viernes, 6 de septiembre de 2019

LIBERTAD Y FILOSOFÍA: UN ESBOZO


Dr. Ricardo Montes Pérez

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La Libertad es uno de los ingredientes más esenciales de la existencia humana. Decimos de nuestras acciones que son libres en la medida en que son fundadas en nuestra capacidad electiva. La libertad responde al ser mismo de la persona, tal que pertenece a uno de sus rasgos definitorios.[1] Pero a reflexión de ésta ha sido amplia en la literatura filosófica y se relaciona directamente con otros tales como autonomía, buena voluntad, conciencia, indeterminismo y voluntad. Ya lo apunta Ferrater Mora que nuestro concepto es sumamente complejo y para entenderlo hay que analizar su desarrollo desde los griegos hasta nuestros días.[2]      

ETIMOLOGÍA DEL CONCEPTO LIBERTAD

Etimológicamente la palabra libertad viene del vocablo latíno libert del cual se deriva la palabra liber que hacía referencia a la persona que estaba en edad fértil y que estaba naturalmente activo.[3] El liber era aquel joven que estaba en condiciones de participar en la vida ciudadana al poseer la madurez en su vida sexual. El hombre libre será aquel que vive de manera no sometida o esclava. De allí que se use posteriormente para referirse a algo que está vacante o disponible para hacerlo por sí mismo.[4]

Los griegos usaron el término `eleuyerow. El eleuye; ow era aquel hombre que no es esclavo. El hombre libre posee, pues libertad (eleuyeria)  y también libertad de espíritu (eleuyriothw). Luego esta palabra pasó a significar libre en cualquier sentido  o en todos los sentidos. Sin embargo, y con toda razón, se tuvo que poner límite a los sentidos en que se usaba el concepto ya que no podía ser usada sin caer en tropiezos. Por lo que a nosotros también, y en virtud de nuestro estudio, deberemos acotar los sentidos principales en los que se ha usado en la literatura filosófica.

En primer lugar, hay una acepción que dice referencia a la idea de libertad como libertad “natural”. Con esta idea se entiende la posibilidad de sustraerse a un orden cósmico predeterminado e invariable que puede ser concebido de dos formas, por un lado, como modo de operar del destino, o como cierto orden de la naturaleza, en la que todos los acontecimientos están más o menos relacionados. Por lo tanto, ser libre desde esta perspectiva, significa ser libre para el destino, es decir,  como la posibilidad de realización de una necesidad superior. Por otro lado, el problema de la libertad se plantea de otro modo; “se trata de saber entonces hasta qué punto y en qué medida un individuo puede sustraerse a la estrecha imbricación interna, o supuestamente interna, de los acontecimientos naturales.”[5]

En segundo lugar, la libertad puede ser entendida desde una perspectiva social o política. En este sentido, la libertad puede ser entendida como autonomía e independencia. Esta independencia o autonomía en el plano social significa la posibilidad de regir su propio destino, sin intervención de otras sociedades o comunidades. Y los individuos que forman parte de estas sociedades son libres en la medida en que son capaces de respetar y cumplir las propias leyes de sus sociedades o estados; ser libre consistirá en estar de acuerdo con la ley.[6]

Una tercera comprensión, a modo global, de la libertad, entiende a esta desde una perspectiva personal o que puede ser llamada igualmente “Autonomía” o “independencia” de las presiones o coacciones que vienen de la comunidad o sociedad.[7] Fue esta comprensión de la libertad que pareció prevalecer en el mundo griego. Así ya en las escuelas socráticas y estoicos se hablaba de libertad como dominio de si mismo o disposición de sí mismo.[8]

En términos generales podemos afirmar con Hegel la importancia de la idea de libertad del mundo griego que ya se evidencian en los escritos homéricos cuando hablaba del “día largo de la libertad”[9] y que el prusiano describe en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia Universal:
“He aquí el reino del Occidente, del espíritu que desciende dentro de sí, del espíritu humano. Aquí está el espíritu primero: el hombre descubre en sí mismo lo independiente del albedrío, lo objetivo, y lo ratifica. El principio de la libertad autoconsciente lleva consigo la fijación de un fin que es en sí de naturaleza universal, no un apetito particular; y que ese fin sea fijado de tal modo que, siendo universal, sea a la vez fin subjetivo del individuo, que sea sabido y querido por éste y por él realizado, de tal suerte, que el individuo sepa que su propia dignidad consiste en la realización de este fin.
Entre los griegos nos sentimos de inmediato como en casa, porque estamos en el terreno del espíritu […]. Aquí es donde por vez primera el espíritu, suficientemente maduro, se recibe a sí mismo como contenido de su querer y de su saber; pero de tal modo que el Estado, la familia, el derecho y la religión son, a la vez, fines de la individualidad, la cual sólo es individualidad mediante aquellos fines […]. Vemos, pues, aparecer aquí por vez primera el espíritu juvenil, que sólo es libre, sin embargo, en cuanto que sabe hacerse libre. No es libre por naturaleza; para serlo necesita transformar la naturaleza, apropiársela y elaborarla para sus fines.”[10]
Tanto en Platón como en Aristóteles encontramos elementos ya descritos de la idea de libertad. Aristóteles entiende la libertad como aquella acción por la cual no nos vemos presionados por una necesidad ya sea de tipo apetitivo o desiderativo. Las acciones involuntarias son las producidas o por coacción o por ignorancia. La libertad humana está limitada a los medios y no a los fines, ya que el fin de toda voluntad es necesariamente la felicidad. El hombre, por tanto, no busca su fin por los mismos medios que lo hacen los demás procesos naturales que tienden a su fin. Lo propio del hombre es realizar acciones voluntarias y es por ellas que éstas están dentro de las acciones morales, pues el objetivo de toda acción voluntaria es la consecución del bien. Aristóteles considera que todo hombre está en condiciones de alcanzar el bien, ya que nadie está naturalmente corrompido.

SI bien la idea de libertad está presente en el mundo griego, como acabamos de citar, el asunto de su problematicidad se hace más evidente entre los estoicos y epicúreos. Epicuro es el primero en establecer la pregunta por la libertad del hombre. Se opone a las interpretaciones hechas por Demócrito y Leucipo que afirmaban la inexistencia de libertad en el movimiento de los átomos, es decir, los átomos se mueven por necesidad. Epicuro en cambio, establece la posibilidad de recuperar la libertad humana en el orden cósmico por él creado. Para los estoicos, el problema giraba en torno a la compatibilidad entre el orden cósmico, lógicamente estructurado, y la actividad humana en él. Concluyeron que el hombre es libre si es capaz de vivir de acuerdo a la razón cósmica.

En el estoicismo el problema de la libertad se plantea en diversos escritos, principalmente en Epícteto, Séneca y Marco Aurelio en la que se expresa una clara defensa de la libertad interior del hombre que no puede ser coaccionada desde el exterior. La libertad, por lo tanto, se da en un ámbito que es propio de nosotros y que es ajeno al otro ámbito, el exterior, que está fuera de la tutela del ser humano.

Para la filosofía cristiana de la Edad Media el problema de la libertad se ubicó en el conflicto entre libertad humana y predestinación divina. Para los pensadores cristianos la libertad humana está muy relacionada con el problema de la gracia. La libertad de elección fue un tema central la libertad de elección como la realización del bien con vistas a la beatitud o bien la beatitud mismo.[11]
“El libre albedrío está íntimamente ligado a ejercicio de la voluntad, cuando menos en el sentido de la “acción voluntaria”; en efecto, la voluntad puede inclinarse, y sin el auxilio de Dios se inclina hacia el pecado. Por eso, el problema aquí no es tanto el de lo que podría hacer el hombre, sino más bien el de cómo puede el hombre usar de su libre albedrío para ser realmente libre. No basta, en efecto, saber lo que es el bien; es menester poder efectivamente inclinarse hacia él.”[12]
El hombre, por tanto, posee una voluntad que le es propia y que se evidencia en su experiencia personal de la cual Dios se vale y respeta, y que en ningún caso, determina el actuar humano. Santo Tomás afirma algo parecido al establecer que la voluntad humana es una facultad fundamental en la existencia humana. Esta facultad está inclinada a buscar la felicidad y beatitud, es decir, la posesión de bienes terrenales y la posesión de Dios[13]. Existe una inclinación de la voluntad por buscar lo bueno cuyo concepto se encuentra en el entendimiento, ya que éste es más simple y más absoluto. Pero a diferencia del entendimiento el fin de la voluntad se encuentran en las cosas mismas, mientras que el objeto de la voluntad está en la mente. Una dice relación con la búsqueda de lo bueno (la voluntad) mientras que la segunda se relaciona más bien con lo verdadero (entendimiento). Por tanto, la actividad humana, para el aquinate, es una interrelación entre voluntad y entendimiento, ontológicamente hablando, pero, desde el aspecto práctico, la voluntad tiene prioridad práctica sobre el entendimiento.

Kant por su parte señala la existencia de una razón práctica. Ella es el fundamento del orden moral y es apriorística, es decir, ajena a todo compromiso con la experiencia.[14] Para Kant la libertad no es demostrable, pero dentro del campo de la acción y la elección se hace imprescindible, desde el punto de vista práctico. Es por ello que Kant afirma la imposibilidad de demostrar la existencia de la libertad, pero le resulta necesaria para fundamentar nuestros actos.

El problema de la libertad había presentado como una antinomia, es decir, se le plantean dos cursos de pensamiento contradictorios que se anulan recíprocamente. Para solucionar tal contradicción, Kant, afirma que la razón hay que afirmarla en un doble plano; en el de los fenómenos, donde rige la causalidad que la razón imprime en ellos al conocerlos.[15]

En el existencialismo, Heidegger advierte que el hombre es el ser emplazado entre la alternativa autenticidad-inautenticidad; la posibilidad de llegar a ser él mismo constituye la tarea y la hazaña del existente humano. Para ello se le ha dado la libertad, que se ejerce no sólo allí donde se plantea una elección del tipo aut-aut, sino incluso en el insoslayable tener-que-morir. Más aún, es justamente ahí, “en la apasionada libertad para la muerte”, entendida como la finalidad consumadora del existir, donde se pone a prueba el temple de la libertad.

Sartre, de la primera época, sostendrá que ser hombre y ser libre no son dos cosas diferentes; no es primero lo uno y luego lo otro, sino que el hombre es el ser “condenado a ser libre”. Jaspers elabora el concepto de libertad situada; es en la tensión entre el determinismo de lo previamente impuesto y la elección de lo libremente asumido donde la existencia se realiza dolorosa y creativamente, hasta desembocar en la trascendencia. Gabriel Marcel, en fin, acuña una interpretación de la libertad que está ya dentro de lo que más arriba hemos llamado el personalismo cristiano; en tal interpretación la relación interpersonal yo-tú y las ideas de disponibilidad, participación y fidelidad son los ingredientes base.

Desde la perspectiva ético antropológica, la libertad se entiende como una capacidad y una posibilidad de autodeterminarse. Ser libre no es sólo poder escoger: es escoger de hecho. Optar significa cerrarse caminos: porque escoger un camino implica renunciar a otros muchos, y al decir de Ortega, cuando afirmamos la libertad afirmamos que el hombre no es cosa sino proyecto, empresa, misión[16]. Aquí se expresa, al mismo tiempo, la grandeza y la limitación del ser humano: grandeza, porque uno es dueño de sí mismo,  a medida que va haciendo opciones que configuran su persona; limitación, porque el ser humano, si quiere hacer algo concreto, tiene que decir no a otras posibilidades. En este juego de opción y renuncia la persona se va haciendo.

La libertad humana se ubica así en el horizonte de posibilidad del ser humano, es decir, como la particularidad de su existencia que le da sentido global a su vida, lo que lo identifica y distingue de otros. Desde esta perspectiva afirmamos que la libertad se constituye en el ser humano como un don (capacidad) y una tarea (proyecto), en la medida en la que ésta no se agota en el sólo poseerla sino en obtener cada vez más mayores caudales de libertad. Desde esta perspectiva, San Agustín, clarificaba la existencia de dos libertades en el hombre; la minor y la maior, ubicando a la libertad menor como la capacidad de elección (lo que hoy denominaríamos libertad negativa), mientras que la libertad mayor la entendía como la posibilidad de realización de la existencia humana.

Aunque es preciso decir que no existe una sin la otra. Sin duda que la libertad pertenece al ámbito de las operaciones de la voluntad, es decir, forma parte de la facultad electiva.[17]  La primera se puede definir como aquella ausencia de necesidad interior para tomar o no tomar una decisión, para tomar una decisión u otra, para conducirnos a nosotros mismos hacia una dirección u otra.[18]
 La segunda dice relación, más bien, con aquella capacidad que tiene el ser humano  de disponer de sí para su realización. Esta capacidad humana de construir su propio destino.

Para Hayek la libertad es comprendida como “el estado en virtud del cual un hombre no se halla sujeto a la coacción derivada de la voluntad arbitraria de otro o de otros”[19]. Es decir, la libertad se comprende como independencia frente a la voluntad arbitraria de otros, de un tercero, sea concreto o abstracto. Es necesario en todo sistema en el que el hombre se erija como protagonista que a éste se le asegure siempre un ámbito de actividad privada, un cierto conjunto de circunstancias en las que nadie puede intervenir.[20] Esta concepción negativa de la libertad en Hayek, sin lugar a dudas que determina, pero a la vez restringe su filosofía, es su fortaleza pero es su misma debilidad. Entender la libertad como ausencia de coacción implica suponer que la libertad humana sólo tiene un campo; aquel en el que hay ausencia de otro que reprima. Mientras exista alguien que obligue, que imponga normas no seré libre y si no lo hay lo seré, parece ser la premisa liberal de hayek. La libertad así entendida, implica negarse a reconocer ciertas dimensiones de la libertad humana misma como posibilidad y capacidad  humana de realizarse y de auto realizarse. Capacidad de desenvolvimiento incluso en circunstancias en las que sea imposible la actualidad de la libertad, es decir, la libertad implica posibilidad de realización pero también realización misma.[21] Al reducir esta libertad sólo a la posibilidad de la acción libre como libertad para queda reducida toda visión antropológica y con ello, una interpretación inadecuada de la moralidad de los actos humanos en las que el valor absoluto será el individuo[22], dueño y creador de sus valores y sin reglas que interfieran en el desenvolvimiento de sus pasiones y deseos. Para Hayek una sociedad auténticamente libre es abierta, “en el sentido que Popper usa el término y en ese sentido no tiene un futuro que esté escrito de antemano, porque va a depender de lo que la gente haga con su vida y con sus actos”.[23]



[1] MARIAS, Julián; La perspectiva Cristiana, Editorial Alianza, Madrid, 1999, pág. 126.
[2] FERRATER MORA, José; Diccionario de la Filosofía, voz Libertad.
[3] Ibid. "leber, era, arum"; calidad apetecida, deseada, anhelada; el que no ha nacido esclavo (lib = requerir, pedir, demandar, anhelar); libero, libre.
“Del latín “libertatem”, acusativo para “libertas” y ésta del adjetivo “liber” (fem. “libera” neut. “liberum”, cuya forma arcaica era “loebesum”).
Una etimología es que provenga de la raiz indoeuropea *(e)leudh- como en griego  λεύθερος (”eléutheros”, “libre”), emparentada con el germánico *leudi que deriva al alemán moderno en “Leute” (”gente” refiriéndose probablemente a la gente libre en contrapartida a “Volk” que originariamente era la gente guerrera) También se encuentran palabras derivadas en: inglés antiguo “leod”, visigodo “leudes”, y también en lenguas bálticas como en lituano “liáudis”, y letón “làudis”. Sin embargo no queda claro por qué la “dh” de la raíz se transforma en latín en una “b”.
La otra etimología alternativa es que esté emparentada con la palabra griega λίπτω (”lípto”, “desear”) de raíz λιφ- “liph-, o como en sánscrito “lub-dhas” (”deseoso”) de raíz indoeuropea *leubh- (”desear”). De este modo estaría relacionada con las palabras latinas “libet” (”place, apetece”, usado impersonalmente) y “libido” (”deseo, ganas”) y con la raiz germánica “*leuba” de donde proviene aquella en alemán moderno “lieb” (”querido/a”) y “Liebe” (”amor”) o en inglés moderno “love” (”amar / amor”). Sin embargo con el significado de “libre” solo se encuentra en latín y tal vez provenga de la idea de que alguien es libre, cuando tiene la libertad de desearse (y consecuentemente conseguir) cosas para sí mismo.
En demás lenguas se encuentran: fr. “liberté”, “libre”, it. “libertà”, “libero” o en inglés “liberty”. Tomado de http://etimologia.wordpress.com/2006/11/30/libertad/
[4] Ibid.
[5] FERRATER MORA, José; Diccionario de la Filosofía, voz Libertad.
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] “De este modo, el hombre libre acaba por ser el que se atiene solamente, como decían los estoicos, “ a las cosas que están en nosotros”, a lo que, según indicaba Séneca ”está en nuestra mano”. Por eso decía Epícteto (Diat. II,I, 22, 105) y Marco Aurelio (XI, 36) que nadie puede arrebatarnos nuestra libre elección . Libertad es aquí libertad para ser sí mismo. Y para los filósofos que, como los neoplatónicos, equiparaban el ser mismo con el poder consagrarse a la “contemplación”. La libertad consiste fundamentalmente  en “contemplar”, y rehusar la acción- o lo que equivale a lo mismo, actuar como si no se actuara, quitándole importancia a la acción. En muchos casos, además, se concibió la libertad como la conciencia de la necesidad: cuando se es un ser racional se llega a la comprensión del Destino y esta comprensión es esencialmente  “liberadora”. Por eso el sabio es aquel que comprende y acepta, el orden cósmico, o bien el destino, los cuales entonces no son una “coacción”, por lo menos en el sentido personal.”FERRATER MORA; José; Ibid. Voz Libertad.
[9]“¡ Oh hijos de los helenos, arriba,
libertad a la patria, libertad a los hijos,
a las mujeres, las moradas de los dioses ancestrales,
las tumbas de los progenitores. ¡Es la hora del combate!” RIVERA, Jorge Eduardo; Grecia fundante: el ámbito de la libertad, en Centro de Estudios públicos, Nº 59, Santiago de Chile, 1995.
[10] HEGEL, G.Lecciones sobre filosofía de la historia Universal, 4º Edición. Citado por RIVERA, J.; Op. Cit.
[11] FERRATER MORA, Ibid.
[12] Ibid.
[13] “Para ser voluntario un acto, ha de proceder de un principio intrínseco con algún conocimiento del fin”  AQUINO, SANTO TOMÁS; Summa Theologica I- II,  q 6, art. 2 resp.
[14] VIAL LARRAÍN, Juan de Dios; Filosofía Moral, Ediciones Universidad católica de Chile, Santiago de Chile, 1998, pág. 66.
[15] VIAL LARRAÍN, Juan de Dios; Op. Cit. Pág. 67.
[16]MARIAS, Julián; La perspectiva Cristiana, Editorial Alianza, Madrid, 1999, Pág. 127.
[17] MILLAN PUELLES, Antonio; Fundamentos de Filosofía, 10ª Edición, Ediciones Rialp S.A. Madrid, 1978, pág. 378.
[18] Se trata de la libertad interior del querer, de la posibilidad de proponernos fines y elegir el modo de realizarlos, sin que esas realizaciones resulten necesarias en virtud de alguna fuerza que resida y actúe desde el interior del sujeto.
[19] VON HAYEK, Friedrich; La Constitución de la libertad, Alianza Editorial, 1975, pág. 32.
[20] Ibíd. Pág. 35.
[21] En este aspecto es mucho más elaborado y matizada la exposición acerca de la libertad que hará John Rawls y que tendremos la oportunidad de analizar.
[22]No hay otra forma para llegar a una comprensión de los fenómenos sociales sino es a través de nuestro entendimiento de las acciones individuales dirigidas hacia otras personas y guiadas por un comportamiento adecuado” HAYEK; El individualismo, el verdadero y el falso; Revista de Estudios Públicos, número 22, otoño de 1986.
[23] FONTAINE Talavera, Arturo; Introducción al Pensamiento de Friedrich A. Hayek, Op. Cit. Pág. 17.

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