de respuesta del hombre.

>    Mt. 17, 1-4:                      En todo este tiempo de vivir junto a él no le faltaron a Pedro momentos de euforia, de estar a gusto con Jesús, de disfrutar de su cercanía y de su presencia.

>    Jn. 13,36-38; Jn. 13,6-9:             Y sin embargo, Pedro, todavía no acaba de comprender. Su admiración hacia Jesús es tal y su adhesión tan incondicional, que le impide a veces comprender el auténtico alcance de ñas palabras del maestro. En más de una ocasión Jesús le reprende y le proporciona curas de realismo. Pedro a través de esa cercanía y de ese contacto constante con el Señor, va corrigiendo y perfilando su propia experiencia de fe. Es todo un proceso de descubrimiento que le va llevando poco a poco a la auténtica comprensión de lo que Jesús es y de lo que Jesús le pide. Pedro, en efecto, dará su vida por Jesús, pero no ahora. Más tarde irá comprendiendo el verdadero alcance del compromiso de seguir a Jesús.

>    Mt. 14,24-32:       Pedro, lo henos visto, manifiesta en varias ocasiones su fe en Jesús entendida como adhesión a una persona que salva. Y sin embargo, los momentos de duda no faltan. El miedo nunca está ausente en semejante aventura. Siempre hay algún viento que lleva a la auténtica oración de la fe: “Señor Sálvame”.

>    Mc. 14,32-37; Mt. 26,69-75:       Y junto a las dudas tampoco faltan las infidelidades, los fallos, las caídas, las incongruencias. Jesús le pide a Pedro que le acompañe en el sufrimiento, y Pedro cae dormido. Del mismo modo, la euforia de seguidor incondicional de Jesús se ve derrumbada ante el temor de que también a él lo detengan como a Jesús. Pero todas estas situaciones no son ajenas a la experiencia de fe. Jesús no busca perfectos cumplidores, sino humildes seguidores que sean capaces de entusiasmarse, de irse con él y de levantarse cuando caen o se equivoquen.

>    Hechos 1,12-14:               Jesús ha muerto, ha resucitado y ha entrado en la gloria del Padre. Está entre ellos aunque no del mismo modo que antes. El resucitado vive en su comunidad y actúa en ella por su Espíritu. Pedro asume la misión que Jesús le había encomendado en el grupo de los Doce y guía la comunidad de los discípulos.

>    Hechos 2, 42-47:             Cuando Jesús estaba entre ellos, los que aceptaban su mensaje de salvación se agregaban al grupo de los seguidores. Ahora, los que se iban salvando se agregaban a la comunidad. En efecto, es la comunidad la que a partir de ahora hace presente a Jesús. La comunidad de los creyentes proporciona a los que se adhieren a ella aquella experiencia de fe que Pedro vivió junto al Señor. La proclamación de su palabra, la celebración de la fracción del pan (Eucaristía) y la vida en común perpetúan la presencia de Jesús.

>    Hech. 2,22-24ª.32.37-38;            La misma comunidad tiene la responsabilidad de predicar, de invitar a todo el que desee a unirse a esta nueva vida. Al explicar lo que ellos han visto y oído, necesariamente surgen algunas formulaciones de esa experiencia de fe. Dios Padre ha resucitado a Jesús y lo ha constituido Señor, y su presencia se hace viva por medio de su Espíritu enviado en Pentecostés. Así, poco a poco, van naciendo las profesiones de fe, que se manifiestan especialmente en el bautismo.

>    Hech. 4,1-3.5-12:             Pedro cumple el compromiso de predicar y de dar testimonio, pero esto no se hace sin dificultades ni persecuciones. Primero, la censura de las autoridades judías, más tarde, la persecución romana. Para Pedro, lo importante es comunicar el mensaje de Jesús y el modo de vivir propio de sus discípulos así como su experiencia de fe; “Sólo Jesús puede salvar”. No es una doctrina o una teoría, habla de su propia vida, aunque para hacerlo utilice expresiones formuladas de la fe. Desde aquel primer encuentro con Jesús en el que Pedro se fió  de él ha transcurrido mucho tiempo y el camino ha sido largo. No imaginaba él adónde le llevaría su experiencia de fe. No fue capaz de dar la cara por Jesús en la noche de la pasión, quizás porque no era el momento; le aguardaba la tarea de mantenerla vida de la comunidad. Pero al final de su vida sí que la entregó. Era el último capítulo de una historia de entrega y confianza cotidiana.

Esquema del proceso de experiencia de fe:

1.         BÚSQUEDA:    Inquietud por buscar la vida auténtica.
2.         INICIATIVA DIVINA: Dios llama.
3.                  PRIMERA RESPUESTA CONFIADA; que inicia todo un proceso.
4.                  VIVIR CON EL: Escuchar su palabra, buscar sus respuestas.
5.                  PROCESO DE CLARIFICACIÓN Y PURIFICACIÓN: dudas, fallos, euforias.
6.                  INTEGRACIÓN A LA COMUNIDAD:  como mediadora de la presencia por medio de la palabra, de la celebración, de la vida en común y de las expresiones de la fe.
7.                  COMPROMISO:  llevar la salvación a los demás, en medio de incomprensiones e incluso persecuciones.

La apertura a la trascendencia es una de las condiciones para la fe. Si todo tiene justificación en nosotros mismos, si la realidad que vivimos se agota en sí misma, es imposible la fe. Aquel que no se pregunta, que no aspira a una vida más plena y profundamente humana porque vive en mundo cerrado y suficiente en sí mismo, no está en disposición de iniciar la aventura de la fe.

Dios toma la iniciativa y llama. La revelación de Dios es una invitación y una manifestación de sí mismo que invita a vivir cerca de él. Los signos de la revelación de Dios acontecen en la historia. Desde la creación, la historia de la salvación es la historia de los signos reveladores de Dios: signos de presencia salvadora en la vida del hombre. Estos signos no se imponen, son una invitación.

Jesús es la cumbre de la manifestación de Dios en la historia, su llamada definitiva. Dios llama por medio de Jesús porque su vida interpela al hombre, le está pidiendo una respuesta ya que no puede dejar indiferente.

Cuando la persona responde afirmativamente a esta llamada poniendo su confianza en Dios, se inicia el camino de la experiencia de la fe. El primer fruto de esta respuesta es la conversión. El corazón convertido es el abierto a la entrada de Jesús en su vida. No se trata de conocer a Jesús desde fuera, sino de “morar con él” y así dejar que sea quien cambie tu vida.

Cuando el creyente, ayudado por el Espíritu Santo, decide libremente dar el paso de la fe, no lo hace sólo movido por la fuerza de los razonamientos sino, principalmente, fiado y confiado en el apoyo de Dios, que inspira y sostiene su experiencia. De este modo se inicia un camino no exento de dificultades y de fallos porque la fe no es ningún tranquilizante, sino que requiere audacia y fortaleza, tiempo de victoria y tiempo de derrota, certezas y dudas.

Esta fe se vive en comunidad. No es un asunto privado. La comunidad, la Iglesia, mantiene la presencia viva de Jesús que sigue llamando. En ella se encuentran los creyentes como hermanos y viven la fraternidad que Jesús instauró.

Esa misma comunidad dice su fe, la expresa para poder transmitirla. Y lo hace por medio de sus confesiones de fe o credos. Este lenguaje, por ser expresión humana, puede estar sujeta a evolución, pero las formulaciones encierran siempre, sustancialmente, la misma realidad y los mimos contenidos.

Y esa misma comunidad celebra su fe. Por medio de la celebración cristiana, la liturgia actualiza la presencia de Jesús y el don de su gracia.

La prueba de autenticidad de la fe es su acción, su obrar, su compromiso. El creyente es llevado por su fe a un compromiso de justicia y liberación de los hombres. (Santiago 2, 14-17)

C)           LO ESPECÍFICO DEL HECHO CRISTIANO: JESÚS DE NAZARET

a)    Lo específico de la Fe cristiana.

El cristianismo es una religión, pero no lo es exactamente como las demás. Jesús de Nazaret, fundador del cristianismo, con su vida y con su mensaje, pretendió una purificación de ciertas actitudes y conductas religiosas y sociales de su tiempo, como lo veremos a continuación, invitando más bien a la transformación interior del corazón.

Todas las religiones suponen que el hombre busca a Dios y todas ellas son una muestra del esfuerzo auténtico del hombre para relacionarse con él. Pero el cristianismo va más allá. Cree que Dios sale al encuentro del hombre, le busca, le llama, establece un diálogo con él. En ese diálogo, Dios le propone un camino de liberación y salvación.

El Dios cristiano sale al encuentro del hombre, no a través de fenómenos extraños o apariciones maravillosas, sino simplemente, sencillamente, haciéndose hombre como un hombre cualquiera, viviendo en un momento determinado en un país determinado, muriendo realmente como hombre.

Pero sobre todo, el cristianismo cree que ese Jesús resucitado, vive hoy en medio de nosotros. esto es lo que caracteriza al cristianismo y lo distingue de las demás religiones; su fe en un hecho, en un acontecimiento, en la encarnación, muerte y resurrección de Cristo.

A partir de este acontecimiento, la religión deja de ser un sistema para pasar a ser un encuentro y una relación con una persona concreta; JESÜS. Es llamativo que, entre todos los libros sagrados de la humanidad, sólo el de los cristianos sea una historia y no una exposición de doctrinas. Jesús no es un mero intermediario, es Dios mismo. Ni Moisés, ni Buda, ni Mahoma, ni nadie antes o después de Jesucristo ha reivindicado tal cosa.

“A diferencia de otros cultos en los que predomina el pavor frente a lo inefable, el misterio cristiano es un misterio de amor: Dios es caridad. Desde que el Verbo se encarnó, el hombre puede decir que Dios ya no es “completamente Otro”. Lo sagrado cristiano separa algo, pero para elevarlo a Dios, para ennoblecerlo, para dignificarlo con una plenitud suprema. La sacralidad cristiana implica menos una prohibición que una comunión”.