Ricardo Montes Pérez
Profesor de Filosofía
y Religión
Magister en Ética
Social y Desarrollo Humano
Doctor en Filosofía
He querido plantear en este coloquio una reflexión no ajena al quehacer
mismo de este departamento; la cuestión del cómo hablar de una filosofía
cristiana hoy Pero me permito una reflexión inconclusa hecha desde la vivencia
que no tiene nada por acabado, citando, sólo cuando sea el caso, a aquellos que
me siguen el juego de la reflexión o mejor dicho, a aquellos que llenan de
pretexto esta improvisada exposición que se vuelve pretenciosa e insensata al
decir algo del hecho cristiano sólo aconteciendo en mi lo cristiano de manera
particular. Me perdonarán mis amigos filósofos por intentar decir filosofía, desde mi perspectiva
particular siempre insospechada y hasta ilógica , y que pueda herir sus más
profundas convicciones o investigaciones,
y mis amigos teólogos que diga en términos extraños algo que no es tan
evidente o que incluso pueda ser acusado de herejía.
He querido plantear esta problemática de hablar de una filosofía
cristiana hoy. Asunto medular en el contexto de una sociedad secularizada,
traspasada por la afirmación Nietzscheana de la muerte de Dios ubicándola como uno de los orígenes del
declive de occidente y ciertas
corrientes racionalistas que señalan la. que la noción de filosofía cristiana
resulta en sí misma contradictoria y suponen una incongruencia de alguna
reflexión filosófica que dice relación
con otra dimensión que es la de la dimensión religiosa O de aquellos que dicen que afirmar la mera
posibilidad de una filosofía cristiana no es otra cosa que un fin meramente
apologético que usa a la filosofía para poder defender el dogma cristiano. Ese fue por ejemplo, el intento tomista de
construir una filosofía que utilice a la vez la razón natural y la fe como dos
fuentes de conocimiento, o la realidad histórica de la filosofía desarrollada
en la edad media en cuanto reflexión con supuestos cristianos. Gilson ha
mostrado que la expresión “filosofía cristiana”
no ha estado excenta de críticas en primer lugar, desde la perspectiva
de los historiadores, entendiendo que nunca ha habido algo de tal naturaleza
sino una mezcla disonante de doctrinas griegas con teología, la cual no ha enriquecido
el patrimonio filosófico de la humanidad. O la postura de Stein que afirma que
la fe cristiana no es otra cosa que una obra de la razón, pero que reconoce y
acoge las verdades de la revelación cristiana como necesarias para una
comprensión profunda y cabal del ser y de los entes. En fin, comencemos:
1.
¿PUEDE
UN FILÓSOFO SER CRISTIANO?
Hablar de la filosofía cristiana es, en primer lugar, unir dos
dimensiones y realidades humanas que desde el pensamiento moderno deben ser
relegadas a reflexiones casi antagónicas, la fe y la razón. ¿Puede un filósofo ser cristiano? Me preguntaba
en una ocasión un alumno de una de las facultades de esta Universidad, como queriendo invalidar la vivencia cristiana
de todo esfuerzo de pensar la realidad y la misma fe desde los reductos de la
razón. Estoy cierto que una de las condiciones especiales de toda filosofía es
no quedarse con explicaciones provisorias de la realidad, sino como bien dice,
Pamela Chávez, profesora de ética de la Universidad de Chile “aspira a la
claridad última y hasta el último elemento comprensible, hasta el ser mismo y
la estructura del ente”. Es la labor que
en su momento hizo Aristóteles para la filosofía primera, que se complementa
con los sectores de la filosofía que tratan diversos aspectos del ente. La filosofía cristiana, creo, no niega este
aspecto, al contrario, lo profundiza, lo hace patente. Tampoco podemos negar
que no hay vivencia humana que no sea un intento por encontrar la verdad y
tratar de vivirla, errada o no, pero se esfuerza en ello. Ya decía Sócrates que
nadie podía vivir su vida, con algo de sentido, sin previo examen acerca de
ella. La existencia humana está tejida de acciones, que siempre vienen a ser
consecuencias de opciones generales, las cuales, a su vez, derivan de actitudes
globales ante sectores de la vida y, finalmente, de un modo básico de hallarse
el hombre instalado en ésta. Una opción o el adoptar una actitud, una acción o
una postura general que tomemos ante la vida son, además, acciones y procesos,
afirmaciones o tesis. Porque creemos determinada presunta verdad es por lo que
decimos hacer lo que hacemos. En el fondo de las actitudes hay creencias y los
contenidos de las creencias son siempre susceptibles de verdad o falsedad. En
palabras más sencillas, sin verdad no hay existencia humana y el filósofo que
es Cristiano ha dado fe en su postura de una ellas por las cuales da sentido a
su existencia.
2.
LA
EXPERIENCIA CRISTIANA COMO AQUELLO QUE SE DA, COMO ACONTECER
La experiencia cristiana es la experiencia de un acontecimiento. El
acontecimiento en la vida de las personas que se llama Jesucristo. Es decir, la
experiencia cristiana es la experiencia de un encuentro personal con una
persona. Hemos dicho un acontecimiento que, siguiendo a Heidegger, podríamos señalar como aquel darse fundamental
de aquello que está por pensar. Es una tentativa a pensar aquello que está en
lo originario, en aquello que rebalsa las expectativas de la razón y se recubre
de misterio. Decimos misterio en el sentido aquí, no como aquel artículo que se
considera como algo indemostrable o como un problema que se considera
insoluble. El misterio lo entiendo como aquella manifestación que sobrepasa
toda aquella mostración empírica y nos conecta con aquello que no tiene
posibilidad de decirse; el Misterio se contempla, se vivencia, se puede
justificar como aquello más íntimo que recubre de sentido la existencia. El
misterio que, ajeno a las visiones mistéricas propias de la antigüedad, no es
susceptible de recubrirse de un aura de oscurantismo y hermetismo. El misterio
para el cristiano es una vivencia
inefable que se abre en el acontecer.
Dicho lo anterior, volvamos al acontecer. Cuando en la vida cotidiana
hablamos de que algo ha acontecido o algo está por acontecer o está
aconteciendo. Estamos dando cuentas de que hay algo que se dio, se ha dado o se
dará y que no está acabado por completo. Así cuando hacemos referencia que el
acontecimiento de la revolución francesa abrió nuevas posibilidades para una
nueva vivencia de lo político en la modernidad, por ejemplo, estamos diciendo que aquello sucedido
(revolución francesa) sigue siendo en la medida en que ha posibilitado por
ella, o a partir de ella, aspectos o situaciones nuevas que se están
desenvolviendo. Es algo que se ha dado y que sigue dándose de manera “misteriosa”
en aquello que consideramos su consecuencia. Por lo tanto, el acontecer es algo
de lo cual no nos hemos apropiado, es decir, no es algo propio que nos permita
sostener que lo manejamos con incruenta autoridad. Lo acontecido no se posee,
se da. Lo que se da no puede ser necesariamente algo que alguien pueda poseer
en su origen. Sólo puede ser, en términos Heideggerianos, a-propiado. Lo
acontecido no puede describirse, ni explicarse, ni enseñarse, tal vez
proclamarse, si se me permite el término. ¿Qué se proclama cuando se proclama?
Algo acontecido. Algo que ha sido y que merece ser conocido (misterio), algo
que se recubre de sentido y que está traspasado de lo “invisto” como gusta decir a Jean Luc Marión.
Lo invisto no es lo invisble sino algo que estando en la esfera de lo invisible
está en íntima relación con lo visible, incluso lo explica y le otorga
significación. Se proclama una paradoja, es decir, una indicación de lo visible
pero separándose de él, discreta pero radicalmente. Si el cristianismo dejase
de ser esencialmente algo que se da tendríamos la lamentable experiencia, ya
varias veces repetida en la historia, de quedarnos prisionero de una imagen de
éste determinando un modo específico de hacerse y ser cristiano que
hegemónicamente pretende constituirse en molde explicativo de todos los modos
de ser cristiano y de pensar la fe cristiana.
Como afirma Hans Küng en su libro; El cristianismo,
esencia e historia, “Estamos ciertos
que cada época tiene su propia imagen del cristianismo, nacida de una
determinada situación, vivida y configurada por unas concretas fuerzas sociales
y comunidades eclesiales, preformada o pos formada en el plano conceptual por
figuras y teologías concretas que dejan huella en el plano mental” (pág. 23) Es
decir, podemos decir que la experiencia cristiana acontece en cada época
acogiendo de ella lo más originario, pero que tiende a escaparse de una
conceptualización que la haga definible, per se. La experiencia cristiana se
piensa a cada instante, en cada época acontece de manera distinta pero sin
perder su identidad, es más, en cada cristiano acontece de manera distinta; lo
que se da en cada vivencia de lo cristiano es una vivencia que excede lo que se
ha visto anteriormente y lo que se verá posteriormente, es decir, siguiendo
nuevamente a Marión, cada creyente tendrá su propia perspectiva de lo cristiano
que cruza lo visible; la Iglesia, la trasciende.
3. ¿CÓMO HACER FILOSOFIA DESDE EL ACONTECER DE LO CRISTIANO?
3. ¿CÓMO HACER FILOSOFIA DESDE EL ACONTECER DE LO CRISTIANO?
Llegados aquí es preciso decir que para el filósofo cristiano, la filosofía acontece en la reflexión de lo que se da. Lo que se da es el modo originario y personal de mostrarse el misterio en la persona de Jesucristo. Lo que se da es la constatación de que la premisa del Dios cristiano es la de un Dios que se da a sí mismo, la vivencia de Dios como don, como rebajamiento, como vivencia. El Dios que proclama el cristianismo es la de un Dios que deja de ser para que otros (sus criaturas) sean. Es desde aquí desde donde se puede y se debe hacer filosofía. Se debe reflexionar en el cómo se puede dar razón de ese don que la excede, en cómo se manifiesta coherentemente esta absoluta donación en la experiencia viva de una comunidad que se sabe en constante donación. Es lo que mis amigos teólogos presentes denominarán “la presencia del Espíritu”. Implica una mirada abierta a la diversidad y a la posibilidad de que acontezca en la comunidad aquello de lo cual no podremos reducir a mera explicación, lo nuevo que siempre saca ronchas por ser nuevo. La donación, como emergencia de lo que me sobrepasa, es un apostar por dejarse amar por aquel que nos ha amado primero y que se ha donado en totalidad sin perder por ello su ser esencialmente donado. El filósofo que, trae tras de si todo el peso de ser cristiano, es capaz de abrirse a lo que Stein denominaba “la luz oscura de la fe”, es decir, extender sus reflexiones más allá de lo que es accesible a la razón natural. El quehacer del filósofo se enriquece en la vivencia del acontecer de lo divino en la realidad, pero es bien sabido, por aquel que hace filosofía desde esta condición especial, y desde todas las condiciones, que habrá espacio siempre para decir algo del acontecimiento llamado cristianismo que no esté agotado en las formulaciones dogmáticas. En esto quiero sostener que pensar el devenir cristiano es pensar en aquello que no está dicho y que malamente puede ser dicho desde la cárcel de los conceptos. Creo que es uno de los secretos por los cuales el cristianismo no ha muerto; El acontecimiento cristiano está siempre dándose de manera completamente nueva en la experiencia y perspectiva particular del cristiano que dibuja, a la luz de lo invisto, que busca responder a la manifestación de lo visible. Es la experiencia del pintor que en su pintura siquiera puede retratar los miles de motivos, las perspectivas variables, los juegos de luces, los trazos, las miradas.
¿Cómo puede la filosofía cristiana resguardar esta cualidad fundamental de pensar el acontecimiento? Será cuestión del filósofo que se debe plantar en el acontecer no sellando lo acontecido. ¿Cómo podemos hacer filosofía del misterio cristiano que se revela en Jesucristo? ¿Cómo pensar la ética desde la reflexión del cristianismo como acontecimiento? Preguntas que, deberán ser respondidas en otro momento o que tal vez hayan sido respondidas quizás desde qué perspectivas, de las muchas que llenan los estantes de las bibliotecas de los filósofos. Preguntas que un ensayo como este no puede pretender responder.
¿Qué es lo que acontece hoy y que es digno de tomar en consideración para el cristiano?
1.
Lo primero que acontece es el otro,
debemos rescatar este acontecer de lo cristiano, en la filosofía, pero
especialmente en la ética, volviendo nuestras miradas “al otro”. Eso implica, y
lo enuncio con algo de cautela, pensar lo cristiano como un regalo que se da en
todos de manera particular que la experiencia comunitaria sólo puede flanquear
de manera parcial. El acontecer cristiano implica sobrepasar las barreras
conceptuales de la ética aristotélica del ser que subsiste y que es motor
inmóvil y especialmente la kantiana de la autonomía. Implica pasar del
ego trascendental moderno que no puede salir del yo, y por lo tanto, no puede
abrirse a la intersubjetividad. Debemos dar el salto a la heteronomía que
reconoce en el otro a un legítimo otro, Es lo que Gadamer decía, el otro no es
una analogón, algo analógico a mi, semejante. El otro es constante apertura y
su reconocimiento implica estar dispuesto a dejar de valer en mi algo en contra mi, aunque no haya
ningún otro que lo vaya a ser valer contra mí” La fe cristiana y
particularmente ética cristiana debe entenderse a sí misma como un constante
estar en camino al otro, ir al encuentro, señalar, sólo eso, señalar.
2.
Implica pensar la filosofía, como
dice Heidegger, desde otro inicio, este otro inicio es el de la inapropiación,
ya que el mismo Dios cristiano es el totalmente otro, que resiste a ser
idolatrado y que se esconde en lo invisto. El Dios cristiano es el Dios de la
donación por el otro, aquel que incluso sufre la experiencia de la muerte,
absoluta negación de uno mismo, para poder redimir. El otro inicio es romper
con las miradas miopes y empequeñecedoras de los que pretenden religiosamente
desde la filosofía negarle a la misma experiencia cristiana condiciones mínimas
de racionalidad como si la filosofía que religiosamente profesan es la única
digna de ser considerada.
3. La
fe cristiana no debe renunciar nunca a ser un testimonio de la Verdad. Una
verdad que está en el corazón de todo hombre
que anhela esperanzado alguna vez poseerla en plenitud. Pero también
implica la mirada crítica a sellar conceptualmente cierto modo de mirar lo
cristiano. Debe seguir el camino de la fenomenología de volver a las
cosas mismas que Husserl entendía como un método
genuinamente filosófico. Este volver a
las cosas mismas que nos permita volver al sentido originario del quehacer
filosófico y no descansar en las opiniones filosóficas que se han dado, sino
más bien, retomar como punto de partida la realidad misma, es decir, ver en la
experiencia misma, accesible a todos, rasgos de inteligibilidad, no quedarse en
las visiones de mundo que terminan por dar razones interpretativas de la
realidad.
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