jueves, 6 de octubre de 2011

EDUCACIÓN, ENTRE LA LIBERTAD, LA IGUALDAD Y LA SOLIDARIDAD



Hemos asistido a un hito que puede ser considerado histórico y que tiene como protagonistas a los estudiantes chilenos que buscan y exigen, con personalidad, creatividad, nobleza y urgencia, cambios en la forma de entender la educación y que signifiquen un acceso igualitario de todos los hijos de esta patria a una educación pública de calidad, lo que conlleva no sólo otorgar nuevos aportes económicos significativos que preserven este derecho, consolidado por la Constitución y que conforman uno de los ideales de la declaración Universal de los Derechos Humanos sino hacer accesible a todos, sin consideración, de una educación al modo humano. Un movimiento que puso en la mesa de las familias chilenas la discusión por el ideal de persona y de país que queremos; un movimiento desafiante de los poderes políticos y especialmente fácticos, encarando con claridad y agudeza las interrogantes de pseudos pensadores que aparecen en televisión una vez a la semana y que, como buenos exponentes del sistema económico y político imperante, pretenden defender la tranquilidad cómplice de millones de chilenos que parecen adormecidos en sus conciencias a la espera, siempre lejana, del rebalse económico para poder gozar de bienes superficiales garantizados en televisión.

Asistimos, sin lugar a dudas, a una etapa en el que las formas clásicas de entender la democracia se tornan agónicas y dan paso a espacios nuevos y creativos, participativos por esencia, en la que los ciudadanos tienen la última palabra que destrona linajes, opone verdades a las mentiras, saca a la luz (aletheia) una nueva forma de comprender lo social y de comprender a la persona. Un conflicto que tiene como raíz el enfrentamiento de diversos modos de entender el legado que la modernidad nos ha dejado, expresado epopéyicamente en los ideales de la revolución francesa; Libertad, Igualdad y Fraternidad.

La libertad, por ejemplo, ha sido uno de los valores que ha resaltado el liberalismo, especialmente en su vertiente económica, posibilitando el auge material y la satisfacción de necesidades externas, a veces superfluas, generando la emergencia de una nueva conciencia de los derechos y libertades que deben ser promovidos y respetados y que deben estar expresados en los cánones básicos de las naciones que se consideran a sí mismas como civilizadas. El respeto de libertades individuales y colectivas, los derechos como consumidor, el afán de competencia en este juego del mercado, donde aquellos que poseen las habilidades necesarias podrán sobrevivir (me preocupa, por ejemplo, el aprendizaje basado en competencias por lo mercantil y anti inclusivo que éste resulta en educación) La libertad que “consangra” la constitución política de un país y que faculta a los padres a elegir la educación que desean dar a sus hijos. Dicha libertad que estoy cierto, muchos de mis compatriotas efectivamente no pueden ejecutar.

La igualdad, por su parte, ha sido el valor que ha recogido el movimiento socialista y colectivista y que considera que previo a cualquier ejercicio de la libertad está la consideración de que todos somos iguales en dignidad. No hay sujetos de primera clase y segunda clase y que ésta división resulta ser antinatural en el hombre. Ello significa que todos tenemos el derecho al mismo acceso a los bienes y servicios de todos porque son de todos. La igualdad que exige que todos podamos dar pasos concretos en la construcción de la comunidad que es más que el resultado de los encuentros individuales.

Creo que, a la luz de los acontecimientos, estamos en presencia de la asunción de aquel valor olvidado de la revolución francesa que hoy denominamos Solidaridad. Y por qué hago tal afirmación, porque creo que los jóvenes están proponiendo un paradigma que va más allá de la simple libertad, con lo radicalmente humano que ella significa, y más allá de la igualdad, con su componente social que encierra. Proponen una mirada hacia el otro; el otro olvidado por el solipsismo occidental que pretende fundar realidades desde el egoísmo existencial; el otro, sometido a represiones y autoritarismos por carecer de un sustrato ontológico que lo haga igual al yo trascendental, inventado por Descartes y profundizado en Kant, que puede, ante todo, poner en duda su radical existencia. Un paradigma de justicia donde se realza la deuda contraída con el otro, el dar a éste lo que le corresponde ontológica y moralmente, es decir, a darle su dignidad.

Solidaridad, que renuncia a las miradas individuales sin soslayarlas, pero que pone su empeño en la necesidad de responder a un bien superior; el bien común. Solidaridad en mirar desde la perspectiva del otro, junto a los otros como gustaba decir a Wojtyla. Solidaridad en pensar en lo realmente preocupante, en aquello que exige una atención urgente; la construcción de una sociedad donde todos tengamos acceso igualitario a los bienes que hemos construido entre todos. Solidaridad en la preocupación por el mañana (no el mañana egoísta del padre que piensa en sus hijos por muy loable que ello sea) sino el mañana de aquellos hijos, que no serán los mios, pero que en virtud de pertenecer a un sustrato común no pueden acceder sólo a migajas del saber. Solidaridad en gritarle a los poderosos que ellos tienen una deuda que deben saldar y que están moralmente ligados a resolver. Solidaridad en decirles a los políticos que la democracia se hace a partir de las necesidades de los ciudadanos y no a espaldas de los mismos.

Un valor que tiene prendado en su formulación la experiencia del futuro, pero que no olvida el presente. Un valor que puede ser la síntesis entre los afanes de resguardo de la libertad y la promoción de la igualdad. Sin lugar a dudas que nuestro país necesitaba de estos jóvenes y estoy orgulloso de ellos. Ellos no tienen miedo pues el miedo no es propio de las almas nobles.

Sólo si aquellos que son capaces de recuperar la experiencia del otro en clave solidaria podrán entender con profundidad el cambio radical al que éstos jóvenes están exigiendo de nuestra sociedad mercantil, productora y competitiva.