martes, 11 de mayo de 2010

EL CONCEPTO DE PERSONA


El concepto de Persona no es nuevo en el lenguaje filosófico y representa un aporte que, desde el cristianismo, se ha hecho a la reflexión sobre el hombre en la historia del Pensamiento. Es un concepto que abarca el mundo de la teología, de la filosofía y del derecho y es por tanto, un concepto de los más difíciles en la historia del pensamiento. El Origen de la palabra latina persona nos remite al vocablo Griego, prósopon donde se la usaba para referirse a la máscara que usaba un actor en el teatro. La palabra Persona se utilizó para indicar aquello que suena por medio de algo. También es utilizado en el ámbito jurídico para indicar a quien es sujeto legal, sentido que se aplicó en el mundo judío para referirse al Patriarca quien era propietario de bienes y esclavos. En el mundo romano se utilizaba para nombrar a los ciudadanos libres plenos de derechos.

Si bien, la palabra persona no está presente en la construcción filosófica de Platón y Aristóteles, no por ello se encuentra ausente del pensamiento griego, las elaboraciones conceptuales de los maestros griegos señalan ciertos indicios del concepto que nos ocupa. Entre los presocráticos aparece por lo menos en tres textos; Antifón, Demócrito y Empédocles y en ellos se hace referencia a prósopon como rostro, cara e incluso la faz del sol de Helios . Según Vial Larraín podemos establecer en el filósofo Plotino ya una idea de una posible configuración del concepto de persona. Pero es en el mundo cristiano en donde emerge con mayor nitidez esta idea. En el mundo cristiano la noción de persona fue elaborada en sus orígenes, muy unida al ámbito teológico, “a menudo por analogía, con términos o conceptos antropológicos”. La primera vez que encontramos la utilización de este concepto en el cristianismo fue en el Concilio de Nicea, el año 325, donde se define la naturaleza de Jesucristo frente a la doctrina errática de Arrio. En este Concilio se discute utilizando conceptos filosóficos griegos, la cuestión central fue la relación entre naturaleza y persona en Cristo, estableciéndose que éste tiene una doble naturaleza, la humana y la divina, pero que tiene una sola persona, la cual es única e indivisible. Por lo que se entiende el concepto de persona como el supuesto o hipostasys dotado de inteligencia y voluntad. Para lograr una mejor comprensión de nuestro concepto es necesario retomar la idea de “suppositum”.

“El supuesto es la esencia considerada como lo que es, es decir, como sujeto concreto de la existencia. En el mundo corpóreo, el supuesto incluye materia y forma, es individual, al paso que la palabra esencia designa frecuentemente de una manera abstracta, la naturaleza específica. Cuando un supuesto se haya dotado de inteligencia, de voluntad y, por tanto, de conciencia de si, recibe el nombre de persona”

Pero es gracias a Boecio que la idea de persona alcanza su madurez filosófica y que fue recogida anteriormente por todos los pensadores medievales. Él afirmó en su libro “Liber de persona et duabus naturis” que “Persona est rationalis naturae individua substantia”, es decir, la persona es una substancia que existe por sí misma, sui juris, y por lo tanto, es perfectamente incomunicable. Boecio, por tanto, recoge la terminología aristotélica y establece que la persona es una substancia cualitativamente superior al resto de las substancias, pues posee racionalidad. Esta diferencia fue resaltada por San Anselmo, quien afirma el contraste entre persona y substancia, ya que la primera “refiere a una naturaleza racional individual y substancia se refiere a los individuos, la mayor parte de las cuales subsisten en la pluralidad.” Boecio no considera los elementos de relación y participación de la persona y muchos menos su carácter corpóreo.

Ricardo de San Victor definirá más tarde la persona como “persona est existens per se solum iuxta singularem quemdam rationalis existentiae modum” , distanciándose de la postura boeciana al cambiar el individua substantia por el de existens per se, ubicando el concepto de persona ya no en el plano de la esencia sino en el plano de la existencia.

Santo Tomás de Aquino aceptó la definición dada por Boecio, sin embargo enfatiza y agrega que siendo ésta una noción análoga se encuentra enmarcada en el orden substancial. Es, para el aquinate, un supuesto que posee en sí mismo los principios individuantes no necesitando de un fundamento extrínseco en el cual sustentarse, es decir, ésta no requiere de los accidentes para individualizarse, recogiendo con ello lo que el mismo Boecio decía: “aliae substantiaesunt aliae accidents et videmus personas in accidentibus non posee contitui”. En este sentido, “Persona no añade nada a supuesto, sino alguna dignidad y excelencia requerida por la naturaleza intelectual, es decir, persona es simplemente, una cosa con alguna mayor dignidad y excelencia que las demás”

Por tanto, no toda substancia individual puede ser llamada persona, ya que para que ello ocurra es necesario se den algunos constituyentes elementales, tales como, la individualidad, la subsistencia y la racionalidad. La individualidad es propia de la persona, ya que toda persona es, ante todo, individualidad , pero no toda individualidad es persona. La individualidad es aquella substancia que es, en sí misma, indivisible y separable de otra realidad, es decir, incomunicable. La subsistencia, por su parte, implica un determinado modo de ser “esse per se non in alio”, o dicho de otra forma “illi enim propie convenit esse, quod habet esse, et hoc est subsistens in suo esse”.

Se establece pues, que la persona tiene como carácter intrínseco y esencial; el hecho de subsistir, es decir, que posee en sí misma la razón de ser existente. Lo que implica entender siempre a la persona como existente en acto. Ahora bien, esta actualidad y la perfección le vienen dadas desde la forma, de ahí que debamos buscar la especificidad de la persona humana en la forma substancial. La forma substancial de la persona humana puede existir sola sin relacionarse con la materia lo que la distingue de las demás substancias. En el hombre la forma substancial es incompleta, incorruptible, y sólo llega a su perfección y especificidad en la espiritualidad, en el alma racional, en la que éste se manifiesta no tan sólo como un ser que posee inteligencia sino también una voluntad libre.

“Por medio de la inteligencia (la persona humana) sabe lo que las cosas son y por medio de la voluntad puede llegar al autodominio de sí mismo, el poder actuar o no, eligiendo en cada acto sobre su vida y sobre su destino eterno.”

La racionalidad, por otro lado, es privativa de la naturaleza humana, aunque la misma noción de racional se pueda predicar de cualquier otra naturaleza intelectual.

Dans Escoto, por su parte, es más cercano a Boecio al definir Persona como la sustancia incomunicable de naturaleza racional, resaltando el carácter de incomunicabilidad de la persona, pretendiendo salvaguardar la singularidad e irrepetibilidad de la persona individual, así como su autonomía e independencia ontológica.

La reflexión filosófica acerca de la persona es claramente una reflexión que se basa sobre conceptos metafísicos o teológicos. Los autores modernos no han soslayado este fundamento en la noción de persona que han manejado. Leibniz, por ejemplo, afirma que la palabra persona comporta la idea de

“un ser pensante e inteligente, capaz de razón y de reflexión, que puede considerarse a sí mismo como sí mismo, como la misma cosa que piensa en distintos tiempos y diferentes lugares, lo cual hace únicamente por el sentimiento que posee. Ello también acompañado de tratamientos de tipo psicológico y éticos.”

Algunos pensadores contemporáneos han establecido la diferencia entre persona e individuo, queriendo diferenciar con ello el hecho de que el individuo se aplica a una entidad cuya unidad, aunque compleja, es definible negativamente, algo o alguien, es individuo cuando no es otro individuo. Mientras que “al referirnos a persona estamos haciendo alusión a una entidad cuya unidad es definida positivamente y con elementos procedentes de sí misma.”

El ser humano en cuanto individuo es una entidad psico física, mientras que el ser humano en cuanto persona, es también una unidad psico física, pero no reductible enteramente a ella. El individuo está determinado en su ser, la persona, en cambio, es libre y consiste en ser tal.

Kant fue uno de aquellos que insistió en esta diferencia, acentuando la distinción ética entre individuo y persona. Para Kant la persona o personalidad es la libertad e independencia frente al mecanicismo de la naturaleza entera. La persona, para Kant, tiene la facultad de dictarse sus propias leyes, ser autónomo. Estas leyes morales se las da el ser racional a sí mismo, lo cual no quiere indicar cierta arbitrariedad. Es fundamental en Kant entender a la persona como un fin en sí misma , y por tanto, la imposibilidad instrumental de la misma, de allí la necesidad de un imperativo categórico que resguarde este principio fundamental.

Descartes establece que el ser humano es un sujeto que se relaciona sólo consigo mismo. El ego de Descartes es la autoconciencia cogitante, es decir, el sujeto se piensa en su pensar La persona, por tanto, al reducir el yo (cogito) a la conciencia, deja de ser una realidad ontológica y pasa a ser una realidad psicológica. Fichte profundizará mucho más esto al afirmar que el yo se identifica con la persona y que ésta en cuanto entidad moral tiene su centro de acción en la voluntad.

La aportación de Hegel a este respecto va más allá. Para Hegel el ser-para-sí, es decir, el individuo, es un átomo incomunicable e impenetrable, pero en tanto que se concibe a sí mismo como un individuo autónomo, frente a todo tipo de alteridad, es persona. Pero también, afirma Hegel, el esclavo puede sentirse, tanto para los demás como para sí mismo, como persona. Esto es porque su reconocimiento como persona es otorgado, pero no adquirido, y sólo en la coincidencia de la autonomía y de la negación de la exterioridad (mediante la propiedad y el trabajo) en un mismo sujeto podrá hablarse con sentido de “persona”. Después –añade- es únicamente en el estado de derecho –cuya contextualización histórica viene dada ya por el mundo romano- donde aparece, ya como espíritu, la persona propiamente dicha.

Husserl recuperará la idea persona como sujeto frente a objetos, sobre todo, del yo frente al tú. Mientras Max Scheler afirmará que el valor de la persona es superior al de las cosas, organizaciones y comunidades. La persona es la unidad de ser concreta y esencial que funda todos los actos. El momento fundacional de la misma son sus correlaciones con el mundo, con Dios, con el propio cuerpo y, en fin, con los otros, con quienes forma una comunidad conviviente y corresponsable. Esta responsabilidad es una de las cualidades esenciales del ser personal pues es ella misma la única responsable de sus actos. La persona no es pues, según Scheler, un ser natural pero tampoco es un espíritu cósmico. Es la unidad de actos espirituales y actos intencionales superiores, es decir, la persona es un individuo, pero lo es particularmente, un individuo espiritual. Además, para Scheler, la persona se halla originariamente en relación con el “yo” del otro. Tal relación abarca desde las formas inferiores de vida social hasta la culminación, consistente en la relación de amor (masa, que surge del contacto emocional; sociedad, que nace de un contrato; comunidad vital o nación; comunidad jurídico-moral.

Martín Heidegger por su parte, afirmará que el hombre es el ahí del ser, el Dassein, o como el lugar o la casa del ser, el hombre es el cuidador del ser, donde la esencia del dassein radica en su existencia, donde existencia no indica la existentia, en sentido clásico, sino el peculiar modo correspondiente al Dassein mismo de indicar el hecho de estar fuera, de ex –sisitir, donde la libertad juega un papel muy importante. Por eso la única posible esencia del hombre es la libertad (entendida como libertad trascendental, o sea como apertura irrestricta del ser humano); una libertad que consiste en dejar ser al ente, en permitir que los entes se muestren en su ser; que es lo mismo que la verdad como aletheia, como descubrimiento. Y Sartre, en cambio, identificará al hombre como una pasión inútil. En ambos casos, se evidencia la idea del primado indiscutible del existente concreto que el hombre es frente al resto de los entes.

El existencialismo, en resumen, sacrificará la esencia de la persona en beneficio de su existencia. Tal como lo afirma Ruiz de la Peña, “El ser para sí no es en modo alguno una sustancia autoconsistente, asevera Sartre con loable franqueza: la conciencia, otro de los nombres del ser para sí es un absoluto no autoconsistente.” Para Sartre la nada está presente en el seno mismo del ser, como un gusano , por lo que la existencia del ser no es otra cosa que la permanencia en el ser. Por ello, se explica que en el existencialismo se otorgue un papel central al tema de la muerte; el Dasein es un ser vuelto a la muerte, afirmará radicalmente Heidegger, queriendo afirmar con ello que la única posibilidad del ser es su imposibilidad de permanecer. Esta amenaza de la nada corresponde, en sentido estricto, a la estructura misma del ser.

Un concepto de persona distinto a éste es el que defienden los representantes de la ética discursiva Aquí, el sujeto no aparece como un observador, sino como un hablante que interactúa con un oyente. La apertura a la alteridad y el rechazo del individualismo solipsista son entonces radicales: yo aparezco como un alter ego, de modo que la conciencia de mí mismo ya es un fenómeno generado comunicativamente. Ella pretende rescatar el ideario emancipador de la modernidad; libertad, igualdad y fraternidad, por eso propugna la recuperación de los modos de modernidad crítica . Es decir, busca un criterio de universalidad que tenga un carácter fundamentador y que nos permita un procedimiento metodológico para solucionar conflictos morales en las sociedades pluralistas y por otro lado, nos permita alcanzar un consenso social como criterio legitimador de los valores y las normas.

Romano Guardini, ha establecido que al hablar de persona estamos haciendo alusión al ser conformado, interiorizado, espiritual y creador, quien en su ser no puede ser poseído por ninguna otra instancia, sino que se pertenece a sí mismo. Persona significa no ser habitado por ningún otro, sino que en relación conmigo mismo siempre estoy solo conmigo, es decir, la persona es un ser único. Guardinni se enmarca dentro de lo que se ha denominado “personalismo” que es un sistema que, desde mediados del siglo XX, ha intentado resaltar el valor superior de la persona frente a los individualismos radicales y a los impersonalismos , sean totalitarios o no, es así que una de sus características esenciales es rechazar toda clase de imperialismos.

“Es obvio que el personalismo es contrario a todo impersonalismo que pretenda derivar los seres de la realización de las ideas abstractas y que no descubra en el sujeto su carácter relacional. Asimismo se presenta en oposición a toda filosofía de la cosa y al individualismo, ya que sostiene el valor superior de la persona frente al individuo, la cosa, o lo impersonal.”

Ricoeur ha llegado a afirmar que el personalismo puede llegar a presentarse con equívocos y poco clarificador a tenor de las definiciones que podemos leer en los diccionarios. En el personalismo han influido diferentes corrientes desde el personalismo francés, desde la escolástica, la fenomenología y el existencialismo.

El personalismo se presenta así mismo como una aventura abierta y se considera mucho más que un sistema, sino una invitación a retomar desde sí y desde sus circunstancias el desarrollo del pensamiento al servicio de la persona y de las personas. No se presenta como dogma o doctrina sino como una seria reflexión teórica y una praxis realizada desde la vida personal y la comunitaria. Es una filosofía que pretende, como su nombre lo dice, poner a la persona al centro, un modo de pensar y de vida, personalizante, creativa, profética y comunitaria.

Esta centralidad de la Persona implica reconocer al hombre como un ser inteligente y libre, éste no puede ser definible. Sin embargo lo anterior, para el personalismo la persona tiene una dimensión espiritual que le permite interactuar con la realidad, por lo que no es un ser espiritual puro. En este sentido la postura del personalismo es contraria a la visión del positivismo sobre la realidad humana.

“Una persona es un ser espiritual constituido como tal por una manera de subsistencia e independencia de su ser; mantiene esta subsistencia por su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una conversión constante: unifica así toda su actividad en la libertad y desarrollo por añadido a golpe de actos creadores la singularidad de su vocación”

Para el personalismo destaca la afirmación clara y profunda de que el hombre no es un ángel caído ni un dios que viene de visita al mundo. El hombre tiene la capacidad de conocer una verdad que al mismo tiempo le trasciende, es decir, tiene una capacidad objetiva de conocer la verdad, acceder al mundo sin dejar de ser él mismo diferente del mundo y reconociendo que hay muchos aspectos que se escapan a la inteligencia humana, por su limitación.

La persona es cuerpo y tiene cuerpo. A partir de esta afirmación podemos comprender, según el personalismo, que la persona no es sólo objeto de este mundo sino un sujeto del mismo. El hombre sin dejar de ser cuerpo tiene cuerpo. De suerte que el cuerpo no es solamente expresión de la necesidad, como producto de la evolución y la herencia, sino también expresión de la libertad como objetivación del sujeto y como gesto esencial de su pronunciamiento en el mundo. Porque en el cuerpo y por el cuerpo, que posee el hombre, se realiza a sí mismo. Con esto, se pretende soslayar la idea de un hombre formado por dos realidades al modo más o menos interactuantes, pero al fin y al cabo, distintas y separadas. Este dualismo nos impide entender la unidad totalizante tanto constitutivamente como funcionalmente. El cuerpo es el símbolo en el que el hombre se realiza y se expresa. Esto representa la mejor expresión de los aspectos constitutivos de la existencia humana; el hombre, la persona, es exterioridad pero también interioridad, es objetividad y también subjetividad, es intencionalidad y a su vez ejecución.

Zubiri ha resaltado esta integridad de la persona al afirmar que el hombre es una realidad sentiente, atestiguando con ello, la integración de diversos elementos en la unidad de este ser vivo que es el hombre. Para Zubiri las notas características del ser vivo se realizan plenamente en el hombre. La persona posee una cierta independencia respecto del medio y un cierto control específico sobre el medio. Estar vivo significará tener una actividad propia y una interacción adaptativa con el medio.