Dr. Ricardo Montes Pérez
La Libertad es uno de los ingredientes más esenciales de la existencia humana. Decimos de nuestras acciones que son libres en la medida en que son fundadas en nuestra capacidad electiva. La libertad responde al ser mismo de la persona, tal que pertenece a uno de sus rasgos definitorios.[1] Pero a reflexión de ésta ha sido amplia en la literatura filosófica y se relaciona directamente con otros tales como autonomía, buena voluntad, conciencia, indeterminismo y voluntad. Ya lo apunta Ferrater Mora que nuestro concepto es sumamente complejo y para entenderlo hay que analizar su desarrollo desde los griegos hasta nuestros días.[2]
ETIMOLOGÍA DEL
CONCEPTO LIBERTAD
Etimológicamente
la palabra libertad viene del vocablo latíno libert del cual se deriva la palabra liber que hacía referencia a
la persona que estaba en edad fértil y que estaba naturalmente activo.[3]
El liber era aquel joven que estaba
en condiciones de participar en la vida ciudadana al poseer la madurez en su
vida sexual. El hombre libre será aquel que vive de manera no sometida o
esclava. De allí que se use posteriormente para referirse a algo que está
vacante o disponible para hacerlo por sí mismo.[4]
Los
griegos usaron el término `eleuyerow. El eleuye; ow
era
aquel hombre que no es esclavo. El hombre libre posee, pues libertad (eleuyeria)
y también libertad de espíritu
(eleuyriothw).
Luego
esta palabra pasó a significar libre en cualquier sentido o en todos los sentidos. Sin embargo, y con
toda razón, se tuvo que poner límite a los sentidos en que se usaba el concepto
ya que no podía ser usada sin caer en tropiezos. Por lo que a nosotros también,
y en virtud de nuestro estudio, deberemos acotar los sentidos principales en
los que se ha usado en la literatura filosófica.
En
primer lugar, hay una acepción que dice referencia a la idea de libertad como
libertad “natural”. Con esta idea se entiende la posibilidad de sustraerse a un
orden cósmico predeterminado e invariable que puede ser concebido de dos formas,
por un lado, como modo de operar del destino, o como cierto orden de la
naturaleza, en la que todos los acontecimientos están más o menos relacionados.
Por lo tanto, ser libre desde esta perspectiva, significa ser libre para el destino,
es decir, como la posibilidad de
realización de una necesidad superior. Por otro lado, el problema de la
libertad se plantea de otro modo; “se trata de saber entonces hasta qué punto y
en qué medida un individuo puede sustraerse a la estrecha imbricación interna,
o supuestamente interna, de los acontecimientos naturales.”[5]
En
segundo lugar, la libertad puede ser entendida desde una perspectiva social o
política. En este sentido, la libertad puede ser entendida como autonomía e
independencia. Esta independencia o autonomía en el plano social significa la
posibilidad de regir su propio destino, sin intervención de otras sociedades o
comunidades. Y los individuos que forman parte de estas sociedades son libres
en la medida en que son capaces de respetar y cumplir las propias leyes de sus
sociedades o estados; ser libre consistirá en estar de acuerdo con la ley.[6]
Una
tercera comprensión, a modo global, de la libertad, entiende a esta desde una
perspectiva personal o que puede ser llamada igualmente “Autonomía” o
“independencia” de las presiones o coacciones que vienen de la comunidad o
sociedad.[7]
Fue esta comprensión de la libertad que pareció prevalecer en el mundo griego.
Así ya en las escuelas socráticas y estoicos se hablaba de libertad como
dominio de si mismo o disposición de sí mismo.[8]
En
términos generales podemos afirmar con Hegel la importancia de la idea de
libertad del mundo griego que ya se evidencian en los escritos homéricos cuando
hablaba del “día largo de la libertad”[9]
y que el prusiano describe en sus
Lecciones sobre la filosofía de la historia Universal:
“He
aquí el reino del Occidente, del espíritu que desciende dentro de sí, del
espíritu humano. Aquí está el espíritu primero: el hombre descubre en sí mismo
lo independiente del albedrío, lo objetivo, y lo ratifica. El principio de la
libertad autoconsciente lleva consigo la fijación de un fin que es en sí de
naturaleza universal, no un apetito particular; y que ese fin sea fijado de tal
modo que, siendo universal, sea a la vez fin subjetivo del individuo, que sea
sabido y querido por éste y por él realizado, de tal suerte, que el individuo
sepa que su propia dignidad consiste en la realización de este fin.
Entre
los griegos nos sentimos de inmediato como en casa, porque estamos en el terreno
del espíritu […]. Aquí es donde por vez primera el espíritu, suficientemente
maduro, se recibe a sí mismo como contenido de su querer y de su saber; pero de
tal modo que el Estado, la familia, el derecho y la religión son, a la vez,
fines de la individualidad, la cual sólo es individualidad mediante aquellos
fines […]. Vemos, pues, aparecer aquí por vez primera el espíritu juvenil, que
sólo es libre, sin embargo, en cuanto que sabe hacerse libre. No es libre por
naturaleza; para serlo necesita transformar la naturaleza, apropiársela y
elaborarla para sus fines.”[10]
Tanto
en Platón como en Aristóteles encontramos elementos ya descritos de la idea de
libertad. Aristóteles entiende la libertad como aquella acción por la cual no
nos vemos presionados por una necesidad ya sea de tipo apetitivo o
desiderativo. Las acciones involuntarias son las producidas o por coacción o
por ignorancia. La libertad humana está limitada a los medios y no a los fines,
ya que el fin de toda voluntad es necesariamente la felicidad. El hombre, por
tanto, no busca su fin por los mismos medios que lo hacen los demás procesos
naturales que tienden a su fin. Lo propio del hombre es realizar acciones
voluntarias y es por ellas que éstas están dentro de las acciones morales, pues
el objetivo de toda acción voluntaria es la consecución del bien. Aristóteles
considera que todo hombre está en condiciones de alcanzar el bien, ya que nadie
está naturalmente corrompido.
SI
bien la idea de libertad está presente en el mundo griego, como acabamos de
citar, el asunto de su problematicidad se hace más evidente entre los estoicos
y epicúreos. Epicuro es el primero en establecer la pregunta por la libertad
del hombre. Se opone a las interpretaciones hechas por Demócrito y Leucipo que
afirmaban la inexistencia de libertad en el movimiento de los átomos, es decir,
los átomos se mueven por necesidad. Epicuro en cambio, establece la posibilidad
de recuperar la libertad humana en el orden cósmico por él creado. Para los
estoicos, el problema giraba en torno a la compatibilidad entre el orden
cósmico, lógicamente estructurado, y la actividad humana en él. Concluyeron que
el hombre es libre si es capaz de vivir de acuerdo a la razón cósmica.
En
el estoicismo el problema de la libertad se plantea en diversos escritos,
principalmente en Epícteto, Séneca y Marco Aurelio en la que se expresa una
clara defensa de la libertad interior del hombre que no puede ser coaccionada
desde el exterior. La libertad, por lo tanto, se da en un ámbito que es propio
de nosotros y que es ajeno al otro ámbito, el exterior, que está fuera de la
tutela del ser humano.
Para
la filosofía cristiana de la Edad Media el problema de la libertad se ubicó en
el conflicto entre libertad humana y predestinación divina. Para los pensadores
cristianos la libertad humana está muy relacionada con el problema de la
gracia. La libertad de elección fue un tema central la libertad de elección
como la realización del bien con vistas a la beatitud o bien la beatitud mismo.[11]
“El libre albedrío está
íntimamente ligado a ejercicio de la voluntad, cuando menos en el sentido de la
“acción voluntaria”; en efecto, la voluntad puede inclinarse, y sin el auxilio
de Dios se inclina hacia el pecado. Por eso, el problema aquí no es tanto el de
lo que podría hacer el hombre, sino más bien el de cómo puede el hombre usar de
su libre albedrío para ser realmente libre. No basta, en efecto, saber lo que
es el bien; es menester poder efectivamente inclinarse hacia él.”[12]
El
hombre, por tanto, posee una voluntad que le es propia y que se evidencia en su
experiencia personal de la cual Dios se vale y respeta, y que en ningún caso,
determina el actuar humano. Santo Tomás afirma algo parecido al establecer que
la voluntad humana es una facultad fundamental en la existencia humana. Esta
facultad está inclinada a buscar la felicidad y beatitud, es decir, la posesión
de bienes terrenales y la posesión de Dios[13].
Existe una inclinación de la voluntad por buscar lo bueno cuyo concepto se
encuentra en el entendimiento, ya que éste es más simple y más absoluto. Pero a
diferencia del entendimiento el fin de la voluntad se encuentran en las cosas
mismas, mientras que el objeto de la voluntad está en la mente. Una dice
relación con la búsqueda de lo bueno (la voluntad) mientras que la segunda se
relaciona más bien con lo verdadero (entendimiento). Por tanto, la actividad
humana, para el aquinate, es una interrelación entre voluntad y entendimiento,
ontológicamente hablando, pero, desde el aspecto práctico, la voluntad tiene
prioridad práctica sobre el entendimiento.
Kant por
su parte señala la existencia de una razón práctica. Ella es el fundamento del
orden moral y es apriorística, es decir, ajena a todo compromiso con la
experiencia.[14] Para
Kant la libertad no es demostrable, pero dentro del campo de la acción y la
elección se hace imprescindible, desde el punto de vista práctico. Es por ello
que Kant afirma la imposibilidad de demostrar la existencia de la libertad,
pero le resulta necesaria para fundamentar nuestros actos.
El
problema de la libertad había presentado como una antinomia, es decir, se le
plantean dos cursos de pensamiento contradictorios que se anulan recíprocamente.
Para solucionar tal contradicción, Kant, afirma que la razón hay que afirmarla
en un doble plano; en el de los fenómenos, donde rige la causalidad que la
razón imprime en ellos al conocerlos.[15]
En el
existencialismo, Heidegger advierte que el hombre es el ser emplazado entre la
alternativa autenticidad-inautenticidad; la posibilidad de llegar a ser él
mismo constituye la tarea y la hazaña del existente humano. Para ello se le ha
dado la libertad, que se ejerce no sólo allí donde se plantea una elección del
tipo aut-aut, sino incluso en el insoslayable tener-que-morir. Más aún, es
justamente ahí, “en la apasionada libertad para la muerte”, entendida como la
finalidad consumadora del existir, donde se pone a prueba el temple de la
libertad.
Sartre, de la primera época,
sostendrá que ser hombre y ser libre no son dos cosas diferentes; no es primero
lo uno y luego lo otro, sino que el hombre es el ser “condenado a ser libre”.
Jaspers elabora el concepto de libertad situada; es en la tensión entre el
determinismo de lo previamente impuesto y la elección de lo libremente asumido
donde la existencia se realiza dolorosa y creativamente, hasta desembocar en la
trascendencia. Gabriel Marcel, en fin, acuña una interpretación de la libertad
que está ya dentro de lo que más arriba hemos llamado el personalismo
cristiano; en tal interpretación la relación interpersonal yo-tú y las ideas de
disponibilidad, participación y fidelidad son los ingredientes base.
Desde la perspectiva ético
antropológica, la libertad se entiende como una capacidad y una posibilidad de
autodeterminarse. Ser libre no es sólo poder escoger: es
escoger de hecho. Optar significa cerrarse caminos: porque escoger un camino
implica renunciar a otros muchos, y al decir de Ortega, cuando afirmamos la
libertad afirmamos que el hombre no es cosa sino proyecto, empresa, misión[16].
Aquí se expresa, al mismo tiempo, la grandeza y la limitación del ser humano:
grandeza, porque uno es dueño de sí mismo, a medida que va haciendo opciones que
configuran su persona; limitación, porque el ser humano, si quiere hacer algo
concreto, tiene que decir no a otras posibilidades. En este juego de opción y
renuncia la persona se va haciendo.
La
libertad humana se ubica así en el horizonte de posibilidad del ser humano, es
decir, como la particularidad de su existencia que le da sentido global a su
vida, lo que lo identifica y distingue de otros. Desde esta perspectiva
afirmamos que la libertad se constituye en el ser humano como un don
(capacidad) y una tarea (proyecto), en la medida en la que ésta no se agota en
el sólo poseerla sino en obtener cada vez más mayores caudales de libertad.
Desde esta perspectiva, San Agustín, clarificaba la existencia de dos
libertades en el hombre; la minor y la maior, ubicando a la libertad menor como
la capacidad de elección (lo que hoy denominaríamos libertad negativa),
mientras que la libertad mayor la entendía como la posibilidad de realización
de la existencia humana.
Aunque
es preciso decir que no existe una sin la otra. Sin duda que la libertad
pertenece al ámbito de las operaciones de la voluntad, es decir, forma parte de
la facultad electiva.[17]
La primera se puede definir como aquella
ausencia de necesidad interior para tomar o no tomar una decisión, para tomar
una decisión u otra, para conducirnos a nosotros mismos hacia una dirección u
otra.[18]
La segunda dice relación, más bien, con
aquella capacidad que tiene el ser humano
de disponer de sí para su realización. Esta capacidad humana de
construir su propio destino.
Para
Hayek la libertad es comprendida como “el estado en virtud del cual un hombre
no se halla sujeto a la coacción derivada de la voluntad arbitraria de otro o
de otros”[19]. Es
decir, la libertad se comprende como independencia frente a la voluntad
arbitraria de otros, de un tercero, sea concreto o abstracto. Es necesario en
todo sistema en el que el hombre se erija como protagonista que a éste se le
asegure siempre un ámbito de actividad privada, un cierto conjunto de
circunstancias en las que nadie puede intervenir.[20]
Esta concepción negativa de la libertad en Hayek, sin lugar a dudas que
determina, pero a la vez restringe su filosofía, es su fortaleza pero es su
misma debilidad. Entender la libertad como ausencia de coacción implica suponer
que la libertad humana sólo tiene un campo; aquel en el que hay ausencia de
otro que reprima. Mientras exista alguien que obligue, que imponga normas no
seré libre y si no lo hay lo seré, parece ser la premisa liberal de hayek. La
libertad así entendida, implica negarse a reconocer ciertas dimensiones de la
libertad humana misma como posibilidad y capacidad humana de realizarse y de auto realizarse.
Capacidad de desenvolvimiento incluso en circunstancias en las que sea
imposible la actualidad de la libertad, es decir, la libertad implica
posibilidad de realización pero también realización misma.[21]
Al reducir esta libertad sólo a la posibilidad de la acción libre como libertad
para queda reducida toda visión antropológica y con ello, una interpretación
inadecuada de la moralidad de los actos humanos en las que el valor absoluto
será el individuo[22],
dueño y creador de sus valores y sin reglas que interfieran en el desenvolvimiento
de sus pasiones y deseos. Para Hayek una sociedad auténticamente libre es
abierta, “en el sentido que Popper usa el término y en ese sentido no tiene un
futuro que esté escrito de antemano, porque va a depender de lo que la gente
haga con su vida y con sus actos”.[23]
[1] MARIAS, Julián; La perspectiva Cristiana,
Editorial Alianza, Madrid, 1999, pág. 126.
[2] FERRATER MORA, José; Diccionario de la
Filosofía, voz Libertad.
[3] Ibid. "leber, era, arum";
calidad apetecida, deseada, anhelada; el que no ha nacido esclavo (lib =
requerir, pedir, demandar, anhelar); libero, libre.
“Del latín “libertatem”, acusativo para “libertas”
y ésta del adjetivo “liber” (fem. “libera” neut. “liberum”, cuya forma arcaica
era “loebesum”).
Una etimología es que provenga de la raiz
indoeuropea *(e)leudh- como en griego ἐλεύθερος
(”eléutheros”, “libre”), emparentada con el germánico *leudi que deriva al
alemán moderno en “Leute” (”gente” refiriéndose probablemente a la gente libre
en contrapartida a “Volk” que
originariamente era la gente guerrera) También se encuentran palabras derivadas
en: inglés antiguo “leod”, visigodo “leudes”, y también en lenguas bálticas
como en lituano “liáudis”, y letón “làudis”. Sin embargo no queda claro por qué
la “dh” de la raíz se transforma en latín en una “b”.
La otra etimología alternativa es que esté
emparentada con la palabra griega λίπτω (”lípto”, “desear”) de raíz λιφ-
“liph-, o como en sánscrito “lub-dhas” (”deseoso”) de raíz indoeuropea *leubh-
(”desear”). De este modo estaría relacionada con las palabras latinas “libet”
(”place, apetece”, usado impersonalmente) y “libido” (”deseo, ganas”) y con la
raiz germánica “*leuba” de donde proviene aquella en alemán moderno “lieb”
(”querido/a”) y “Liebe” (”amor”) o en inglés moderno “love” (”amar / amor”).
Sin embargo con el significado de “libre” solo se encuentra en latín y tal vez
provenga de la idea de que alguien es libre, cuando tiene la libertad de
desearse (y consecuentemente conseguir) cosas para sí mismo.
En demás lenguas se encuentran: fr. “liberté”,
“libre”, it. “libertà”, “libero” o en inglés “liberty”. Tomado de http://etimologia.wordpress.com/2006/11/30/libertad/
[4]
Ibid.
[5]
FERRATER MORA, José; Diccionario de
la Filosofía, voz Libertad.
[6]
Ibid.
[7]
Ibid.
[8] “De este modo, el hombre libre acaba por
ser el que se atiene solamente, como decían los estoicos, “ a las cosas que
están en nosotros”, a lo que, según indicaba Séneca ”está en nuestra mano”. Por
eso decía Epícteto (Diat. II,I, 22, 105) y Marco Aurelio (XI, 36) que nadie
puede arrebatarnos nuestra libre elección . Libertad es aquí libertad para ser
sí mismo. Y para los filósofos que, como los neoplatónicos, equiparaban el ser
mismo con el poder consagrarse a la “contemplación”. La libertad consiste
fundamentalmente en “contemplar”, y
rehusar la acción- o lo que equivale a lo mismo, actuar como si no se actuara,
quitándole importancia a la acción. En muchos casos, además, se concibió la
libertad como la conciencia de la necesidad: cuando se es un ser racional se
llega a la comprensión del Destino y esta comprensión es esencialmente “liberadora”. Por eso el sabio es aquel que
comprende y acepta, el orden cósmico, o bien el destino, los cuales entonces no
son una “coacción”, por lo menos en el sentido personal.”FERRATER MORA; José;
Ibid. Voz Libertad.
[9]“¡
Oh hijos de los helenos, arriba,
libertad a la patria, libertad a los hijos,
a las mujeres, las moradas de los dioses ancestrales,
las tumbas de los
progenitores. ¡Es la hora del combate!” RIVERA, Jorge Eduardo; Grecia fundante:
el ámbito de la libertad, en Centro de Estudios públicos, Nº 59, Santiago de
Chile, 1995.
[10]
HEGEL, G.Lecciones sobre filosofía de la historia Universal, 4º Edición. Citado
por RIVERA, J.; Op. Cit.
[11]
FERRATER MORA, Ibid.
[12]
Ibid.
[13]
“Para ser voluntario un acto, ha de proceder de un principio intrínseco con algún
conocimiento del fin” AQUINO, SANTO
TOMÁS; Summa Theologica I- II, q 6, art.
2 resp.
[14]
VIAL LARRAÍN, Juan de Dios; Filosofía Moral, Ediciones Universidad católica de
Chile, Santiago de Chile, 1998, pág. 66.
[15]
VIAL LARRAÍN, Juan de Dios; Op. Cit. Pág. 67.
[16]MARIAS, Julián; La perspectiva Cristiana,
Editorial Alianza, Madrid, 1999, Pág. 127.
[17] MILLAN PUELLES, Antonio; Fundamentos de
Filosofía, 10ª Edición, Ediciones Rialp S.A. Madrid, 1978, pág. 378.
[18] Se trata de la libertad interior del
querer, de la posibilidad de proponernos fines y elegir el modo de realizarlos,
sin que esas realizaciones resulten necesarias en virtud de alguna fuerza que
resida y actúe desde el interior del sujeto.
[19] VON HAYEK, Friedrich; La Constitución de la libertad, Alianza Editorial, 1975, pág. 32.
[20] Ibíd. Pág. 35.
[21]
En este aspecto es mucho más elaborado y matizada la exposición acerca de la
libertad que hará John Rawls y que tendremos la oportunidad de analizar.
[22] “No hay otra forma para llegar a una
comprensión de los fenómenos sociales sino es a través de nuestro entendimiento
de las acciones individuales dirigidas hacia otras personas y guiadas por un
comportamiento adecuado” HAYEK; El
individualismo, el verdadero y el falso; Revista de Estudios Públicos,
número 22, otoño de 1986.
[23] FONTAINE Talavera, Arturo; Introducción al
Pensamiento de Friedrich A. Hayek, Op. Cit. Pág. 17.
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