martes, 21 de febrero de 2012

La pregunta por la Verdad


Atreverse a Pensar es un problema para nuestro tiempo y preguntar por la verdad es aún peor. En una sociedad en la que cada uno dice poseer su propia verdad, sentarse a discutir lo común de nuestras verdades tiene el tinte de desafiante e indecoroso. Sugiere renuncia y acuerdo, exige cambio y voluntad solidaria de empeñarse a iniciar un camino que nadie sabe donde nos puede llevar. Eso, resulta peligroso porque nos abre a dimensiones que pueden hacer tambalear nuestras miopes comprensiones de la realidad.

Detenerse a preguntar por la verdad significa hacer nuestra la tradición de occidente que reconoce en ella la búsqueda por el lugar del hombre en la realidad misma. Ya los griegos nos hablan de verdad como aletheia, es decir, como descubrimiento, como develación. Como empeño por hacernos cargo de aquello que está ahí y que espera que la descubramos. Parménides nos hablaba de dos caminos, el de la opinión y el de la verdad, es decir, nos invitaba a escuchar la voz de la realidad que fácilmente se nos puede diluir entre las apariencias. Los sofistas habían establecido que el conocimiento puede ser variable y relativo, Protágoras había establecido en el enunciado central de su filosofía que “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son y de las que no son”. Esta negación de un conocimiento certero que posibilitara la posesión de una verdad y , por ende, que hiciera posible todo conocimiento objetivo, fue el criterio que impedía el carácter absoluto de toda pretensión gnoseológica y metafísica. Este principio del Homo mensura que es combatido por Sócrates lo es también en Platón.

Platón, nos inquiría a reconocer que sólo en un proceso de desprendimiento podríamos reconocer aquella verdad que es pura y a no dejarnos guiar por nuestros sentidos porque ellos sólo nos muestran la multiplicidad de las cosas y ello nos alejaría de la comprensión esencial de la verdad, será por lo tanto necesario buscar un tipo de ciencia que nos permita obtener un conocimiento objetivo de las cosas sin recurrir a la opinión de los hombres.

Por su parte, Aristóteles, comparte la pretensión de su maestro frente a la necesidad de una ciencia que intente dar explicación de la realidad, pero a diferencia de él su lectura será menos idealista y más realista. Al fin y al cabo dirá el estagirita, amicus plato, plus amicus veritas, es decir, se puede ser amigo de Platón pero se tiene que ser más amigo de la verdad.

Podriamos seguir enunciando aquí toda la historia de la filosofía y de occidente en torno a la pregunta por la verdad y el lugar que frente a ella tienen la ciencia y la filosofía, pero no es el caso. Yo sólo quiero resaltar aquí que esta frase de Aristóteles sigue teniendo vigencia. Estos dos días de encuentro nos lo ratifican. La Verdad nos sigue inquietando y nos sigue motivando a apreciarla como un valor, al fin y al cabo, sólo la verdad nos hará libres, como afirmaba Jesucristo, y si bien, los creyentes nos sabemos poseedores de esa verdad no es obstáculo para descubrirla junto a otros.

Por otro lado, Negar su existencia sería negar la consistencia misma de lo que somos, de lo que pretendemos ser y de lo que hemos sido. La verdad no puede ser posesión de nadie pero tampoco podemos afirmar que aquello que afirmamos como verdadero no carezca de ciertos elementos que el conocimiento sigiloso y atrevido nos puede otorgar. Lo de estos días es una crítica al perpectivismo, al relativismo gnoseológico y moral, al egoísmo existencial, al quietismo exacerbado. Lo de hoy es hacer filosofía, es decir, desear poseer aquello que no se tiene, como el amante que ama a la amada que aún no posee. Pero este amor, en el caso de la filosofía es un amor que no puede poseerse nunca, pero que no quiere decir, que se desee seguir amando.

Estimados presentes, aquí se reflexionará sobre las distintas formas de alcanzar la verdad que tienen la filosofía y la ciencia y como es lógico, al igual que en años anteriores, saldremos convencidos de la importancia de este ejercicio, también saldremos inquietos al darnos cuenta que nos falta mucho aún por conocer. Pero debemos terminar agradecidos porque nuestro empeño no ha sido en vano, al fin y al cabo, la historia de occidente no puede ser nunca la historia de un error y en eso, Nietzsche, no tiene la verdad.

Muchas Gracias.