sábado, 12 de diciembre de 2009

IN MEMORIAM


A VICTOR JARA

“Canto que mal me sales cuando tengo que cantar espanto.”
(Victor Jara)


Una tarde de invierno tu historia conocí. Historia nacida de los campos de Lonquén, frente a la altura de la pobreza que pisaron tus pies, frente a la bendita tierra que te cubre como cubre a los amantes las miradas del amor…

Encontré tu historia, que hoy todos conocen…Una historia de guitarras y poesías, cuando la luna se ocultaba al amanecer, cuando el sol rompía los musgos, cuando Dios cuidaba de ti. Allí te conocí, maestro de la sencillez, humilde labrador de canto nuevo, poeta de la esperanza, actor de nueva juventud. Allí repasé tu cantar enamorado y tu protesta siempre vital… Allí estabas, querido cantor, mirando a la patria naciendo con nuevo sol.

Eras del campo, surcando la tierra, sudando la piel, tu madre llora su infortunio, un canto a lo humano empapa tu voz, el pueblo te espera y tú no lo haces esperar, la canción se torna combate y sueño a alcanzar. El teatro te invita a desarrollar la pasión, allí al amor reconoces en tablas de identidad y pasión. Un cigarrito acompaña la guitarra que habla de Chile y de su gente, que habla de romances y aparecidos, que canta por travesura, que canta una nueva canción.

Amanda en tu recuerdo, vientos del pueblo en el son, muchas preguntas que enlazas con tristeza, por un país dividido que no quieres y que con un martillo reconstruyes en paz. Canto que se torna valiente y que no puede volver atrás. Manifiesto de lo que anduviste, exigiendo tu derecho a vivir en paz.

En septiembre te trae al sufrimiento de la vida y en septiembre la muerte te lleva del sufrimiento asesino. Tu canto truncado es canto nuevo en la boca del pueblo que canta junto a tu guitarra a un niño pobre en las barrancas empobrecidas. Septiembre te trae el canto truncado, a fuerza de metralla tus muñecas empuñan la guitarra por no empuñar el fusil.

Quiero recordarte entre tantos y tantos, por las injusticias marcadas a sangre y desaparición en la patria mía. Quiero recordarte como creador del tiempo nuevo que aún estará por llegar. Quiero escribirte, Víctor, desde las alturas de los andes, que quieren abrazar al mar, como algún día se abrazarán los chilenos en esas alamedas que el presidente mártir soñó que se abrirán, yo escucho tu canción testimonio y protesta, por una patria para todos y con todos, donde el poder del dinero no frustre los cantos de los niños y el marchar lento de los abuelos.

Yo te escribo Víctor enamorado…de tu patria, de tu tierra, de gente, de tu juanita, de tu Amanda…Yo te escribo a ti cantor del pueblo mártir que nos abrió las puertas de los sueños y me enseñó la coherencia del cantar…



"Somos cinco mil
aquí en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Somos aquí diez mil manos que siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, angustia, pánico,dolor,
presión moral, temor y locura!
Seis de los nuestros se perdieron en el espacio de las estrellas.
Un muerto, uno golpeado
como jamás nunca creíse podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,
unos saltando al vacío,
otros golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos…, todos, con la mirada fija de la muerte.
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión certera
sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas,
la matanza es acto de heroísmo.
¿Es este el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de ascenso y de trabajo?
En estas cuatro murallas, sólo hay un número
que me preocupa,
que lentamente quería más la muerte.
Pero de pronto me golpea la conciencia
y veo esta marea sin latido,
pero con el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona
lleno de dulzura…
¡Y México y Cuba y el mundo
que grita esta ignominia!
Somos diez mil manos que producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
¡Así golpeará nuestro puño nuevamente!
¡Ay, canto, qué mal me sales!
¡Cuándo tengo que cantar, espanto!
Espanto como el que vivo,
como el que muero, espanto.
De verme entre tanto y tantos
momentos del infinito
en que el silencio y el grito
son las metas de este canto.
Lo que veo nunca vi,
lo que he sentido y que siento…
harán brotar al momento…
de la sangre, un fusil…"


(Victor Jara, 14 de Septiembre de 1973)

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