lunes, 15 de diciembre de 2008

INTRODUCCIÓN A LA ÉTICA DEL DISCURSO


La ética del discurso, es un intento por pasar del egocentrismo occidental ("yo pienso") a un "nosotros argumentamos".[1] Y como lo afirma, Adela Cortina, La ética discursiva, como filosofía moral, no busca preocuparse por la corrección de las normas de acción "sino por la verdad de las proposiciones, más por el discurso práctico que por el teórico, cree poder ofrecer hoy día una fundamentación de lo moral que transforma dialógicamente. Ella pretende rescatar el ideario emancipador de la modernidad; libertad, igualdad y fraternidad, por eso propugna la recuperación de los modos de modernidad crítica".[2]Es decir, busca un criterio de universalidad que tenga un carácter fundamentador y que nos permita un procedimiento metodológico para solucionar conflictos morales en las sociedades pluralistas y por otro lado, nos permita alcanzar un consenso social como criterio legitimador de los valores y las normas.

Esta ética del discurso tiene su origen en la década de los setenta en círculos de la escuela de Frankfurt y sus principales exponentes son K.O. Apel y J. Habermas y representa una lectura desde los cambios generalizados, sucedidos en el último tiempo, "por el proceso de racionalización moderna occidental y de su impacto en la esfera ético - moral"[3].

La ética discursiva pretende tomar como punto de partida el factum lingüístico, no ya de un dato filosófico ni siquiera ontológico. Por otro lado, Ética del discurso asume el giro lingüístico de nuestro tiempo. Con ello nuestra ética se detiene a analizar lo que han llamado el giro pragmático, es decir, atender a las dimensiones del lenguaje en las que los filósofos del lenguaje ponen su atención, evitando con ello la falacia abstractiva como lo afirman el mismo Apel y Habermas. Por otro lado, es importante señalar que en esta disciplina ética no tienen cabida los absolutismos universales sino, al contrario, postulan el carácter falible de los enunciados de las ciencias en la medida en que sus enunciados deben ser comprobables en la experimentación empírica. Como lo afirmaremos más adelante será preocupación de nuestra ética buscarle una fundamentación a un nuevo tipo de convivencia que surja de la conciencia de la crisis de la razón práctica y la necesidad de fundar la convivencia nacional en el consenso.

A este tipo de ética se le conoce con diferentes acepciones y cada una de ellas, como lo afirma Adela Cortina, "aunque designa una misma construcción filosófica señalan en cada caso un aspecto peculiar"[4]. Nosotros optaremos por el nombre más técnico para designar a esta corriente ética en el presente trabajo. Aunque es preciso señalar brevemente qué estamos diciendo cuando nos referimos a cada una. Cuando hablamos de ética dialógica hacemos referencia al carácter dialógico del ser humano. Nuestro entendimiento vive en constante actitud dialógica y que somos parte de una comunidad de habla. "El lógos humano es en diálogo, hasta el punto de que el monólogo no es sino un diálogo internalizado"[5] En este sentido, afirman los exponentes de esta corriente, la ética dialógica se enraíza con la tradición ética más antigua. Desde Sócrates hasta los pragmáticos, pasando por la escuela epicúrea, el cristianismo entre otros.

El término ética comunicativa, por otro lado, viene a replantear el imperativo categórico kantiano en términos de teorías de la comunicación. Ella dice relación con la capacidad que tienen los individuos por su competencia comunicativa, "tienen derecho racionalmente a participar en pie de igualdad en la deliberación y decisión de las normas a las que han de someterse"[6]

Otro concepto utilizado es el de "ética de la responsabilidad solidaria", con ella se quiere acentuar la solidaridad como la actitud propia del lógos humano[7] y que prefiere utilizar K. O. Apel para hacer referencia a nuestro tema.


LA CRÍTICA A LA RAZÓN INSTRUMENTAL SUBJETIVA DE LA MODERNIDAD

El planteamiento crítico de la ética del discurso hacia la modernidad, por su carácter monológico subjetivo e instrumental, tal como lo presenta la época moderna, es un tema recurrente en esta disciplina ética.

El sujeto moderno es un sujeto individualista y egocéntrico que no sobrepasa las esferas de lo meramente subjetivo. Desde un subjetivismo religioso (la reforma protestante como promotora de una privatización de la fe), o desde el punto de vista del conocimiento se ha descubierto como un sujeto dotado de razón (Descartes), como instinto (Hume), como Libertad (Kant), como voluntad de poder (Nietszche), como autoconciencia (Hegel), como pastor del ser (Heidegger) Todas estas grandes apuestas de la modernidad aportan un modelo de hombre centrado en sí mismo, en un sujeto auto referente, un yo trascendental.

Kant es el gran responsable de otorgar madurez a este proyecto de la modernidad, sin embargo, ya en él podemos encontrar ciertos elementos de superación del individualismo solipsista de la modernidad. Nos dirán Apel y Habermas que ya en Kant “se encuentran indicadores, inspirados en Rouseau, que apuntan a la superación del sujeto individual, al hacer consistir la racionalidad formal de las normas en universalización”[8]Estamos asistiendo a una crisis de la modernidad que se nos muestra como una crisis misma en la idea de infabilidad del sujeto, propiciado por la crisis de las ciencias. Es por ello, necesario replantearnos la supremacía del sujeto solipsista y recuperar una nueva manera de entender las relaciones entre los individuos. Lejos de la omnipotencia de las ciencias y de la ilusión eterna querida por la tecnología, que nos ha legado un malestar profundo, se pretende fundamentar una forma de vincular las relaciones entre los individuos.

EL PENSAMIENTO CRÍTICO DE HABERMAS

El pensamiento de Habermas surge como respuesta al atolladero en el que se vio enfrascada la teoría crítica. Habermas pretendía darle una fundamentación a una teoría que dijera directa relación con la práxis. Esta fue su preocupación central; buscar una fundamentación última a la teoría en la práxis y la conexión entre ambas.

Ya sabemos que en la filosofía tradicional o clásica esta fundamentación se hallaba en el carácter divino de la realidad, del ser y del obrar humano. En la ilustración este principio trascendente se desvanece, se sigue considerando que la razón tiene una función de orden práctico. La razón, piensan los ilustrados, es capaz de orientar un comportamiento racional del sujeto y de la sociedad, superando con ello, ciertos dogmatismos y prejuicios. Para ello los ilustrados hablaron de racionalización del poder político queriendo entender por tal la posibilidad que tienen los sujetos para relacionarse y alcanzar sus fines propuestos colectivamente.

El carácter científico natural del pensamiento ha arruinado la pretensión de la filosofía de ofrecer un fundamento último que permitan unir teoría y práxis. El positivismo científico sólo se limita a garantizar la relación entre medios y fines pero no puede decir nada sobre la fundamentación última. Por otro lado, la tecnificación y burocratización de la sociedad, producto de al racionalización moderna, lleva a la descomposición de instituciones de configuración de voluntades[9], en la que las organizaciones sociales buscan relacionarse entre sí y con el estado sin la necesidad de la opinión pública. Y "la publicidad fomenta una tendencia al consumo que es utilizado por el poder para manipular a los individuos"[10]

La teoría de los intereses cognoscitivos de Habermas pretende dar a conocer cómo el conocimiento humano tiene su raíz en la práxis, en la vida misma. Para Habermas el conocimiento es un componente de la apropiación de la naturaleza por el trabajo que el hombre necesita llevar a cabo para asegurar su supervivencia Por lo tanto, todo conocimiento está orientado por un interés de dominar la naturaleza mediante la predicción y el control de sus procesos. Es lo que Habermas llama "Interés técnico". El trabajo es para nuestro autor una actividad que el hombre desarrolla necesariamente de forma social que requiere de comprensión y entendimiento mutuo, esto es lo que Habermas denomina "interés práctico", ya que el conocimiento requiere de la formación de consenso y concertación de intereses.

El interés técnico es el que regula las ciencias naturales y sociales, en la medida en que éstas buscan el control de las actividades humanas. Mientras que el interés práctico es propio de las ciencias hermenéuticas en la que se incluyen las ciencias humanas.

Sin embargo, estas dos no son suficientes pues se basan en un fundamento que tiene su raíz en la fuerza, en la coacción. Ya que las relaciones entre los individuos muchas veces tienen determinadas formas de imposición de una idea u opinión que hace dificultoso el diálogo libre entre ellos, posibilitando con ello la alienación de los individuos por la serie de imposiciones. Esta alienación sólo puede ser desarticulada por una ciencia crítica de las ideologías a la que anima el interés por la liberación de esos poderes hipostasiados o interés emancipatorio. "Estos tres tipos de interés determinan el aspecto bajo el que la realidad puede resultar accesible a la experiencia". Y "constituyen para los sujetos capaces de lenguaje y acción condiciones necesarias de la posibilidad de toda experiencia que pueda pretender ser objetiva" [11]

LA ACCIÓN INSTRUMENTAL Y LA ACCIÓN COMUNICATIVA

Habermas transforma la tipología de la acción social de Weber y distingue dos tipos de acción, Una de tipo racional teleológica y la comunicativa. La acción racional teleológica es aquella en la que el actor se orienta hacia una meta De acuerdo con Habermas, toda acción instrumental es un caso específico de una "acción racional con arreglo a fines". Habermas caracteriza así a toda acción realizada para conseguir unos fines determinados, que suelen ser fines empíricos, observables o cuantificables. De allí que podamos inferir que las acciones instrumentales se rigen por reglas técnicas que descansan en un saber basado en la experiencia. Este tipo de acción puede ser estratégica cuando "se atiene a las reglas técnicas de la elección racional y valora la influencia que pueden tener en un contrincante racional. Las acciones instrumentales pueden ligarse a interacciones, mientras que las acciones estratégicas son en sí mismas sociales."[12]

Todas las acciones, que pertenecen a lo que denominamos experiencia cotidiana o experiencia precientífica de la vida, están dentro del marco de la acción instrumental porque son acciones en las que, dada una intención o fin, utilizamos adecuadamente una regla técnica para alcanzarlo, y todo ello, basados en un saber empírico que está en nuestras mentes a partir de informaciones previas o experiencias del pasado.

Si elevamos todas esas acciones humanas, realizadas en nuestra vida diaria, hacia una acción tan específicamente humana como es la investigación en las ciencias de la naturaleza, es decir, si pasamos de la experiencia precientífica a la experiencia científica, llegaremos a la conclusión de que ésta no es más que una realización altamente especializada de la acción humana en cuanto acción instrumental. En efecto, ciencia y técnica y, en especial, la tecnología son posibles gracias al desarrollo de la acción instrumental y de la racionalización que subyace a ésta.

El progreso científico se produce, según nuestro autor, porque es el producto de la acción humana, esto es, de la capacidad para crear un saber científico en un campo del conocimiento determinado, en el marco de la acción instrumental. El ser humano crea la ciencia con el fin de alcanzar un progreso técnico científico, si bien éste, en ocasiones, entra en conflicto con el progreso moral.

Así pues, lo que define específicamente la acción instrumental es el hecho de que se trate de la relación hombre - naturaleza como una relación de dominio y control de aquél sobre ésta. A partir de reglas técnicas, según hemos expuesto en dos niveles.

§ En el nivel precientífico, los seres humanos procuran controlar y dominar la realidad a partir de la aplicación de ciertas reglas técnicas basadas en la experiencia vital.

§ En el nivel científico, el ser humano procura dominar la realidad a partir de las ciencias de la naturaleza, cuyo método es el hipotético nomológico. Según esto, no hay datos o hechos empíricos sino para teorías. Las leyes científicas se formulan a partir de una observación sistemática de la realidad y su conversión a la forma de leyes físico matemáticas. No se trata pues, de una observación ingenua, sino de una observación realizada desde hipótesis nomológicas que la experiencia se encarga de confirmar o rechazar. Cuando éstas son confirmadas, se convierten en leyes universales y necesarias de un campo científico determinado, y tienen pleno vigor hasta que alguna experiencia negativa las ponga en duda y sea preciso revisarlas.

Según Habermas la acción comunicativa tiene tres grandes características. Entenderemos por acción comunicativa lo que afirma nuestro autor en "ciencia y técnica como ideología", "Por acción comunicativa entiendo una interacción simbólicamente mediada. Se orienta de acuerdo con normas intersubjetivamente vigentes que definen expectativas recíprocas de comportamiento y que tienen que ser entendidas y reconocidas, por lo menos, por dos sujetos agentes. Las normas sociales vienen urgidas por sanciones. Su sentido se objetiva en la comunicación lingüística cotidiana. Mientras que la validez de las reglas técnicas y de las estrategias depende de la validez de enunciados o analíticamente correctos, la validez de las normas sociales sólo se funda en la intersubjetividad del acuerdo sobre intenciones y sólo viene asegurada por el reconocimiento general de obligaciones"[13]

La acción comunicativa, en otras palabras, dice relación con las interacciones del hombre con el hombre a través del lenguaje con la finalidad de entenderse. Este tipo de acción, según nuestro autor, se caracteriza porque a) Es una acción absolutamente libre entre sujetos capaces de lenguaje y acción. El ideal de acción comunicativa es el diálogo libre y sin restricciones entre los seres humanos. El hombre es un fin en sí mismo, y no un medio para otros hombres, b) El fundamento de este tipo de acción libre y responsable es la capacidad de comprensión que poseen todos los hombres. En este sentido, los hombres se caracterizan porque tienen competencia comunicativa, son capaces de ejercer actos de habla, c) La acción comunicativa es la condición esencial de la sociabilidad humana. De ahí que podamos decir que la sociedad tiene como fundamento la acción comunicativa.

Hay que distinguir entre acción instrumental estratégica y consenso racional. El primero brota de la acción instrumental coactiva y el segundo, de la acción comunicativa. El consenso racional permitiría la legitimación de las normas para la convivencia. El reconocimiento intersubjetivo de los individuos es la base de toda validez moral por medio del discurso.[14] Como lo afirma Adela Cortina "El sello de la racionalidad consistirá en tomarse en serio la pretensión de validez intersubjetiva de las normas, en buscar verdaderamente cuáles pueden ostentar tal pretensión y en percatarse de que este "verdaderamente" supone no impedir aportación alguna, eliminar la coacción y atenerse a los intereses generalizables"[15]

La ética del discurso quiere asumir una posición propia respecto de la crisis de la razón práctica que tiene como consecuencia el proceso de racionalización moderno. Para nuestros autores la modernidad es un proyecto inacabado y que aún es posible rearticular pero desde otra perspectiva el carácter emancipador que le caracteriza, más en esta sociedad globalizada y complejizada. Los exponentes de nuestra ética no están inspiradas por el giro instrumentista postulado por la razón ilustrada moderna sino que se inclinan por la constitución de una ética que sea central y clave en la construcción de la sociedad moderna y de la historia. Esto quiere decir hacer una nueva lectura de los postulados de libertad, igualdad y fraternidad "por medio de una reflexión pragmático formal"[16] Habermas señalaba "el que la ilustración se ilustre a sí misma, también sobre los desastres que puede ocasionar es algo que pertenece pues, a su propia naturaleza. Sólo cuando se ignora tal cosa puede recomendarse la contra ilustración como ilustración sobre la ilustración"[17]

d) FUNDAMENTACIÓN DE LO MORAL EN LA ETICA DISCURSIVA


La ética del discurso cree que es posible y necesario encontrar una fundamentación trascendental de lo moral Es por eso que, como lo afirma A. Cortina, la tarea central de la ética sea la de determinar las condiciones de racionalidad de hechos incontrovertibles. Al modo de Apel esto consiste en buscar "una fundamentación trascendental a lo moral desde el factum de la argumentación". Pero este "factum" no se refiere a simples consensos fácticos sino que dicen relación a las condiciones necesarias para un consenso racional en la que estén representados no sólo aquellos interesados en él sino todos los miembros de la sociedad que se ven afectados por él. Además este consenso debe ser revisable, en la medida en que cabe la posibilidad de que éstos se vean sometidos a coacción o presión. Además, todo consenso que diga tener validez universal debe ser confiable, debe descansar en un compromiso moral. Es decir, toda posibilidad de fundamentar la moral se hará sobre al base de la acción comunicativa que ya intentamos aclarar más arriba. En palabras de Salvat, "se trata, a través de la radical comunicabilidad de la razón, de entender el lenguaje en uso (nivel pragmático) como esencialmente orientado al entendimiento mutuo, al acuerdo, en este caso, en torno a las normas que deben o pueden regular la vida en común"[18]

Para la ética discursiva el concepto de persona es central, pero esta vez va acompañado de una connotación más categórica; el ser un interlocutor válido, cuyos derechos a la réplica y la argumentación tienen que ser ya siempre pragmáticamente reconocidos para que la argumentación tenga sentido.[19]

Para la ética del discurso los actos de habla son exitosos en la cotidianeidad porque quien las realiza ejerce una pretensión de validez, de verdad, inteligibilidad y corrección de las proposiciones que el oyente acepta[20]. Esto quiere decir que el receptor del acto de habla ejerce un acto de confianza sobre el interlocutor, quien a su vez pretende otorgarle validez a su comunicación. Esto permite que los sujetos se encuentren en diálogo de aceptación mutua y se reconocen como personas, como seres capaces de autonomía, entendiendo como tal al hombre como valor absoluto, como fin en sí mismo, que requiere del respeto y del reconocimiento de sus interlocutores como dignos e iguales. Cuestión que tiene capital importancia en la construcción de una sociedad democrática en la que los sujetos son iguales y respetados por su sola condición de personas y en tanto es sujeto de derecho.

El carácter dialógico de esta ética pretende considerar a todo sujeto como un interlocutor válido tan sólo si tiene competencia comunicativa. Es decir, en una sociedad democrática todos los sujetos deben ser consultados al establecerse normas que rijan a la sociedad por medio del diálogo y la participación ciudadana en las que se satisfacen, de cierto modo, los intereses universales. Como lo apunta Cortina, son inmorales los autoritarismos, las dictaduras pues no consultan a la gente y no dan espacios de expresión y participación de la ciudadanía. En estas sociedades solo prima el interés de uno o unos pocos y a ellos se someten las opiniones de los demás. Lo mismo la violencia, pues ella busca acabar con el contrario y no consensuar con el contrincante en diálogo sincero y abierto.

En este sentido, las palabras de Apel son muy clarificadoras: "Todos los seres capaces de comunicación lingüística deben ser reconocidos como personas, puesto que en todas sus acciones y expresiones son interlocutores virtuales, y la justificación ilimitada del pensamiento no puede renunciar a ningún interlocutor y a ninguna de sus aportaciones virtuales a la discusión. A mi juicio, no es pues, el uso lógicamente correcto del entendimiento individual, sino esta exigencia de conocimiento recíproco de las personas como sujetos de la argumentación lógica, la que justifica el discurso sobre la ética de la lógica"[21]

El discurso práctico, según nuestra ética, tiene tres reglas que entiende como presupuesto del discurso práctico; a) reglas correspondientes a una lógica mínima; b) Los presupuestos programáticos de la argumentación, que se entiende como una búsqueda de acuerdo; c) las estructuras de una situación ideal de habla.[22] Esta situación ideal del habla, es para este tipo de ética no una utopía ni mucho menos una secularización de normas religiosas sino que es más bien un "presupuesto contrafáctico del habla"[23] Porque como lo afirma nuestra autora el discurso práctico, y el discurso en general, es un proceso de comunicación que busca satisfacer las necesidades de todos los individuos de forma racional por medio del consenso. "El logro del consenso que exige la argumentación de todas las personas posibles, acerca del mayor número de acciones y expresiones, funciona como un principio regulativo, que debe ser realizado como ideal de la comunicación en y a través de la comunidad real y por medio del cual la incertidumbre sobre el logro fáctico de la meta debe ser sustituida por un principio ético de compromiso y esperanza"[24]

Según Salvat esta ética tiene algunas características específicas, tales como, es una ética que privilegia las cuestiones de justicia por sobre las del bien común a la felicidad. La pregunta que origina este tipo de ética es la de las condiciones que hacen de una vida válida o legítima y, por otro lado, es cognitivista, en cuanto sustenta la posibilidad de fundamentar con razones los enunciados normativos.[25] En este sentido la ética discursiva es una ética deontológica, en cuanto le preocupa abordar y explicar la validez de los mandatos y normas de acción, además de ser un tipo de ética procedimentalista en sentido formal[26] en el sentido de que su preocupación será establecer un principio de justificación de las normas universales. En palabras de Habermas "Sólo pueden pretender validez aquellas normas que pudiesen contar con el asentimiento de todos los afectados como participantes de un discurso práctico"[27]

En este sentido Habermas es muy claro en afirmar que cualquier sujeto capaz de lenguaje y acción puede participar en los discursos, cualquiera puede problematizar cualquier afirmación, cualquiera puede introducir en el discurso cualquier afirmación, cualquiera puede expresar sus opiniones, deseos y necesidades, no puede impedirse a ningún hablante hacer valer sus necesidades[28] Y este constituye el principio de universalización, la regla por la cual se constituyen las situaciones ideales del habla. En palabras de Habermas esto dice así: "Cada norma válida habrá de satisfacer la condición de que las consecuencias y efectos secundarios que se seguirían de su acatamiento universal para la satisfacción de los intereses de cada uno (previsiblemente) puedan resultar aceptados por todos los afectados y preferidos a las consecuencias de las posibles alternativas conocidas"[29]

Apel, a diferencia de Habermas, se esfuerza por distinguir dos partes en la ética. Una llamada parte A de la ética que tiene como finalidad central buscar una fundamentación y una parte B aquella que está orientado por una ética de la responsabilidad que lleva a reconocer a todo ser humano como parte integrante de la comunidad de comunicación en dos niveles; la real, histórica, limitada e imperfecta y la ideal "anticipada contrafácticamente en toda argumentación con sentido"[30] En ella los acuerdos no son mediados por intereses particulares. La parte B intenta aplicar a contextos diferentes la acción ética "en las que la aplicación siempre viene condicionada por las consecuencias que se siguen de la acción y por las situaciones concretas"[31]

La ética discursiva reconoce a cada persona su capacidad de participar en las discusiones que dicen relación con las decisiones y normas que les afectan. Al tomar en serio a los afectados esta ética permite introducirlos en la construcción de los consensos y darles las garantías de que sus vidas e intervenciones serán tomadas en cuenta al final por medio de normas que los incluyan. Ello significa aceptar la opinión de las minorías, asegurando en cualquier forma el respeto de sus derechos básicos y a la defensa de sus posiciones ya la expresión libre en los mecanismos propios de un sistema democrático.

A partir de ésta ética se pueden elaborar una teoría de los derechos humanos que permita cimentar las bases de una democracia participativa como hemos señalado más arriba, ya que ésta tiene grandes repercusiones en este tipo de modelo político de sociedad "La ética discursiva, afirma Cortina, explica moralmente la organización de una democracia y yo diría que inspira una democracia participativa"[32]en las que el núcleo es la promoción, defensa y expresión de la autonomía humana y de la solidaridad de los sujetos.

La ética del discurso tiene ciertas exigencias para que realmente exista una racionalidad comunicativa y se de una situación ideal de comunicación;

1. La conservación del sujeto hablante y de cuántos de él dependen.
2. Poner las bases materiales y culturales para que algún día sea posible actuar comunicativamente sin que con ello peligre la conservación propia y ajena.[33]

Para los creadores de esta corriente ética (Apel y Habermas) les preocupa superar el monologismo de la filosofía tradicional de la conciencia, el solipsismo e individualismo de las tradiciones liberales y el subjetivismo emotivista. Además de terminar con un cierto consenso colectivista que diluye a la persona en la intersubjetividad en las que sólo importan las decisiones de la mayoría.

El presupuesto ético de este modelo es el de la igualdad y la dignidad de las personas, ya sea que se lo derive del proceso lingüístico discursivo, ya sea que se asuma como cultura moral subyacente a las democracias occidentales. El paradigma ético neokantiano y procedimentalista se asocian así a los rasgos constitutivos del orden político de las modernas sociedades industriales, tratando de superar los males y limitaciones humanas.


e) UNA ÉTICA DE MÍNIMOS


Como ya lo hemos afirmado, la ética del discurso parte del presupuesto de la existencia de una sociedad pluralista donde los ciudadanos son capaces de darse sus propias leyes, es decir, de mínimos comunes que le permiten construir una base común de encuentro y convivencia. Pero ¿cómo hemos de entender estos mínimos comunes? En primer lugar, y como lo afirma Adela Cortina, son aquellos valores que las sociedades liberales se han dado y que ya compartimos en nuestra vida cotidiana.[34] Pero que, como igualmente lo habíamos afirmado, no responden a un pacto fáctico sino “la condición de que tenga sentido cualquier acuerdo legítimo que tomemos en una sociedad democrática y pluralista”[35]Por tanto, la corrección de una norma no puede ser nunca un pacto, sino un acuerdo unánime, fruto de un diálogo sincero, en el que “se busca satisfacer intereses universables.”[36] Quien así actúan debe tener presente que “sólo pueden pretender validez las normas que encuentran ( o podrían encontrar) aceptación por parte de todos los afectados, como participantes de un discurso práctico.”[37]y tratará a aquellos con quienes entabla un diálogo como valiosos en sí mismo y que no es posible hacer de ellos ninguna instrumentalización. Al modo kantiano, tratar siempre a las personas como fines y nunca como medios. Esto es lo que Habermas intenta expresar cuando afirma “para que se llegue al acuerdo sin coacción, éste último tiene que ir creciendo desde dentro de la vida humana.”[38]

Estos mínimos comunes éticos se podrían encontrar, en nuestras sociedades, en la declaración de Derechos Humanos, promovida por la ONU y que promueve los valores de la libertad, la igualdad y la solidaridad entre los sujetos. Estas tres generaciones de derechos humanos permiten una actitud de diálogo mínimo entre los ciudadanos.[39]En las argumentaciones los participantes tienen que partir de que en principio todos los afectados participan como libres e iguales en una búsqueda cooperativa de la verdad en el que la única coacción permitida es la del mejor argumento.[40]

Para ello es necesario establecer ciertas condiciones
a. Hay que tener presente a todos los afectados por la cuestión propuesta.
b. Todos los seres humanos deben ser considerados como interlocutores válidos.
c. Todas las conclusiones son siempre revisables hasta que se llegue a un punto de verdadera comunicación racional.
d. Todos pueden manifestar su posición.

La ética discursiva es consciente que no muchas veces es fácil llegar a un consenso ya que juegan un rol importante las disparidad de convicciones , la tendencia al dogmatismo y las implicaciones emocionales e inconscientes y por los prejuicios que uno tiene sobre las cuestiones de las que va a versar el diálogo. Por ello, es imprescindible sostener como supuestos:
La no confesionalidad de la sociedad
La posibilidad de una ética puramente racional.
Las personas ya viven sus éticas de máximos y que no podemos esperar que ellas las compartan.


f) LAS DEBILIDADES DE LA ÉTICA DEL DISCURSO


Nos parece oportuno entregar nuestra visión crítica sobre los principales aspectos de la ética del discurso esbozada en este artículo. Estos versarán muy brevemente sobre , lo que a mi juicio, representan el talón de Aquiles de este planteamiento. A saber:

1. Esta ética propone un proceso de diálogo progresivo entre todos los afectados por las normas éticas. Mientras mayor sea el número de los participantes en un discurso argumentativo ¿no se hace más difícil alcanzar acuerdos y mínimos éticos con contenidos realizables para todos?¿ No se volverán en contenidos genéricos que sólo pueden estar al alcance de unos pocos? O que determinados grupos no aceptarán estos mínimos sino como máximos, y por lo tanto, esos mínimos que hemos aceptado como supuestos fundamentales de toda acción humana, no se volverían sino supuestos indemostrables que no todas las sociedades, incluso democráticas, se atreverían a aceptar.

2. Cuando los contenidos se hacen muy amplios y tienen un carácter de universalidad, es decir, pretenden abarcar y vincular a muchos sujetos. Éstos contenidos necesariamente pasan a ser concreciones del derecho y como el derecho debe actuar en base a casos particulares, no admiten la ambigüedad y, por ende, los mínimos comunes que tienen un carácter genérico.

3. Me parece que el excesivo respeto al pluralismo de las sociedades liberales y democráticas, degenera en un cierto relativismo moral y axiológico que impediría, a mi modo de ver, no reconocer la objetividad de ciertas verdades que están más allá o más acá de un simple acuerdo, por muy generalizado y amplio que sea éste.

4. El carácter de mínima de la ética puede llevar el riesgo de entenderla como una ética más, que no pide mucho a las personas y que lleva a un cierto conformismo de mínimos y nada más.

5. Es utópico pensar en un acuerdo generalizado que alcance a todos los afectados. Existen muchos poderes fácticos que ejercen su opinión con mayor poder argumentativo que los que no tienen ninguna fuerza coactiva. Existe un binomio entre poder argumentativo y poder económico. De seguro que quien posee mayor poder económico es capaz de inducir con mayor fuerza argumentativa.

6. Las experiencias de violencia y guerra, de autoritarismo y caudillismo, nos han enseñado que es difícil aplicar términos dialógicos entre las partes. Ya nos bastó con las experiencias de EE UU sobre Irak, donde el poder fáctico y económico estuvo por sobre el diálogo de las naciones. Entonces, nos surge la pregunta si estamos en presencia de una ética meramente formalista y sin un carácter pragmático que convenza a las personas por el sólo uso argumentativo y no el uso de la fuerza.

7. El carácter de universalidad de la ética del discurso puede llevar al menosprecio de las particularidades entre los sujetos.

A MODO DE CONCLUSIÓN


La ética del Discurso es un intento por armonizar las consecuencias de la modernidad y por su carácter de crítica y malestar frente a los procesos de racionalización excesiva de sus postulados, de sus desviaciones y consecuencias negativas. Como lo afirmábamos en nuestro ensayo. Esta disciplina pretende rescatar el ideal emancipador de la modernidad, pero con un nuevo matiz y desde otra perspectiva. Esta reflexión hecha desde esta disciplina ética viene a responder al diagnóstico de una sociedad moderna y los procesos de modernización que se van gestando en la sociedad.

Esta ética pretende analizar el giro pragmático, es decir, aquellas dimensiones del lenguaje en la cual poco se había puesto poca atención por parte de la filosofía. Ella es respuesta a la necesidad de buscar una salida a las abstracciones en las que estaba enfrascada la teoría ética. Ella tiene su fundamento en la acción comunicativa y en el carácter eminentemente dialógico del ser humano.

Lo que más rescato de esta ética es su pretensión de fundamentar una moral universal que sea clave en la construcción de una nueva sociedad moderna. Una moral que es capaz de ayudar en la construcción de una sociedad democrática donde las personas sean respetadas por el solo hecho de ser personas y no por los posibles privilegios naturales o sociales que éstas tuviesen. Es interesante cómo esta ética es capaz de tomar en cuenta a los afectados en la toma de decisiones.

No obstante lo anterior, hay varios aspectos en los que habrá que revisar el planteamiento de la ética del discurso. Ello en virtud de favorecer un diálogo crítico y no una mera exposición de las postulados de esta disciplina. Si bien compartimos muchos de sus planteamientos, creemos existen ciertas debilidades y utopías inalcanzables que es preciso develar para reconocer los límites y alcances concretos de ella.

Sin embargo, creo que postular la necesidad de una moral universal que permita unirnos en la construcción de un mundo más solidario, más justo y más humano. Donde nos podamos encontrar en la más propio que tenemos nuestra capacidad de ser "seres dialógicos", necesitado de comunicación y creado para comunicarse consigo mismo, con los demás y con Dios.


BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA



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[1] CORTINA, Adela; Etica Aplicada y democracia radical, Editorial Tecnos, Madrid , 1993. Pág. 170.
[2] CORTINA A; Etica mínima. Editorial Tecnos, 6ª Edición, Madrid , 2000, pág. 73.
[3] SALVAT, Pablo, ¿Contextualismo moral o ética postconvencional (voces en torno a un debate en curso), en Revista Persona y sociedad, Volumen X, Número 2 Agosto de 1996.
[4] CORTINA, Adela; Ética Comunicativa, en CAMPS, Victoria edit. Concepciones de la ética, 2ª Edición, Editorial Trotta, Madrid, 2004, Pág. 206.
[5]Ibid. Pág,.181.
[6] Ibid. Pág. 183.
[7] CAMPS Victoria, Historia de la ética, editorial crítica, Tomo III, Madrid, 1999., Pág. 345.
[8] GOMEZ HERAS, José; Teorías de la Moralidad, introducción a la ética comparada, Editorial Síntesis, Madrid, 2003. pág 350.
[9] En uno de sus escritos Habermas nos platea lo siguiente, que bien nos podría aclarar mejor este asunto:
“Las leyes de la naturaleza de la autoreproducción exigen de una sociedad industrialmente avanzada que se mantenga, si pretende sobrevivir, en a escala de un dominio técnico sobre la naturaleza constantemente ampliado y de una administración de los hombres y sus relaciones mutuas cada vez más refinadas en el plano de la organización social. En este sistema, la ciencia y la técnica, la industria y la administración se fusionan en un proceso circular. Es él la relación entre teoría y praxis no conserva otra validez que la utilización instrumental de técnicas garantizadas por la ciencia empírica. La potencia social de las ciencias queda reducida al poder de disposición técnica; ya no son tenidas en cuenta en su potencialidad de acción ilustrada. Las ciencias empírico-analíticas generan recomendaciones técnicas, pero no dan respuesta a cuestiones prácticas. La pretensión con la que una vez la teoría se vinculó a la praxis se ha tornado apócrifa. En lugar de una emancipación mediante la ilustración se presentan las instrucciones de disposición sobre procesos objetivos u objetivados. La teoría socialmente eficaz no se dirige a la conciencia de hombres volcados hacia la manipulación. Como fuerza productiva del desarrollo industrial, transforma la base de la vida humana, pero ya no sobrepasa críticamente dicha base para elevar la vida, por mor de la vida misma, a un estadio diferente.” En HABERMAS, Jürgen; “Dogmatismo, Razón y Decisión”, en Teoría, Praxis, Tecnos, Madrid, 1988, p.289
[10] BENGOA RUIZ DE AZÚA, Javier; De Heidegger a Habermas, Hermenéutica y fundamentación última en la filosofía contemporánea, Editorial Herder, 1992., Pág. 99.
[11] Ibid.
[12] CORTINA, Adela; "Etica Comunicativa", en CAMPS, Victoria; "Concepciones de la Etica", Op. Cit. Pág. 207.
[13] HABERMAS, J; Ciencia y técnica como ideología, Tecnos, Madrid, 1984, Pág. 68 69.
[14] CORTINA, Ética Mínima, Op. Cit. , Pág. 122.
[15] Ibid. Pág. 123.
[16] SALVAT, Pablo; Ibid.
[17] HABERMAS, J; La necesidad de revisión de la Izquierda, en SALVAT,, Pablo en Op. Cit.
[18] SALVAT, Ibid.
[19] Cfr. CORTINA en Concepciones de la Ética., Op. Cit. Pág. 182.
[20] El hablante eleva implícitamente aquellas 4 pretensiones de validez- verdad para el contenido proposicional, corrección para el realitivo, veracidad en la intención e inteligibilidad- que constituyen la condición de la comunicación" en CORTINA, "Historia de la ética", Op. Cit. Pág.
[21] APEL, Karl ; Transformación de la Filosofía , Taurus, Madrid, 1985, pág. 380.
[22] En CORTINA; "Etica comunicativa", en CAMPS, V; Concepciones de la ética, Op. Cit.
[23] Ibid.
[24] CORTINA, Etica mínima, pág. 124.
[25] SALVAT, Pablo; op. Cit.
[26] SALVAT, Pablo, op. Cit.
[27] Ibid.
[28] CORTINA , A; Concepciones de la ética Op. Cit. .. pág. 187.
[29] HABERMAS, J; Conciencia moral y acción comunicativa, Península, Barcelona, España pág.116.
[30] SALVAT, Pablo; op. Cit.
[31] CORTINA, Etica aplicada y democracia radical, op. Cit. Pág. 171.
[32] CORTINA, Adela; Concepciones de la ética, pág. 194.
[33] CORTINA, "Etica Aplicada y democracia radical," op. Cit. Pág. 172.Quien en su nota a pie de página afirma; "La idea de que es necesario aplicar responsablemente el principio ético en cualquier contexto, pero especialmente en situaciones de violencia, es perfectamente comprendida por un buen número de interlocutores, sobre todo en América Latina.
[34] CORTINA, Adela; La Ética de la Sociedad Civil, Editorial Grupo Anaya, 4ª Ed. Madrid, 2000, Pág. 103.
[35] Ibid. Pág. 104.
[36] Ibid. Pág. 113.Habermas afirma: “todo el que emprenda seriamente el intento de participar en una argumentación acepta implícitamente presupuestos pragmáticos universales que poseen un contenido normativo, el principio moral se puede derivar entonces del contenido de esos presupuestos de la argumentación, con tal que se sepa qué significa justificar una norma de acción”HABERMAS, J, Aclaraciones a la Ética del Discurso, Editorial Trotta, Madrid, 2000, Pág. 16.
[37] Ibid.
[38] HABERMAS, Jürgen , Aclaraciones a la ética del Discurso, Op. Cit. Pág. 132.
[39] “Podemos decir, por tanto, que los valores mínimos compartidos en una sociedad democrática son, en principio: la libertad, en su sentido tanto negativo como positivo, es decir, entendida como independencia de un individuo respecto al poder del estado y con respecto a la intromisión de los demás ciudadanos, y también como posibilidad de participar en las decisiones con respecto a las leyes vigentes en su comunidad política , y la igualdad, entendida como ausencia de dominación. Estos dos valores ya fueron acogidos por la Revolución Francesa de 1789 de la que surgió la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Pero también pertenece al haber de la ética cívica el tercero de aquellos valores – L a fraternidad – que con el tiempo la tradición socialista , entre otras, transmitió en solidaridad, un valor que es necesario encarnar si de verdad nos creemos que es una meta común la de conseguir que todos los hombres se realicen igualmente en su libertad.” CORTINA A; Ibid. Pág. 108.
[40] Cfr. HABERMAS, J; Aclaraciones a la ética del discurso, Op. Cit. 17.

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