domingo, 31 de julio de 2011

HOMENAJE A LA VICARIA DE LA SOLIDARIDAD


(27 de Noviembre de 1992)

PROEMIO:

Ví el rostro del Señor en el hermano...
Fui en bsuca del pasado para poder ver el presente...
miré y me detuve en cada momento,
miré y ví rotas tantas esperanzas...
Ví tantas heridas, tanto dolor, tanta muerte,
vi tantos sueños demacrados por las balas asesinas.
Las voces se callaron...
Los rostros se entristecieron...
Las manos se envejecieron...
Los hijos, los esposos, las mujeres
ellas... no volverán.
Se quedaron marchitos en un lugar ausente
de los pasillos llenos de historia.
Se me nublaron los ojos...
Ví pelear padre contra hijo,
hermano contra hermano...
chilenos con chilenos...
Triste historia que no se puede repetir.
Todo fue pesadilla... No parecía ser verdad.
Entre las cortinas de mi cuarto
un militar tras otro corría armado
en busca de un enemigo.

Me quedé mirando...cerré los ojos
y en silencio hice una oración.

I

Los sueños se acabaron...
La vida comenzó a no ser respetada...
comenzaron los dias y las noches de dolor,
de grandeza y de esperanza.
tras la prisión había un mundo
y cada uno de ellos lo sabía.
se callaron las voces
una a una y en silencio.
Nos fuimos quedando solos,
entre la soledad de tantos.

Pero alargué mis manos para abrazar las tuyas
en tí vi al samaritano que me mira y me acoge,
después que tantos no em recibieron.
Llegué y tuviste una palabra de aliento.

Yo... sabía que nada más se podía hacer
y tomé otras manos para compartir.

Sanaste mis heridas y la de tantos,
fuiste en busca del marido perdido,
del hijo torturado, del funcionario degollado.
Estuviste en la cárcel, en las minas,
en las comisarías y en los campos de concentración.
Fuiste la voz de tantos que no la tenían,
Fuiste la samaritana como lo fue Jesús,
como sólo lo fue la Iglesia.

Una fotografía, una vela, un homenaje
para tantos que aún no aparecen.
Los que no están está más que nunca.
los que se han ido siguen tan presentes,
siguen tan aparecidos.

"Pero el hombre no muere...
Las Manos, torpes y dañadas,
trabajan afirmando
la libertad aprisionada...
Aquí estamos,
aquí somos todavía."

II

Fuiste desde un comienzo
la casa del buen samaritano
por tus pasillos llenos de historia,
de llanto escondido
se guarda la más bella flor.
Aquella que anidó la verdad celosamente,
la que protegió con su vida la vida de otros.
¡Cómo no recordarte José Manuel!

Contigo abrimos cada puerta de mentiras,
hicimos entrar en esas casas toda la verdad,
no nos quedamos en silencio.
Hicimos que se juntaran todas las madres,
Y apretados gritábamos justicia.

Nos mataron pero resucitamos,
y renacimos para gritar con fuerza
¡No a la impunidad!
¡No a la Pena de Muerte!
¡No al Exilio!
Eramos muchos y cada día eramos más,
eramos porque el Señor estaba en medio de nosotros.
Entre nosotros Él nos motivaba a luchar.

Otros vinieron...
y nos reunimos para proclamar
algo tan sencillo
¡Todo hombre tiene derecho
a ser Persona!
y las velas encendidas alumbraron la Catedral.

Eramos más que ayer,
y pensábamos que seríamos más mañana.

III

La verdad aparecía poco a poco
en lonquén, Pisagua, Colina.
Apelábamos a la justicia,
creíamos aún en ella.
tanto tiempo luchando
con las armas que nunca mataron a nadie...
Con las armas del derecho, de la paz, del Evangelio.
"Nunca rompimos un silencio, un secreto,
la confianza es el último refugio
y seremos su fortaleza..."

La Vicaría ha cumplido...
Somos tantos los que te agradecemos por tu entrega generosa,
por tus denuncias y por ser la casa del buen samaritano.
La vicaría tiene en su seno
la historia de un país dividido
que ha querido reconciliarse con justicia,
con verdad, con esperanza.
Ha sido testigo de la confianza de un pueblo.
ha sido solidaria con los perseguidos,
con los muertos y con los vivos.
A ella le agradecen los que quieren
ser hermanos nuevamente.
Los que quieren vivir tranquilos, respetados y unidos.
sabemos que su tarea no termina,
pero continuará en las manos de los que
hoy queremos hacer de Chile una patria libre, juta y buena.

(Escrita a propósito del Cierre de la Vicaría de la Solidaridad,
Santiago de Chile, Noviembre de 1992)


La recupero de los archivos del recuerdo a propósito de la serie de TV "Los Archivos del cardenal" y para aquellos que no supieron de su labor en defensa de los Derechos Humanos.

sábado, 30 de julio de 2011

¿QUÉ ES LA PERSONA? EL APORTE FILOSÓFICO DE KAROL WOJTYLA


RESUMEN

El presente artículo profundiza sobre el concepto de Persona en la fenomenología realista de Karol Wojtyla, estableciendo que el modo en el que se nos revela la persona en la acción, pero no cualquier acción sino que la acción consciente. Desde la acción podemos reconocer a la persona con un valor superior y absoluto, que debe ser considerado siempre como fin, pues él es siempre sujeto de sus propias acciones.

PALABRAS CLAVES: Persona, Fenomenología, Wojtyla, Consciencia, Experiencia.

1. LA EXPERIENCIA COMO PUNTO DE PARTIDA

El modo de acceder a la persona, nos dirá Wojtyla, al comenzar su obra “Persona y

acto” es por medio de la experiencia, en concordancia con otros autores como Edith Stein y von Hildebran

d. En el prólogo de su obra establece su objetivo. Se trata de

establecer cómo la acción revela a la persona y luego descubrir a la persona en la acción, desde esta experiencia el hombre se da interiormente y no sólo exteriormente.[1]

Pero, ¿qué es la experiencia para Wojtyla? Siguiendo a Husserl, distinguirá entre experiencia fenomenológica y experiencia fenoménica. Para él, la experiencia será más bien una experiencia fenomenológica, en cuanto ésta “es la fuente y base de todo conocimiento sobre los objetos, aunque no es la única fuente”[2] No se trata, entonces, de analizar la experiencia al modo empirista, pues, no se puede reducir la experiencia sólo “a las funciones y contenidos de los sentidos únicamente”[3], pues ello, significaría, en opinión de nuestro autor, dar pie a contradicciones profundas y a graves malentendidos.

Entonces, será preciso establecer que todo conocimiento, parte de la experiencia del hombre, la experiencia del humanum, y ella misma, en todos sus momentos de desenvolvimiento, constituyen un momento de comprensión de sí mismo, por lo que no se puede negar la primacía de ésta en toda forma de conocimiento, tanto teórico como práctico. La experiencia del hombre es, pues, la posibilidad consciente de enfrentarme conmigo mismo y que facilita el conocimiento de la realidad en la cual estoy conscientemente instalado.[4]La experiencia se yergue así para Wojtyla, como la única fuente para constituir una teoría sobre el hombre.[5] La experiencia del hombre se basa en la experiencia que éste tiene de sí mismo y también de los demás hombres,

“Naturalmente la experiencia de un individuo no engloba a todos los hombres, ni siquiera a todos sus contemporáneos, sino que está limitada necesariamente a un determinado ámbito, más o menos reducido. El aspecto cuantitativo de esta experiencia tiene cierto valor significativo; cuanto más numerosas son las personas incluidas dentro de la experiencia del hombre, tanto más importante y, en cierto sentido, más rica resulta.”[6]

Hemos establecido que Wojtyla nos señala que la experiencia es el modo que tenemos de acceder al conocimiento de nuestro mundo y de nosotros mismos. Todo conocimiento que nosotros podamos obtener de las cosas y de otros hombres, parte en la experiencia que nosotros hayamos tenido, sea directa o indirectamente, de nosotros mismos. Pero esta comprensión del hombre que yo o alguien posea, es distinta a la comprensión que yo posea de mí mismo, aunque en ambos casos estamos hablando de la experiencia del hombre.[7] “Hay razones innegables para hablar de una disparidad de la experiencia, pero, igualmente, existen razones que permiten afirmar los puntos esenciales de su intrínseca igualdad”[8]

A este respecto, nos señala Rodrigo Guerra que:

“Las continuas indicaciones que Wojtyla hace respecto de que la comprensión se da en la experiencia y que la experiencia posee de suyo elementos sensibles e inteligibles que alcanzan una estabilización en la especie nos invita a pensar que lo que desea señalar Wojtyla fundamentalmente es la inmediatez del conocimiento de lo singular por parte de la inteligencia.”[9]

La experiencia de uno mismo es también la experiencia del hombre, la que por medio del proceso de estabilización de los sentidos, “dados por discriminación y clasificación mental, nos permite tener una experiencia con nosotros mismos, con nuestro yo”[10]. Este proceso de estabilización es la base de nuestro conocimiento de sí mismo y de los demás. Sin embargo, no se puede dar una experiencia del interior del hombre sin que esta experiencia sea a la vez una experiencia de mi propio yo, tal como lo afirmaba Stein. Ahí radica, según nuestro autor, la disparidad de experiencias, pero ambas son simultáneas y nuestro conocimiento sólo se da en cuanto totalidad, sin rupturas entre nuestra interioridad (conocimiento que tengo de mi mismo) y exterioridad (conocimiento que tengo de los demás). Esto quiere decir, que la experiencia que tengamos de un fenómeno estará siempre acompañada, irrecusablemente, de una experiencia que el hombre tenga de sí mismo.[11]

Wojtyla lo expresa así:

“En relación con mi propio yo, los demás seres humanos son siempre lo exterior, lo que significa que están en oposición a mi interioridad; en el total del conocimiento, estos aspectos se complementan y compensan mutuamente, mientras que la experiencia en sus formas interna y externa, tiende a fortalecer y no a debilitar este aspecto complementario y de compensación.”[12]

La experiencia es, pues en Wojtyla, base y fundamento de todo conocimiento sobre los objetos y sobre nuestro propio yo, pero la experiencia sensible no es la única forma de experiencia cognoscible, existen otros tipos de experiencias que se dan de manera inmediata a la conciencia[13]. Pero es en ella donde el hombre se descubre como yo y otro fuera de mí.[14] Es decir, como sujeto y objeto. Pues en toda experiencia se da un grado de comprensión de lo que se experimenta, pero esta comprensión se da en una unidad que la otorga la acción misma del hombre. Por medio de esta unidad en la acción es que descubrimos a la persona. La experiencia nos dice que el hombre actúa y que en esa misma acción el hombre se revela como persona. No hay acción sin una persona que la realice y no hay persona que no comporte un conjunto de acciones.[15]Es, por tanto, la experiencia del actuar del hombre la que nos permite entrar en su esencia y nos permite un conocimiento más profundo de él, es decir, por medio de la experiencia podemos alcanzar el conocimiento de la persona como un todo dinámico y no estático.[16]

La experiencia del hombre no es, por tanto, la experiencia de algo que es sino la experiencia de alguien que es[17] El yo que percibe no sólo se percibe corporalmente, poseyendo un cuerpo, sino que va más allá de la mera percepción física y alcanza la corpórea y sensible que denominamos interioridad subjetiva[18]. Por lo tanto, establecer la experiencia como punto de partida implica establecer, en el estudio del hombre, a éste como sujeto de su conocimiento y de su acción, es decir, como una experiencia de la intersubjetividad; “La experiencia inicial que todo ser humano posee al conocer algo y en la que se manifiesta que el ser humano es alguien, es decir, un sujeto que vive desde dentro la experiencia de ser sí mismo.”[19]

“En la medida en que crece la necesidad de comprender al hombre como persona única en sí e irrepetible, y sobre todo (…) en la medida en que crece la necesidad de comprender la subjetividad personal del hombre, la categoría de la experiencia adquiere su pleno significado, y éste es un significado-clave. Se trata, en efecto, de realizar no sólo la objetivación metafísica del hombre como sujeto agente, o sea, como autor de sus actos; se trata de mostrar la persona como sujeto que tiene experiencia de sus actos, de sus sentimientos, y en todo esto de su subjetividad. Desde el momento en que se ve esta necesidad en la interpretación del hombre agente, la categoría de la experiencia deberá encontrar el lugar propio en la antropología y en la ética, es más, deberá situarse hasta cierto punto en el centro de las distintas interpretaciones”[20].

Por medio de la experiencia el hombre se reconoce como un yo distinto de otros yo, un sí mismo que se distingue del mundo y de todo lo que le rodea. La persona se ubica como un ser que siendo en el mundo se distancia de éste “que sólo es acortada cuando la acción consciente y libre las hace suyas de acuerdo a las modalidades que le son propias”,[21]pero, por sobre todo, viviendo en el mundo se separa y se destaca de él, pues, el hombre se encuentra remitido a sí mismo, es decir, el hombre se remite esencialmente a su yo que lo distingue y separa del mundo.

Siguiendo a Guerra podemos afirmar que en cada actividad o estado de ánimo, el hombre se encuentra con su propio yo, tiene una experiencia concreta y determinada de sí mismo. Esto que lo experimenta como propio, lo hace diferenciarse de otros yo como él, es decir, de otros que no soy yo.[22] A esto se refiere Guerra cuando afirma con ello, una cierta soledad originaria del yo humano quien se capta a sí mismo como el centro del mundo, de su mundo, y cuya centralidad no puede ser nunca objetivada.

“Más aún, nos parece que gracias a su soledad originaria, el ser humano adquiere la conciencia personal en el proceso de distinción de todos los seres y se abre, particularmente, a la posibilidad del encuentro con otro yo. La apertura hacia el otro y la experiencia del otro determinarán, luego, más la experiencia del humanum que la misma distinción entre ser algo y ser alguien.”[23]

2. LA IRREDUCTIBILIDAD DE LA PERSONA

Entonces, la experiencia es la que nos ofrece el modo más propicio para acceder a la esencia misma de la persona y un mayor conocimiento de ésta. Por medio de ella, podemos comprender que es la acción la que revela la persona. En cuanto que en la praxis el hombre se evidencia como sujeto y objeto. Este acceso por la experiencia a la Persona nos revela el carácter de irreductibilidad que posee el hombre, es decir, nos revela el lugar original y fundamentalmente humano que posee el hombre en relación con el mundo[24]. En ella, se anula, según nuestro autor, la dicotomía presente en la historia de la filosofía entre lo subjetivo y lo objetivo. Así lo afirma en su texto la subjetividad y lo irreductible en el hombre:

“Quien escribe esto está convencido de que la línea de demarcación entre la aproximación subjetiva (de modo idealista) y la objetiva (realista) en antropología y en ética debe ir desapareciendo y de hecho se está anulando a consecuencias del concepto de experiencia del hombre, que necesariamente nos hace salir de la conciencia pura como sujeto pensado y fundado a priori y nos introduce en la existencia concretísima del hombre, es decir, en la realidad del sujeto cognoscente.”[25]

La comprensión del hombre pasa por tratar el problema de la irreductibilidad del hombre, es decir, aquello que constituye la originalidad plena y fundamental del hombre en el mundo. Ella no puede ser una comprensión cosmológica del hombre o reducción cosmológica, tal y como se pueden expresar en el pensamiento de Aristóteles, donde el hombre viene siendo definido desde su proximidad a la especie; el hombre es un animal racional (zôon noétikon) o como animal político (zôon politikón), ya que éstas no logran explicar este carácter irreductible.[26]

“La antropología aristotélica tradicional se fundaba, como se sabe, sobre la definición anthropos zoon noetikón, homo est animale rationale. Esta definición no sólo corresponde a la exigencia aristotélica de definir la especie (hombre) a través del género más próximo (ser viviente) y el elemento que distingue una especie dada dentro de su género (dotado de razón); esta definición está estructurada, al mismo tiempo, de tal modo que excluye – al menos cuando la asumimos inmediata y directamente – la posibilidad de manifestar lo que es lo irreductible en el hombre. Esa definición contiene – al menos como evidencia primordial – la convicción de la reducción del hombre al mundo. La razón de esta reducción era, y sigue siendo, la necesidad de comprender al hombre. Este tipo de comprensión podría ser definida como cosmológica.”[27]

La historia de la filosofía ha tendido a considerar, pues, al hombre como un animal racional es decir, como una cosa o ente, que ha sido centro de muchas ciencias que lo reducen a objeto, perdiendo de vista con ello la originalidad primaria del hombre y reduciéndolo a un aspecto del mundo.

“Toda la tradición de la complejidad de la naturaleza humana del compositum humanum espiritual-corpóreo, doctrina que desde los griegos a través de la Escolástica llega hasta Descartes, se mueve en el ámbito de esta definición y, por consiguiente, dentro de la reducción fundamental al mundo de lo que es esencialmente humano. Tampoco se puede negar que los grandes territorios de la experiencia y del saber particular que sobre ella se fundan siguen esta convicción y trabajan con el fin de legitimarla.”[28]

Continúa afirmando:

“En la tradición filosófica y científica, que nace de la definición ‘homo animal-rationale, el hombre era sobre todo un objeto, uno de los objetos del mundo, el cual de modo visible y físico pertenece. Una objetividad así entendida estaba vinculada al presupuesto general de la reductibilidad del hombre.” [29]

La subjetividad del hombre, en cambio, busca recoger lo esencial en el hombre que no puede ser reducido por el género más próximo y la diferencia de especie.[30]Entonces, la subjetividad resulta ser, para Wojtyla, un sinónimo de la irreductibilidad de la persona. Y aquí radica la novedad de la definición de Persona dada por Boecio y cuya terminología es heredada de Aristóteles, ya que en ella, se da “un suppositum distinto (= sujeto del existir y del hacer)”[31] y por otro lado, esta definición resalta la individualidad de la persona en cuanto ser sustancial que posee una naturaleza racional o espiritual.[32] Entonces, cuando afirmamos la subjetividad de la persona estamos afirmando también el carácter objetivo de la misma realidad.

La interpretación del hombre a partir de la experiencia, una experiencia integral del hombre, parece ser el único modo de acceder si queremos comprender a la persona como única en sí e irrepetible, es decir, en cuanto persona en acción, y es la forma en la cual podemos comprender la subjetividad de la persona, donde esta interpretación se torna clave. Ella nos permite garantizar al hombre como un sujeto agente de sus actos y como aquel que tiene experiencia de sus actos.[33] Esta interpretación del hombre no corre el riesgo, según nuestro autor, de caer en un subjetivismo, ya que,

“Dejando aparte consideraciones demasiado detalladas de este problema, podemos afirmar brevemente que, vinculándonos con esta interpretación, con la experiencia integral del hombre, no nos vinculamos a un subjetivismo, sino que, en cambio, garantizamos la subjetividad auténtica del hombre, es decir, su subjetividad personal, es una interpretación realista de su ser.”[34]

Por lo tanto, continúa nuestro filósofo, será necesario recurrir al análisis de la conciencia, pues sólo la conciencia revela la realidad del hombre concreto como sujeto que tiene experiencia de sí, ya que, toda experiencia, para Wojtyla, no se constituye en la conciencia sino que a través de ella, y ésta nos permite revelar la estructura del yo humano y esta estructura implica considerarlo más allá de cualquier tipo de reducción, más allá de todas las objetivaciones y detenerse en lo irreductible, es decir,

“es necesario pararse en el proceso de reducción que nos conduce a una comprensión del hombre en el mundo (comprensión de tipo cosmológico), para comprender al hombre en sí mismo. Este segundo tipo de comprensión podría ser llamado personalista. El tipo de comprensión del hombre llamada personalista no está en contraposición con la de tipo cosmológico, sino que es su interpretación. Ya hemos dicho que también la definición de persona formulada por Boecio definía sólo el “terreno metafísico” para la interpretación de la subjetividad personal del hombre.”[35]

Si bien, no podemos descartar el aporte que se ha hecho desde la metafísica clásica al estudio sobre la estructura fundamental del hombre, se hace necesario postular una cierta limitación de la misma y demandar una cierta metafísica transfenoménica,[36]es decir, una metafísica como fenomenología que tenga como objeto el separado real[37]. Esta comprensión transfenoménica implica el estudio de todo lo que es “desde el punto de vista de aquello que lo hace ser reconociendo metodológicamente sus elementos irreductibles.”[38]

Lo que la fenomenología realista, que desde nuestra perspectiva adhiere Wojtyla, denomina comprensión transfenoménica de la subjetividad, está afirmando la necesidad de reconocer la condición trans-objetual de la subjetividad. Esto no quiere decir que lo transfenoménico sea extra fenoménico o preterfenoménico. Esta expresión busca superar la dicotomía kantiana que presenta el fenómeno como mostración del ser y el noúmeno como las cosas en sí misma que nuestro conocimiento no tiene posibilidad de conocer. Al contrario, para la fenomenología realista el fenómeno es ser que se revela en su aparecer.[39] O como lo dice Guerra “Todo aparecer es de alguna manera.”[40]

Esta comprensión transfenoménica puede bien ser comprendida como propiamente fenomenológica, pues, “precisamente ha de buscar el logos inteligible de cuanto hay, el noúmeno en y a través del fenómeno. La fenomenología, en este sentido, es verdadera noumenología, es auténtica vuelta a las cosas mismas.”[41]

La fenomenología permite que se pueda analizar e interpretar esta naturaleza de tal forma que ésta pueda revelar y mostrar su propia esencia. Significa que por medio de la fenomenología podemos también “revelar la riqueza propia del ser humano, en toda la complejidad del compositum humanum.”[42]

3. LA EXPERIENCIA DEL HOMBRE QUE ACTÚA

Wojtyla ha establecido incansablemente que en la experiencia podemos reconocer que la acción es lo que revela a la persona como un yo concreto, absolutamente único e irrepetible. Pero además, esta misma experiencia nos revela al hombre como un ser dinámico, es decir, no estático ni mucho menos atemporal. El acto es el momento particular de la experiencia de la persona.[43]

Afirmábamos más arriba que, el hombre se presenta a sí mismo como sujeto y objeto de sus actos. Pues bien, habrá que establecer, entonces, de qué tipo de acto nos referimos cuando afirmamos esto. En el primer capítulo de su libro Persona y Acto[44], Karol Wojtyla se detiene a analizar el concepto clásico de la noción de acto, previo a analizar la relación que existe entre persona y acto.

3.1. LA ACCIÓN HUMANA

Lo que nos preocupa aquí es cómo Wojtyla recoge esta noción clásica de acto, especialmente en lo que dice relación con la actuación del hombre. Para él, la acción del hombre es la “concreción del dinamismo propio del hombre[45] y desde esa perspectiva, señala que la filosofía aristotélico tomista en cuanto analítica del ser, tiene de rescatable el hecho de definir al ser como aquello que es, id quod est, es decir, el ser está compuesto de un sujeto que es, id quod y alguna perfección o acción, est. Esto quiere decir, que cuando hablamos del ser, nuestra inteligencia ya ha considerado dos elementos presentes en nuestra noción de ser; la perfección: algo que es y la potencia de ser.[46]

“Aunque sea añadido al concepto de acto humano antes de indagar la estructura fenomenológica de tipo husserliano, debemos subrayar cómo coinciden con el actus humanus elaborada por Tomás de Aquino. El actus humanus brota de la naturaleza de la persona agente, del hombre entendido como sujeto y autor de las propias acciones. Sin duda el elemento más notable de la noción tomista de actus humanus es el hecho de que expresa el dinamismo de un ser concreto, el hombre en su total determinación específica que brota del hombre tomado en su globalidad. Este dinamismo específico encuentra plena elaboración en los estudios de Tomás sobre el voluntarium, por el que el dinamismo propio del obrar humano (agere humanum) y, por lo tanto, del acto humano (expresado en alemán con menschliche tat) encuentra sus raíces en la voluntad. Santo Tomás analiza la naturaleza, la estructura y la actualización con mucho detalle.”[47]

Los actos humanos o voluntarios son actos conscientes[48], debido a que la tendencia del acto hacia el objeto es proyectada deliberadamente por el sujeto. Este hecho de que los actos sean conscientes no hace referencia sólo a que nos damos cuenta de la acción sino, por sobre todo porque, al realizar actos voluntarios, éstos son conscientes en cuanto “incluyen un juicio intelectual en su estructura íntima; ese juicio está presupuesto y como inmerso en la actividad de la voluntad (nihil volitum nisi praecognitum) que es siempre un tender juzgando.”[49] Según Wojtyla:

“La experiencia vivida el hombre actúa se distingue de todos los hechos que en el sí mismo sólo “suceden”. Reconocer en la experiencia que yo actúo significa individuar la forma específica del actuar humano: actuar que atraviesa por el momento de la conciencia y por el momento de la voluntad. Actuar que además de ser “actualización” de potencias diversas es principal y propiamente actualización del sujeto, del sí mismo, que lo realiza. Por ello, preferimos hablar más que de actus humanus o de actus voluntarius, de actus personae, de acción (personal). La acción es índice de conciencia y de verdadera capacidad de autodeterminación realizadas por un sujeto que las posee y que se posee a través de ellas.”[50]

La experiencia de lo humano no es estática, decíamos más arriba, en la medida en que los actos van ampliando y depurando los datos cognitivos que recibimos gracias a la experiencia. Por ello, afirma, Wojtyla, en la experiencia podemos reconocer cómo el hombre se revela a sí mismo en la acción.[51] Este actuar se distingue de todos los hechos que en el hombre sólo suceden, pues este actuar implica un elemento de conciencia y de voluntad, pues, este actuar es “índice de conciencia y de verdadera capacidad de autodeterminación realizadas por un sujeto que las posee y que se posee a través de ellas.”[52]

Por medio de la acción el hombre muestra su subjetividad, ya que ésta es un modo de aparecer y de ser del mismo. La acción no es algo independiente del sujeto que actúa sino que es algo que lo conforma, lo muestra y en ella él se muestra tal como es, como sí mismo. Por ello, es en el hecho de que el hombre actúa en donde verificamos privilegiadamente lo irreductible en el hombre.

Mediante esta expresión “El hombre actúa”, Wojtyla, otorga al acto humano un momento especial en el que se nos muestra en plenitud el ser de la persona. [53] Tenemos que decir con Wojtyla que existe un momento particular en el que la persona se nos revela y éste es: en la experiencia del hombre que actúa. En la acción humana se da una perfección tal que nos permite conocer con mayor luminosidad e inteligibilidad al sujeto que actúa, pues se nos muestra en aquello que le es de suyo propio; su carácter moral.

Por ello, es necesario establecer con prontitud el hecho de que esta acción es necesariamente una acción consciente. En esa acción consciente la persona reconoce algo que le es esencialmente suyo, como algo que es evidente, entendiendo esta última como “la luminosa certeza de que lo que hemos reconocido es, o lo que hemos rechazado no es.” [54] Ese reconocimiento se da en la experiencia del hombre que actúa. En ella, según Wojtyla, debe verificarse la comprensión de lo evidente, pues en ella se puede contratar lo que se comprende “con el dato ofrecido en la experiencia.”[55]

“En la definición de acto como aquella forma de dinamismo propio del hombre, del operari humano, que nos permite conocer al hombre sobre todo como sujeto personal, surge inmediatamente una consideración: que aquél ( el acto) es una acción consciente.”[56]

3.2. EL ACTO CONSCIENTE Y LA PERSONA

Wojtyla entiende la acción del hombre como una acción consciente, es decir, como acto. Este acto consciente, es decir, aquella “actuación que tiene relación con la voluntad y es característica de ella”[57] no se encuentra muy lejos de la formulación clásica que hemos establecido más arriba del acto como acto voluntario. Sin embargo, aquello que lo distancia de la tradición clásica escolástica es que entendía la conciencia como algo subordinado y disuelto, y por tanto, implícito en la suppositio. Lo que afirma Wojtyla, es la constatación que el hombre no sólo actúa conscientemente, sino que también tiene conciencia de ello, además de ser un acto de la persona misma.[58]Lo que lleva a considerar al acto consciente como el momento donde se da la manifestación o revelación intrínseca de lo propio del hombre. Esta concepción de la conciencia como algo específico y único de la persona en la que se va revelando la persona en la acción, pues toda acción se encuentra con que la conciencia existe ya, se desarrolla y pasa en presencia de la misma.[59]Por lo tanto, este acto consciente es un actus personae, mediante el cual el hombre no se deja llevar por las cosas que le suceden sino que sobre ellas decide y actúa.[60]

Cuando Wojtyla se refiere a la conciencia, creemos, que no está haciendo alusión a la conciencia pura, y con ella se distancia del último Husserl, sino de aquella conciencia que se vivencia en la experiencia, pues, para él, la conciencia acompaña y refleja la acción mientras ésta se realiza en el obrar humano, por lo que no estamos haciendo alusión a una conciencia abstracta, ajena a la experiencia, sino a una concreta que nos permite comprender la experiencia.[61] Con este rechazo de la conciencia pura, nuestro autor, está salvando el peligro de caer en un idealismo, al modo husserliano tardío, y, por tanto, haciéndose partidario de una mirada realista.[62]

Wojtyla establece que la conciencia no es la que crea los objetos de conocimiento, ya que ésta no consiste en una visión más profunda de los objetos o en su constitución. Afirma nuestro autor que, “(los actos de la conciencia) no consisten en la aprehensión penetrante de los elementos constitutivos del objeto, en su objetivización, orientada a una comprensión que constituye el objeto.”[63]Por lo tanto, la intencionalidad de los objetos del conocimiento no son propios de los actos de conciencia, sino que ésta los refleja como ya conocidos anteriormente.[64]

Hemos de entender, entonces, con Wojtyla, que la conciencia no tiene el rasgo de constituir el objeto sino que tiene como característica o rasgo definitorio el ser reflejo, es decir, los actos de conciencia no son sino actos reflexivos de aquello que previamente hemos conocido por los actos cognoscitivos y éstos a su vez se dan en nuestra conciencia, pues ésta tiene como atributo el hecho de “penetrar e iluminar todo lo que de alguna manera se convierte en posesión cognoscitiva del hombre”[65] La conciencia, como aquel darnos cuenta de todo aquello que conocemos sobre algún objeto.[66]

Lo anterior no quiere indicar que el autor esté señalando un carácter autónomo de la conciencia, sino que ésta es “un contenido subjetivo del ser y del obrar que es consciente, el ser y el actuar del hombre.”[67] La conciencia, por tanto, no es un sujeto sustantivo o una facultad o factor independiente, sino que la conciencia es la totalidad del ser humano en cuanto éste actúa. En resumidas cuentas, lo que intenta afirmar Wojtyla es que la conciencia no es, por tanto, un sujeto sustancial de actos. Por medio de la conciencia el hombre capta la realidad exterior y se reconoce en ella como uno más, pero también, ella refleja algo más profundo en el hombre; su interioridad, cuestión que veremos más adelante.

“La conciencia no es un objeto autónomo aunque, en virtud de una específica abstracción o más bien exclusión, que en la fenomenología husserliana es definida con el nombre de epoché, pueda ser tratada como si fuese un sujeto. Este modo de considerar la conciencia está en la base de toda la llamada filosofía trascendental, que considera los actos del conocimiento como actos de conciencia intencionales, es decir, orientados hacia un contenido intersubjetivo, y por consiguiente objetivo (el fenómeno) (…) sin embargo, (este tipo de filosofía) no puede calificarse como una filosofía de la realidad del hombre, de la persona humana, aun cuando indudablemente, deba ser utilizado ampliamente en la filosofía del hombre.”[68]

La experiencia del hombre nos señala que el conocimiento no se da dividiéndolo entre las funciones de los sentidos y los del acto intelectivo. Desde la experiencia podemos afirmar la unidad del conocimiento y el comienzo de éste.[69] Señala:

“La experiencia indica también la inmediatez del conocimiento mismo, la directa relación cognoscitiva con el objeto. Es verdad que los sentidos permanecen en contacto directo con los objetos de la realidad que los circunda, con aquellos diversos hechos precisamente. Es difícil admitir que sólo el acto de los sentidos capta estos objetos o hechos en modo directo. Debemos constatar que el acto intelectual contribuye a captar directamente al objeto. Tal inmediación, como rasgo experimental del conocimiento, no anula en absoluto la diversidad de los contenidos entre el acto intelectual y el acto puramente sensible, ni su origen peculiar. Estos son problemas particulares de la teoría del conocimiento que aquí no vienen profundizados. Ahora nos interesa el acto cognoscitivo como un todo concreto al cual debemos, entre otras cosas, el haber captado el hecho el hombre actúa. No se puede aceptar la opinión que en la aprehensión de este hecho de experiencia se alcance sólo la superficie, se limite al conjunto de contenidos de los sentidos, que cada vez son únicos e irrepetibles, mientras el intelecto aguarda, por así decirlo, estos contenidos para hacer su objeto que llamará acto o Persona y Acto. Parece que el entendimiento viene ya comprometido en la experiencia misma, y ella le permite establecer un contacto igualmente directo aunque de manera diversa.”[70]

4. LA PERSONA COMO SUPPOSITUM

Afirma nuestro autor que esta consideración sobre el papel de la conciencia salva cualquier idealismo que permite caer en un subjetivismo y ubica la reflexión sobre la persona como suppositum. Considerar a la persona como suppositum implica reconocer en la experiencia del hombre a éste como aquél que existe en el mundo como un sujeto de su propia existencia.[71]

“Etimológicamente, la palabra se refiere a algo que se pone o se coloca debajo (sub- ponere) que es subyacente. Esta es la forma en que el hombre está por debajo de todas sus acciones y de todo lo que ocurre en él. El suppositum indica el hecho mismo de ser el sujeto o el hecho de que el sujeto es su ser. El sujeto en cuanto ser está por debajo o sirve de soporte de toda estructura dinámica, de todo lo que se hace u ocurre, de toda eficacia y subjetividad.”[72]

El suppositum implica admitir la subjetividad de la persona desde una perspectiva metafísica; en palabras de Wojtyla, la consideración antropológica tendrá un carácter no tanto como extrafenoménico sino que transfenoménico. Esto quiere decir, que el análisis de la persona no se hará con argumentos externos a los fenómenos de la realidad sino que a través de los fenómenos. [73]

A través de éstos fenómenos podemos descubrir la totalidad del hombre como aquel sujeto que existe y actúa.

“O más bien vemos que el hombre es – y debe ser – precisamente este sujeto, porque, si no lo fuese, todo el existir y el obrar que nos son dados en la experiencia como ‘su’ existir y ‘su’ obrar (en el caso concreto de mi yo como ‘mi’ existir y ‘mi’ obrar) no podría ser ‘su’ (mi) existir y obrar. La subjetividad metafísica, o sea, el suppositum como expresión transfenoménica y precisamente por esto fundamental de la experiencia del hombre es, al mismo tiempo, la garantía de la identidad de tal hombre en el existir y en el obrar.”[74]

La expresión del suppositum permite comprender mejor la subjetividad del hombre en toda su honda manifestación, pues ella nos permite abrirnos a la posibilidad de vislumbrar en la experiencia del mismo hombre la particular experiencia del propio yo en un sentido metafísico. Esta idea nos permite considerar al hombre como sujeto de sus acciones.[75] Expresado en términos filosóficos se puede formular como operari sequitur esse, es decir, que para que algo actúe, antes tiene que existir.[76]

Wojtyla establece la distinción entre existencia y su soporte óntico. El comenzar a existir, nos dirá, es primero y fundamentalmente aquel que determina su dinamismo. El sujeto como ser, afirma, es el fundamento de toda subjetividad. Desde esta perspectiva, la definición clásica de Boecio de la persona como rationalis naturae individua substantia, si bien es más inclusiva que el término individual y naturaleza rationalis. Sin embargo, no logran explicar de manera completa y global la estructura dinámica de la persona.

El hecho de que operari sequitur esse, nos recuerda Wojtyla, expresa la dependencia causal del obrar con respecto del ser. Unilateralidad que evidencia que el operari deriva del esse y que, por lo tanto, el actuar es la forma más primordial y excelentísima en la que podemos conocer el ser. En palabras wojtylianas, tendremos que decir que por medio del actuar humano, podemos tener acceso el conocimiento del hombre como sujeto de esta acción y nos permite tener un conocimiento del hombre.

“El operari, o sea, el dinamismo del hombre globalmente entendido, nos permite comprender más de cerca y en modo más adecuado la subjetividad del hombre. Aquí ya no se trata del suppositum como sujeto en sentido metafísico, sino que el suppositum, así entendido, es por lo que el hombre es un sujeto individual y personal.”[77]

El esse, entonces, se encuentra en el origen de toda acción que suceda en el hombre, sea éste consciente o no consciente de ella. Como dice el mismo Wojtyla, “el acto primero (actus) de todo ente, es decir, el primer y fundamental factor de su dinamización.”[78]

“Desde el punto de vista de la persona en cuanto ser que existe y obra, es decir, en cuanto suppositum no vislumbramos en este análisis ninguna fractura de fondo, ningún hiatus. La experiencia de la propia subjetividad personal no es otra cosa que la plena actualización de todo lo que está encerrado virtualmente en el suppositum humanum, en la subjetividad metafísica. Es a la vez su plena y profunda manifestación: plena y profunda realización del ser en la experiencia. Y esto parece estar también el posible sentido, en un cierto modo, filosóficamente definitivo, de lo que enuncia el viejo adagio operari sequitur esse. El suppositum humanum y el yo humano son los dos polos de una sola y la misma experiencia del hombre.”[79]

5. LA PERSONA ES ALGUIEN Y NO ALGO: LA NORMA PERSONALISTA DE LA ACCIÓN

Un aspecto esencial de la consideración de la persona como suppositum nos invita a releer la formulación boeciana de persona como individua substancia no ya sólo como un ser de naturaleza racional e individual, aspectos considerados en el concepto de persona, sino ir más allá de ella y llamarlo simplemente alguien. El filósofo Spaemann lo afirma de la siguiente forma:

“La persona no es un algo, algo creado cualitativamente descriptible, una naturaleza orgánica, etc., sino que la persona es alguien. Efectivamente, aquel alguien que me contempla desde un rostro humano y sobre quien no puedo disponer nunca como de una cosa.”[80]

Este aspecto es neurálgico en algunas consideraciones sobre la persona y la vida humana que, aunque no es materia de nuestro estudio, sí nos parecen medulares para la ética aplicada. Por ejemplo, considerar a la persona como alguien y no algo, implica reconocer en él un estatuto ontológico que no es dado por otros y que no puede ser retirado por otros. Significa considerar que cada sujeto tiene un valor en sí mismo, es decir, “ser persona no es una determinación cualitativa, sino que persona es aquél que posee dichas cualidades. Es esencial para la naturaleza humana el ser poseída por una persona, es decir, por un alguien.”[81]

Considerar a la persona como alguien implica considerar a la persona siempre como regla de nuestras acciones, afirmar su importancia aún a pesar de los riesgos, sean políticos, económicos, etc, que conlleven una sincera afirmación de su dignidad. Implica reconocer en cada persona un sustrato irreductible, en el que hablar de la persona va más allá de toda consideración utilitarista. Implica reconocer en el hombre un valor intrínseco que denominamos dignidad.

Entendemos por dignidad aquello que tiene un valor objetivo e intrínseco, que como tal, no se somete a pareceres subjetivistas o a determinadas elecciones arbitrarias.[82]Con Dietrich von Hildebrand afirmamos que la dignidad de la Persona Humana pertenece al ámbito de aquello que es importante en sí mismo.[83] Por lo tanto, la dignidad humana corresponde a un valor que es importante en sí mismo, y dentro de éstos a aquellos que son valiosos de modo sublime.[84]

En resumen, se afirma por dignidad a aquello que se afirma de manera absoluta, aquello que es principio o punto de partida por surgir desde sí mismo, por apoyarse en sí mismo.

“La dignidad en su sentido más estricto, sólo pertenece a las personas. No solamente dota a cada persona de un valor preciado objetivo –porque eso también se puede decir de los animales y de todos los seres vivos, así como de los objetos materiales muertos– sino que además eleva a la persona a un nivel axiológico inconmensurablemente superior.” [85]

Guerra, por su parte, agrega:

“(La dignidad) es el valor que posee un ente realmente existente que se muestra a sí mismo en la experiencia como un ser con interioridad, incomunicabilidad incomparable, absolutez y trascendencia vertical: la persona. La justicia, el perdón, la verdad y el amor son, sin duda, también valores sumamente importantes. Sin embargo, el valor que posee la persona es tan sublime, que sólo en la medida en que ella los realice éstos adquieren existencia y cumplen su “vocación”.[86]

Esta consideración nos aleja de una comprensión meramente utilitarista de la persona y nos obliga a recuperar la centralidad de la persona, en contra de la instrumentalización y cosificación de las personas. Esta nueva formulación es lo que – de forma original, aunque no distante de otras formulaciones – Wojtyla denominará “Norma Personalista de la acción”.

En su obra Amor y Responsabilidad, Wojtyla desarrolla un estudio sobre la moral sexual, y en ella, se plantea la razón por la cual la persona no puede ser tratada como medio.

“La persona no debe ser meramente un medio respecto de un fin para otra persona. Esto está excluido por la misma naturaleza de la personalidad, por la que cualquier persona es. Los atributos que encontramos en el yo interno de una persona son aquellos por lo que es un sujeto pensante y capaz de tomar decisiones. De modo que, cada persona por naturaleza es capaz de determinar sus fines. Cualquiera que trata a una persona como el medio para un fin le hace violencia a la misma esencia del otro, a aquello que constituye su derecho natural.”[87]

La persona, considerada en sí misma, implica reconocer la importancia de la libertad al momento de comprender a la persona, “Sólo puede ser persona quien tenga la posesión de sí mismo y sea, al mismo tiempo, su propia, única y exclusiva posesión”[88]

Para Wojtyla, la autopoesión encuentra su manifestación y confirmación en la acción. Ella nos permite interpretar la complejidad del dinamismo humano. Sólo mediante la autoposesión el hombre puede autodeterminarse. [89] Esta capacidad de autoposesión se relaciona estrechamente con la capacidad de autogobierno que tiene el hombre. Entiende, Wojtyla, como autogobierno a la relación más estrecha y estrictamente relacionada con la estructura personal interna del hombre y que es distinguible de las demás estructuras que posea el hombre y que lo gobiernen, ya que el autogobierno es aquella capacidad que tiene el hombre “de autogobernarse y no sólo de controlarse.”[90]

6. TRASCENDENCIA HORIZONTAL Y TRASCENDENCIA VERTICAL

Wojtyla establece en su análisis del dinamismo humano importancia a la libertad. “Esta libertad se manifiesta en cada hombre en la experiencia vivida que puede resumirse en la frase puedo, pero no estoy obligado.”[91]

“La libertad adecuada al ser humano, la libertad de la persona que procede de la voluntad (entendida ésta desde la objetividad interior como volición en sí misma) se manifiesta idéntica a la autodeterminación, a ese órgano experiencial, el más complejo y fundamental del ser autónomo del hombre.”[92]

Mediante el acto libre se concreta la trascendencia de la persona, pues es gracias a la libertad que se manifiesta la autodeterminación del hombre.[93]Afirma, nuestro autor, que ser libre implica no solamente querer sino que además implica “escoger” y “decidir.” Esta capacidad diferencia a la persona del simple individuo. Trascender significa que “la persona trasciende a través del conocimiento o de la acción los límites del sujeto y alcanza un objeto”[94]

“Podemos ahora identificar la libertad con la autodeterminación, con la autodeterminación que descubrimos en cuanto propiedad de la persona. La libertad se manifiesta como el atributo de la persona que está vinculado a la voluntad, al ‘quiero’ concreto, (…) Estamos, por tanto, considerando la libertad en cuanto realidad, la libertad que es propiedad real del hombre, y también atributo real de su voluntad.”[95]

Wojtyla establece dos tipos de trascendencia: la trascendencia horizontal y la trascendencia vertical. La trascendencia horizontal es aquella en la cual se traspasan los límites del sujeto en dirección a un objeto,[96]hace referencia a los actos intencionales del ser humano.[97] Mientras que la trascendencia vertical es la consecuencia de la autodeterminación[98], quiere expresar que una de las propiedades de la persona más fundamentales a este respecto es la libertad. El hombre libre es aquel que depende exclusivamente de sí “en cuanto a la dinamización de su propio sujeto”.[99] Para que exista libertad debe existir un sujeto libre, pero al mismo tiempo, es objeto de sus actos de voluntad. Pues sucede que la trascendencia vertical es propia de los entes personales, pues sólo en ellas, el objeto no agota la trascendencia del sujeto.

“Concebida de esta manera, la trascendencia en cuanto propiedad de la persona se puede describir comparando el dinamismo de la naturaleza. En lo que se refiere a la persona, la autodeterminación introduce la posición dominante del ego. Este dominio sirve como una especie de línea directriz.”[100]

La trascendencia horizontal tiene su raíz en la trascendencia vertical, porque el querer algo depende del querer. Esto quiere decir que la capacidad de abrirse al otro en una relación de donación sólo puede ser posible en aquellos seres capaces de autodeterminarse. En perspectiva antropológica y ética, implica que sólo las personas tienen la capacidad de amar, pues sólo en ellas se da el principio de autodeterminación que permite actuar a las personas sin estar determinadas por el objeto. Por lo tanto, uno de los rasgos característicos de la voluntad es el de responder a los valores presentados que permite configurar la acción misma de la persona.[101]

La voluntad, por tanto, corresponde al ámbito de la trascendencia vertical, pues tiene que ver con la capacidad de decisión, es decir, con la capacidad de suspender eventualmente el querer para tomar una decisión, por lo que la voluntad se asocia más bien, a la capacidad de autogobierno y autoposesión, propiedades específicas de la estructura de la persona.[102] El querer algo e ir hacia lo que se nos presenta como un bien que muestra su valor, Wojtyla lo denomina motivación.[103] La motivación es la que nos permite poner en movimiento la voluntad sobre un objeto presente.[104]

“La voluntad al querer o al decidir se descubre como capaz de dinamismos que excluyen la determinación. No sólo la determinación mediante el objeto intencional, -el valor- sino también la determinación a través de la presentación del objeto ante nosotros. La presentación es una condición para poder querer o escoger algo. Sin embargo, ella no es el factor que determina el movimiento de la voluntad. En la decisión no hay una suerte de aceptación pasiva del valor presentado sino una auténtica respuesta a este valor.”[105]

Habíamos afirmado más arriba que lo propio de la voluntad es la capacidad que tiene para responder a los valores que se presentan, aunque en esta respuesta no hay una determinación por parte de ellos sino que la voluntad es la que determina su objeto[106], es decir, cuando escogemos no nos dirigimos hacia un valor excluyendo otras realidades “sino que significa decidir de entre los objetos presentados a la voluntad sobre el fundamento de una cierta verdad.”[107]

Afirma Wojtyla que la voluntad unida a la capacidad de decisión y de elección permite el descubrimiento de otras de las notas fundamentales de la voluntad que es su referencia a la verdad, pues, “la referencia a la verdad forma parte intrínseca de la naturaleza misma de la voluntad”[108] Elegir exige orientarse hacia ciertos valores y apartarse de otros valores, pero para realizar esta elección se hace necesario el conocimiento de los objetos que son necesarias para una elección y la toma de decisiones. Por lo tanto, la dependencia de la voluntad con respecto a la verdad la hace independiente de los objetos, pero no así en relación con la persona, ya que, esta rendición a la verdad es la que explica la trascendencia de la persona en la acción. “La persona es independiente de los objetos de su acción a través del momento de la verdad.”[109] De esta manera, la trascendencia vertical de la persona en el acto se constituye como un superarse a sí mismo en la verdad.[110]

Wojtyla descubre que el sujeto no se agota en la acción sino que se trasciende a través de ella.[111] La trascendencia de la persona en la acción, implica, en síntesis, un traspasarse a sí mismo en la verdad. Lo afirma, Wojtyla, de la siguiente forma:

“La trascendencia de la persona en la acción no consiste únicamente en la autonomía ontológica o en la dependencia autocentrada en el ego. Incluye también el momento indispensable y esencial de dependencia de la verdad, y es este momento el que determina, en último término, la libertad. Porque la libertad humana no se ejercita o realiza evitando la verdad, sino más bien al contrario, mediante la realización y rendición de la persona a la verdad. La dependencia de la verdad delimita la frontera de la autonomía apropiada a la persona humana.”[112]

Desde esta perspectiva la trascendencia vertical se complementa con la integración de la persona en la acción, a la que dedica, nuestro autor, la cuarta parte de su estudio. En ella quiere hacer notar la unidad psicofísica de la persona. El hombre es integración de lo somático y lo psíquico, y esta unidad psicofísica presupone el concepto de persona que se manifiesta en la acción.


El presente artículo forma parte de las investigaciones doctorales del autor.

[1]“La experiencia que el hombre puede tener de alguna realidad exterior a sí mismo está siempre asociada a la experiencia del propio yo, de forma que nunca experimenta nada exterior sin, al mismo tiempo, tener la experiencia de sí mismo”Karol WOJTYLA; Persona y Acción, Óp. Cit. Pág. 3

[2] Ibíd. Pág. 10. En esto Wojtyla se distancia del empirismo que sostiene que la única fuente de conocimiento es el empírico. Aunque ello no signifique negar que toda experiencia tenga un profundo carácter empírico. Cfr. Karol WOJTYLA; “El problema de la separación de la experiencia y el acto en la ética de Kant y Scheler” (1957) en Karol WOJTYLA; Mi Visión del Hombre, ediciones Palabra, 2005, pág. 185.

[3] Ibíd. Pág. 9

[4] En su obra “El problema de la separación de la experiencia y el acto en la ética de Kant y de Scheler”, Op. Cit. , Wojtyla establece que el principio fundamental del que debe partir toda ética radica en la experiencia, siguiendo con ello la declaración metodológica de Scheler.

[5] “Ecco il punto di partenza e la base di tutte le intuizioni succesive in se stesso, e di tutte le riflessione sucessive su se stesso. Ció significa che per karol Wojtyla nel punto partenza dell'antropologia l'unica fonte della conoscenza dell'uomo e l'unica base per riconoscerla come valida é exclusivamente il diretto contatto conoscitivo personale dell'uomo con se stesso , che avviene insieme col diretto contatto connoscitivo con il mondo, coesistente con lui, reale, realmente dato a lui e a lui circonstante . Cosi intesa l'esperienza dell'uomo nel mondo precede tutta la teoria sia dell'uomo sia del mondo. E questa che contituisce l'única fonte per costruire una teoria dell'uomo, un'antropologia, é una base esclusiva dell sua validitá. “STYCZEN, Tadeuz, Sull’antropologia di Karol Wojtyla, aparecido en Karol WOJTYLA, Persona e Atto. Testo polacco a fronte, a cura di Giovanni Reale e Tadeusz Styczen, Rusconi Libri, Italia, 1999.PÁGS. 713-714.

[6] Ibíd. Pág. 4-5.

[7] Son comprensiones y experiencias distintas, ya que en la primera estamos hablando de la experiencia como experiencia del hombre y en el otro como experiencia del yo (ego lo llama Wojtyla), aunque insistimos, en ambos estamos haciendo referencia al hombre mismo.

[8] Afirma Wojtyla; “La disparidad se produce porque yo me doy a mi mismo como mi propio ego, y, por tanto, más distinta y directamente que cualquier otro hombre que no soy yo mismo. Aún cuando supongamos la más íntima relación posible con otro ser humano, siempre se dará esta diferencia. A veces, cuando nos sentimos muy próximos a otra persona puede resultarnos más fácil objetivar lo que hay en él o lo que es, aunque esto no equivale siempre a tener una experiencia.” Ibíd.

[9] Rodrigo GUERRA LOPEZ; Volver a la Persona, Ediciones caparrós, España, . Pág. 222.

[10] “El hecho de que la persona sea incomunicable e inalienable está en relación directa con su interioridad, su autodeterminación, su libre albedrío. No hay nadie que pueda querer en lugar mío. No hay nadie que pueda reemplazar mi acto voluntario por el suyo” K. WOJTYLA; Amor y Responsabilidad, Caparrós editores, Madrid, 1991, pág. 19.

[11] La experiencia de un fenómeno está siempre acompañada de la experiencia del hombre que emerge continuamente. Esta experiencia no versa sobre el ser en general, el hombre en general o sobre el yo pienso en general, sino sobre el hombre que yo soy.” Rodrigo GUERRA,; Afirmar la Persona por sí misma, la dignidad como fundamento de los derechos de la persona, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2003., pág. 40.

[12] Ibíd.

[13] “Percibir lo concreto no es igual que comprender lo concreto. Esta última operación es necesaria en la dinámica del conocimiento debido a que sería imposible referirnos a una persona en concreto o disponer de cosas concretas a través de la acción si fuese imposible entenderlas en su singularidad (…) Wojtyla ´parece darse cuenta que si el conocimiento intelectual fuese mediato la fundamentación realista del conocimiento entraría en una contradicción irresoluble al detenerse el entendimiento en el límite de su propia representación” Rodrigo GUERRA LÓPEZ; Volver a la Persona, Óp. Cit. Pág. 223.

[14] K. WOJTYLA, “La persona, sujeto y comunidad”, en El hombre y su destino, Ediciones Palabra, 2005, Madrid España, pág. 46. “El mundo en que vivimos está compuesto de muchos objetos. La palabra objeto aquí significa más o menos lo mismo que ente. Este no es el sentido propio de la palabra, desde que un objeto estrictamente hablando, es algo relacionado a un objeto. Un sujeto es también un ente – un ente que existe y actúa en un cierto modo. Es posible, entonces, decir que el mundo en que vivimos está compuesto de muchos objetos. Sería verdaderamente propio hablar de sujeto antes que de objeto. Si el orden ha sido invertido aquí, la intención fue poner énfasis precisamente al inicio de este libro en su objetivismo, en su realismo. Debido a que si comenzamos con un sujeto, especialmente cuando ese sujeto es el hombre, es fácil tratar a todo lo que está fuera del sujeto, esto es, a la totalidad de objetos, de una manera puramente subjetiva, tratar con él solo en tanto que entra dentro de la consciencia de un sujeto, se establece a sí mismo y habita en esa conciencia. Debemos, por lo tanto, aclarar desde el inicio que cada sujeto también existe como objeto, como un algo o alguien objetivo.”Karol WOJTYLA, Amor y Responsabilidad, pág. 13.

[15] Cfr.WOJTYLA, . Persona y Acción, pág. 12.”Para nosotros, la acción revela a la persona, y miramos a la persona a través de la acción”

[16] “entonces afirmamos que toda la experiencia del hombre lo muestra como aquel que existe, mora en el mundo y actúa, y nos permite e impone pensarlo habitualmente como el sujeto de la propia existencia y de la propia acción. Este es precisamente el contenido de suppositum. Tal concepto sirve para afirmar la subjetividad del hombre en sentido metafísico, (…) En efecto, a través de los fenómenos que concurren en la experiencia para formar la totalidad del hombre como aquel que existe y actúa, nosotros vislumbramos – estamos casi obligados a vislumbrar – el sujeto de este existir y de este actuar.”Karol WOJTYLA,; El hombre y su destino, pág. 49.

[17] Distinción fundamental que recogemos en la antropología Wojtyliana.

[18] Rodrigo GUERRA, , Afirmar la persona por sí misma, Óp. Cit. Pág. 40.

[19] Rodrigo GUERRA, “Repensar la moral. Experiencia moral, teoría de la moralidad y antropología normativa en la filosofía de Karol Wojtyla”, en www.celam.org/documentos_celam/178.doc, pág. 3

[20] Rodrigo WOJTYLA; “La subjetividad y lo irreductible en el hombre”, pág. 32, en WOJTYLA, El hombre y su destino, Ediciones Palabra, España, 3° Edición, 2005.

[21] Rodrigo GUERRA; Afirmar la persona por sí misma, Óp. Cit. Pág. 48.

[22] Cfr. Ibíd.

[23] Ibíd.

[24] K. WOJTYLA; “La subjetividad y lo irreductible en el hombre”, óp. Cit. Pág. 27.

[25] Ibíd., pág. 26.

[26] Ibíd. Pág. 28.

[27] Ibíd. Págs. 27-28.

[28] Ibíd. pág. 28.

[29] Ibíd. Pág. 29.

[30] Ibíd.

[31] Ibíd.

[32] Afirma Wojtyla que “es necesario dirigir la atención a la diferencia fundamental que existe entre la definición aristotélica del hombre como animal rationale y la definición boeciana de la persona. En este segundo caso, el hecho de la reducción del hombre al mundo, obtenida definiéndolo a través del género más próximo (animal) no está presente. La definición boeciana de persona manifiesta sólo la categoría del ser, la sustancia, limitándolo al hecho de la existencia en sí, fundamental para el hombre en cuanto persona. Si decimos que esta definición define de algún modo el “terreno metafísico” que está preparado para el cultivo sobre la base de la experiencia, con ello mismo queremos afirmar que la estructura del ser expresada en tal definición corresponde también a la experiencia del hombre en cuanto persona. Esta es la estructura más fundamental correspondiente a lo que en nuestra experiencia del hombre como persona es también lo más fundamental, es decir, a lo que estructuralmente condiciona y determina la totalidad de las experiencias gracias a las cuales el hombre-persona se nos revela en toda su subjetividad.” K. WOJTYLA, Ibid. Nota al pie, pág. 30.

[33] Ibíd. Pág. 32.

[34] Ibíd. Pág. 32-33.

[35] Ibíd., pág. 34.

[36]Rodrigo GUERRA; Afirmar la Persona por sí misma, Óp. Cit. Pág. 53.

[37] Ibíd.

[38] Ibíd.

[39] Cfr. Ibíd. Pág. 52.

[40] Ibíd.

[41] Ibíd. págs. 52-53.

[42] K. WOJTYLA; “La subjetividad y lo irreductible en el hombre”, Óp. Cit. Pág. 38.

[43] Ibíd. Pág. 32.

[44] Denominado “La persona en acción desde el punto de vista de la conciencia.”Cfr. Karol WOJTYLA; Persona y Acción, Óp. Cit.

[45] Karol WOJTYLA; Persona y Acción, óp. Cit. pág. 32.

[46] “A la luz de la concepción aristotélica tal y como fue interpretada por los escolásticos, el aspecto peculiar del término actus es su estrecha relación con una potencia correspondiente.”Karol WOJTYLA,; Persona y acción, ibíd.

[47] K. WOJTYLA; “El acto intencional y el acto humano, Acto y Experiencia”; Analecta Husserliana 5(1976) , págs. 269-280.

[48] K. WOJTYLA; Persona y Acción, Óp. Cit. Pág. 32.

[49] Angel RODRIGUEZ LUÑO; Ética General, 5° edición, Eunsa, España, 2004.pág. |78.

[50] R. GUERRA; Afirmar la Persona por sí misma; Óp. Cit. Pág. 57.

[51] K. WOJTYLA; Persona y Acción, Óp. Cit. Pág. 32.

[52] R. GUERRA; Afirmar la Persona por sí misma, Óp. Cit. Pág. 57.

[53] “La persona se conoce a través de sus actos, desde el acto se puede llegar a todo lo implicado en el mismo, se llega al sujeto en su irreductibilidad interior y en su concomitante trascendencia. De este modo entiendo superar la fenomenología en una auténtica metafísica desubjetivizando la conciencia y desubjetivizando el dinamismo humano.” J. R. MENDEZ; “El fundamento de la ética en Karol Wojtyla”, en Revista Filosofar cristiano N° 5-6 (1981/82) pág. 299. Citado por Juan José PÉREZ SOSSA; Introducción a la obra de Karol Wojtyla El hombre y su destino; Óp. Cit. Pág. 17.

[54] E. HUSSERL; Investigaciones lógicas I, pág. 41, citado por R. GUERRA; Volver a la Persona, Óp. Cit. Pág. 225

[55]Rodrigo GUERRA; Volver a la persona, óp. Cit. Pág. 225.

[56] K. WOJTYLA; “La persona, sujeto y comunidad”, Óp. Cit. pág. 54.

[57]Karol WOJTYLA; Persona y Acción, Óp. Cit. pág. 34.

[58] Aclara nuestro autor que es por ello que consciente y consciencia se aplican en dos sentidos diferentes; uno como atributo, por ejemplo, cuando se hace referencia al actuar consciente y el otro como nombre que puede hacer función de objeto.

[59] Ibíd. Pág. 39.

[60] Wojtyla señala que hay que distinguir entre lo que ocurre en el hombre y lo que él hace. K. WOJTYLA ; Persona y Acción, óp. Cit. Pág. 39. Esto es importante en la medida en que Wojtyla ha venido señalando que es el hombre quien es dueño de sus propias acciones y es por medio de la conciencia que el hombre se posee a sí mismo, desde su yo, de una manera originaria.

[61] WOJTYLA, ibíd.

[62] Ibíd. Pág. 42.

[63] Ibíd. Pág. 40.

[64] “La conciencia, es por así decirlo, el conocimiento de lo que ha sido constituido y comprendido. La intención de las observaciones anteriores es señalar que el dinamismo cognoscitivo intrínseco, la misma actividad del conocimiento, no pertenece a la conciencia. Si los hechos de conocimiento consisten en constituir de una manera determinada los significados que se refieren a objetos cognoscitivos, en ese caso no es la conciencia la que los constituye, aún cuando es indudable que se constituyen también en la conciencia.” Ibíd. Pág. 41.

[65] Ibíd.

[66] La conciencia tiene el carácter de ser irradiativa pero no un carácter comprensivo activo de los objetos, sino que debe entenderse como un poseer.

[67] Ibíd.

[68] Karol WOJTYLA; “La persona, sujeto y comunidad”, aparecido en The Review of Metaphysisc, N° 33 (1979-1980) págs. 273-308.

[69] “Podemos decir que la experiencia del hombre constituye el inicio de todo el proceso de comprensión que se desarrolla por las vías que le son propias pero siempre en relación a esta su fase inicial, es decir, a la experiencia. De otra forma no se ve la posibilidad de un realismo consecuente en filosofía y en la ciencia. La imagen del mundo que en ellas desarrollamos podría ser entonces fundamentalmente incoherente con la realidad.” WOJTYLA, “La estructura general de la autodecisión” en , Asprenas 4, (1974) págs. 337-346 En El Hombre y su destino, Ediciones Palabra, 3° Edición, Madrid, 2005. Pág. 173.

[70] Ibíd. Pág. 49.

[71] Karol WOJTYLA,; “La persona, sujeto y comunidad”; óp. Cit. Pág. 49.

[72] Karol WOJTYLA,; Persona y Acto, Óp. Cit. Pág. 89.

[73] Cfr .Karol WOJTYLA ; “La Persona, sujeto y comunidad”. Ibíd.

[74] Ibíd.

[75] Cfr. Karol WOJTYLA; Persona y acción, óp. Cit. Pág. 87. “El hombre tiene la experiencia de sí mismo en cuanto sujeto cuando algo ocurre en él, por otra parte, cuando él está actuando, tiene la experiencia de sí mismo en cuanto actor.”

[76] “Hay que distinguir entre la existencia (ese o ser real) y su soporte óntico, el suppossitum. Pues si algo no existiera, no podría ser origen y sujeto del dinamismo que procede de su ser, del actuar y del ocurrir. Si el hombre no existiera, no obraría realmente ni ocurriría en él nada. Considerada como condición tan fundamental de la existencia real de todo ser que existe, se puede decir que el propio suppositum es un ser en tanto en cuanto es sujeto del existir y del actuar.”Ibíd. Pág. 89.

[77] K. WOJTYLA;” La persona, sujeto y comunidad”, óp. Cit. Pág. 51.

[78] K. WOJTYLA; Persona e acto, pág. 197.

[79] K. WOJTYLA; La persona, sujeto y comunidad, óp. Cit. Pág. 64.

[80] Robert SPAEMANN; “¿Todos los hombres son personas?,” en http://homearguments.blogspot.com/2005/07/son-todos-los-hombres-personas.html Notamos aquí una cercanía entre el pensamiento de nuestro filósofo y el del filósofo alemán Robert Spaemann.

[81] Ibíd.

[82] Josef SEIFERT; “Dignidad Humana; Dimensiones y fuentes de la persona humana” Depósito Académico Digital de la Universidad de Navarra, http://hdl.handle.net/10171/2597

[83] Ver el capítulo I del presente trabajo, en el apartado que trata sobre el pensamiento de Dietrich Von Hildebrand, especialmente, la dimensión moral y el conocimiento de los valores.

[84] Cfr. Josef SEIFERT; Ibíd.

[85] Ibíd.

[86] Rodrigo GUERRA; Afirmar la persona por sí misma, Óp. Cit. Pág. 116.

[87] Karol WOJTYLA; Amor y Responsabilidad, Óp. Cit. Págs.. 26-27.

[88] Karol WOJTYLA; Persona y acción, Óp. Cit, pág. 124.

[89] “Estando en posesión de sí mismo, el hombre puede autodeterminarse. Al mismo tiempo, la voluntad, todo ‘yo quiero’, auténtico, revela, confirma y realiza la autoposesión, que es adecuada únicamente para la persona: el hecho de que la persona es sui iuris, dueña de si misma” Ibíd.

[90] Ibíd. Pág. 125.

[91] Rodrigo GUERRA, Volver a la persona, Óp. Cit. Pág. 252. A esto se referían los medievales cuando afirmaban la persona est sui iuris.

[92] Rodrigo WOJTYLA; Persona y Acción, pág. 139.

[93] Wojtyla entiende por Autodeterminación como la propiedad de la persona que, enraizada en el autogobierno y en la autoposesión, revelan en el orden dinámico, la objetividad de la persona.

[94] Rodrigo GUERRA; Volver a la persona, óp. Cit. Págs. 252-253.

[95] Karol WOJTYLA; Persona y Acción, Óp. Cit. Pág. 135.

[96] Ibíd.

[97] “La voluntad entendida solamente como un deseo que tiende al objeto que le es propio- ya sea el valor o el fin- no nos muestra su dinámica particular. Semejante análisis nos hace entrever solamente un aspecto de la voluntad y un aspecto de la trascendencia que le es propia. El acto de voluntad es un dirigirse activo del sujeto, es decir, de la facultad, hacia el objeto- o sea, el valor- que es deseado como fin y es también, por consiguiente el objeto de una intencionalidad. En este dirigirse activo del sujeto (que distingue el acto de voluntad de los distintos deseos y quereres que, nótese bien, aparecen en el sujeto) está también la trascendencia del mismo sujeto hacia el valor o fin. Se puede decir que el sujeto sale activamente de sí mismo hacia un valor dado permaneciendo siempre el mismo yo que en aquel momento ha decidido la salida hacia el valor. Se podría llamar a este tipo de trascendencia una especie de trascendencia horizontal” Karol WOJTYLA; La estructura general de la autodecisión, en El hombre y su destino, Ediciones palabra, Madrid, 2005, pág. 177-178.

[98] Es la trascendencia debida al hecho mismo de la libertad en el hombre. Se trata de la libertad de ser libre de actuar y no sólo la que se refiere a la dirección intencional de las voliciones hacia un fin.

[99] Ibíd. pág. 140.

[100] Ibíd.

[101] Ibíd. Pág. 158

[102] Ibíd. Pág. 154.

[103] “Ahora debemos ocuparnos de la estructura de las decisiones humanas. Pero antes examinaremos con cierto detalle el problema de la motivación. Al hablar de motivación, nos referimos a la influencia que los motivos tienen sobre la voluntad, y esto corresponde estrictamente a la intencionalidad de la voluntad. Cuando quiero algo, considero el objeto que se presenta a mi atención como bueno y demuestro su valor. La presentación es un elemento esencial de la motivación, a la que corresponde, por parte del hombre, una forma específica de conocimiento.” Karol WOJTYLA; Persona y acción, Óp. Cit. Pág. 151.

[104] Cfr Rodrigo GUERRA; Volver a la Persona, Óp. Cit. Pág. 253.

[105] Ibíd.

[106] Karol WOJTYLA; Persona y acción, pág. 154, ver también pág. 157.

[107] Rodrigo GUERRA; ibíd.

[108] Karol WOJTYLA; Ibid. Pág. 160.

[109] Ibid. El momento de la verdad pertenece a la voluntad y no se debe confundir con la veracidad de las elecciones y decisiones concretas que se puedan hacer en la práctica.

[110] Ibíd. pág. 162

[111]Ibíd. Afirma que “la libertad es, en sentido amplio, la flexibilidad intencional de la persona y la independencia parcial con relación a los posibles objetos de la volición, en cuanto que el hombre no está determinado ni por los objetos ni por su presentación. Su independencia en la esfera intencional se debe explicar recurriendo a su referencia interior a la verdad y a la dependencia de la verdad que es inherente a la voluntad.”

[112] Karol WOJTYLA; ibíd. Pág. 179.