silent renunciation as a symptom of the tired society
Ricardo Montes Pérez[1]
Doctor en Filosofía
https://orcid.org/0000-0001-8637-5150
Resumen
Palabras claves: renuncia silenciosa,
Byung Chul Han, sociedad del cansancio, trabajo, fenomenología.
Abstract
This
essay seeks to relate the trend in social networks called “Quiet quit” with the
analysis that the philosopher Byung Chul Han makes about the society of
fatigue. This trend present in the new generations and as an effect of the
post-pandemic, is but a symptom of this understanding of the human being that
the author places as a reflection of the agony of eros. This invites us to
consider the decline of the values of the performance society and the need
for a new paradigm that contemplates human activity in terms of complementarity
and the rescue of Eros as the unveiling of the other.
Key
words: Quiet quit, Byung Chul Han, tiredness
society, work, phenomenology,
Introducción
Byung
Chul Han, es un metalúrgico coreano que, idiotizado por el estudio de la
técnica, abandonó su país natal para radicarse en Alemania y estudiar
Filosofía, literatura y teología, doctorándose en filosofía con un trabajo
sobre Heidegger en la misma universidad donde éste último había sido rector.
Logró llegar a la filosofía, antes desconocida para él, desde una comprensión
distinta, pero cautivante, que logra hacerse cargo de la complejidad de la
sociedad actual de una manera excitante y desbordante. Han ha puesto en
evidencia una crítica necesaria y cercana que, haciéndose heredera de la
tradición occidental, intenta describir sin elocuencias a occidente, impidiendo
que ésta arda en el fuego de su ensimismamiento academicista.
1. La
sociedad del cansancio como agonía del eros
En su
libro “La sociedad del cansancio”, (Han, 2012) Byung Chul Han
señala que la coacción de la transparencia nivela al hombre mismo hasta
convertirlo en un elemento funcional del sistema. Ahí está la violencia de la
trasparencia. Ahí está la muerte de Eros, dirá el autor en su posterior
libro “La agonía del eros”(Han, 2014) que la muerte del Eros se da en el infierno de lo
igual, que erosiona la experiencia erótica, porque lo ubica, lo define, lo
determina, lo positiviza, es decir, el asunto que nos caracteriza, es el hecho
de estar lejano del eros, en la centralidad del yo, en la esfera del narcisismo
depresivo que está centrado en sí mismo y se agota en sí mismo. En la mirada
autocomplaciente de aquel que, siendo emprendedor, se vuelve un sujeto alienado
que se pierde en la teleología del sí mismo. El empresario, el que arriesga, se
arriesga a sí mismo, pero en beneficio de sí mismo y en el riesgo no logra
trascender, no alcanza una salida.
Estamos
enfrentados en una sociedad del rendimiento, nos dirá Chul han, donde tiene
preeminencia el verbo poder. ( Han, 2012; 12) Todo lo que para la sociedad
de la disciplina se conjugaba con el verbo deber. Para ésta, nuestra sociedad
del rendimiento, todo se conjuga y se sustituye por el verbo poder. Aquí
interesa la productividad, aquello que esté resuelto en la lógica del producir
para consumir y consumir para seguir produciendo. El neoliberalismo, vive
centrado en la ilusión de la libertad; libertad del sujeto autónomo que, en la
paradoja de esta ideología, se aliena a sí mismo, incluso en una alienación más
cruda que la alienación fundante marxista, porque en esta última la salida se
encuentra más allá del sujeto o en otro sujeto, el sujeto colectivo. Mientras
que en ésta no hay salida de si, no hay melancolía, entendida ésta como
necesidad de trascender de sí. Lo único que cabe es la depresión de aquel que
no puede más que mirar su propio ombligo, es libre pero su libertad es una
cárcel para sí mismo. Será por eso que la depresión es la enfermedad de
este siglo. Nos señala Han:
“Foucault señala que el homo
oeconomicus neoliberal no mora en la sociedad disciplinaria que, como
empresario de sí mismo, ya no es un sujeto obediente, pero queda oculto para
dicho autor que este empresario por cuenta propia en realidad no es libre, sino
simplemente cree serlo, cuando en verdad se explota a sí mismo” (Han,
2014; 11)
La
lógica neoliberal del tú puedes (porque eres libre) no es más
que un arma destructora y amenazante para el sujeto del rendimiento y es más
violenta y alienante que el tú debes que nos señalaba Foucault. Tú puedes ser
mejor que tu padre, le decimos a nuestros hijos, como amenaza de que si no
pones en juego tu libertad no serás más que un pálido reflejo de lo que otros
han sido, por lo tanto, debes (es decir, no puedes no poder) alcanzar aquello
que nosotros no hemos alcanzado. O Tú puedes porque yo pude, como
nos mostraba la publicidad de una universidad en nuestro país, que representa
la posibilidad solapada de coacción hacia los sujetos a alcanzar las metas que
otros, como yo, han alcanzado. Pero este tú puedes es represivo
para el hijo que escucha al padre, para el estudiante que no ambiciona lo que
el otro pudo, para el que no tiene dinero y no puede ver un mundial en un
televisor de alta calidad, es asfixiante para el que vive y no piensa más allá
del cálculo, para el que quiere poner en juego su libertad (económica) y
endeudarse. Porque aquello que define al capitalismo es la falta de vinculación
con el otro. El capitalismo que funciona bajo el principio del rendimiento y
que abarca todos los aspectos de la vida, incluso el amor y la sexualidad.
(Han, 2014; 12)
¿Cómo
pensar las nuevas formas de relacionarnos de lo que Han denomina la agonía del
Eros? ¿Cómo salvar la experiencia del otro que no signifique su profanación?
¿Cómo recuperar un pensamiento –otro? Es un desafío para la filosofía en esta
creciente complejidad de las realidades sociales y económicas ya retratadas, y
ensalzadas por el capitalismo, que ponen el énfasis en expectativas de carácter
de utilidad económica. Ya Nietzsche, nos señalaba la gravitante importancia que
adquiere una sociedad calculadora la inversión de ciertos valores en las que se
pide una cultura rápida para poder pronto ser un buen ganador de dinero y al
mismo tiempo, una cultura fundamental, para ser ganador de mucho dinero”.
(Nietzsche, 2000; 11) O como lo afirma A. Heller; “Con la creciente división
del trabajo, en particular con su desarrollo en el seno de proceso de trabajo,
sucede cada vez más que determinadas capacidades especificas se desarrollen a
costa de la totalidad del hombre”.(Heller, 1987; 87) A esta cultura y sociedad que vive en el
infierno de lo igual, hace falta salir del pensar calculador, pasar a un pensar
que recupere la memoria del Eros, que se aleje de los datos, que degeneren el
pensar en mera sensibilidad, en carencia de espíritu y deseo.
2.
La renuncia
silenciosa como síntoma
El olvido de mí mismo, nos señala Han, nos sitúa
en la autoproducción del ego (Han, 2021; 97) las evidencias de ello, la pudimos
notar en las formas de comunicación y de encuentro que se realizan desde la
pandemia. Este hecho de hipercomunicación, de hiperconectividad, en vez de
producir en nosotros vinculación, nos separó de la posibilidad del otro. El yo
aislado, deprimido, nos ha hecho sujeto herméticos e individualistas.
“Según Nietzsche, es propia de la cultura
aristocrática la capacidad de no reaccionar enseguida a un estímulo. Ella
controla los instintos que ponen obstáculos, que aíslan. A lo extraño, a lo
nuevo de toda especie se lo dejará acercarse con una calma brutal. El tener
abiertas todas las puertas, el estar siempre dispuesto a meterse, a lanzarse de
un salto dentro de otros hombres y otras cosas, es decir, la incapacidad de
oponer resistencia a un estímulo, es una actitud destructiva para el espíritu.
La incapacidad de no reaccionar es ya una enfermedad, decadencia, síntoma de
agotamiento.” (Han, 2021; 103)
Es en esta línea de reflexión donde nos
encontramos con esta tendencia laboral post pandemia que se ha denominado “renuncia
silenciosa”. La Renuncia Silenciosa, se refiere al hecho de que un
trabajador trabaja exclusivamente el tiempo por el que está contratado, sin más
ni menos. Expresión del cansancio por positivizar las esferas del agotamiento
del sí mismo, de ser exponentes del desaliento de ser empresario de sí mismo.
El quiet quiting se presenta como el fenómeno que, traspasando las redes
sociales, especialmente entre los profesionales más jóvenes, evidencia una
dinámica que parece ser una manifestación del cansancio por el rendimiento,
entendido como donación absoluta a la empresa y a las exigencias que ésta nos
plantea, la que, en algunos casos, nos arranca de otros espacios y tiempos, con
el pretexto del compromiso institucional. Aunque esta vez el concepto incluye
la palabra “renuncia”, no se trata de abandonar el trabajo, sino de limitarse a
hacer las tareas demarcadas, sin pasarse de los horarios establecidos, haciendo
lo mínimo. El slogan de la “renuncia silenciosa” es “no seré el dueño de la
empresa, por lo tanto, no me mataré horas trabajando”. (Meléndez, 2022).
Adicionalmente, se argumenta que los más jóvenes
no están dispuestos a hacer horas extra no remuneradas, a responder a mensajes
de trabajo en horario de descanso ni a trabajar más de lo que les corresponde
durante su horario de trabajo, y concluye que esto sucede porque los nuevos
trabajadores están menos comprometidos con la cultura laboral actual y el
sistema, en general, y con sus empresas, en particular. Y, aunque este
comportamiento ha suscitado las críticas de sus veteranos, los expertos señalan
a que es fruto de las circunstancias actuales. (Lorenzo, 2020)
Uno de los factores que alimenta este tipo de
tendencias se puede relacionar con el desgaste laboral (bornout laboral)
que acompaña varias de estas tomas de decisión. El bornout laboral
acontece como el desplome de las expectativas que las personas han generado en
algún puesto de trabajo, provocando en el trabajador cansancio físico, mental y
emocional asociado al trabajo. (Lorenzo, 2020) Esto puede ser entendido como
manifestación de la externalización antropológica del trabajo en la sociedad
del cansancio; donde éste, el trabajo, no pertenece al ser del hombre y no lo
comprende de manera plena. El ser humano no se siente satisfecho consigo mismo
y con el trabajo; no es feliz con la autoproducción de sí mismo. Epifanía del
no hallarse a sí mismo en el trabajo porque existencialmente lo ubica en la
plataforma del vacío que lo empobrece, perdiendo su referencia lo político y a
la comunión con el otro. Dicho en términos de la economía del trabajo, cuando
el equilibrio entre la vida laboral y la personal no es el adecuado, o cuando
el salario no satisface las necesidades de los trabajadores o no existe un real
apoyo para alcanzar mayores ascensos deseados. Este cansancio deviene en
depresión, en desplome de expectativas que el sujeto tiene de su quehacer. En
palabras de Han:
“El éxito de la depresión comienza en el instante
en el que el modelo disciplinario de gestión de conducta, que, de forma
autoritaria y prohibitiva, otorgó sus respectivos papeles tanto a las clases
sociales como a los dos sexos, es abandonar a favor de una norma que induce al
individuo a la iniciativa personal; que lo obliga a devenir él mismo (…) El
deprimido no está a la altura, está cansado del esfuerzo de devenir él mismo” (Han, 2012;
28).
La sintomatología no es sino la manifestación de
un malestar que está en la médula de la cosmovisión neoliberal y consumista que
nos gobierna. Y no puede ser resuelta con medidas paliativas que no logran
cubrir el problema de fondo; el desencanto de la sociedad del rendimiento. Un
desencanto que nace por la falta de narratividad, el despliegue de una vaciedad
de contenido donde solo hay una mera sucesión de “presentes temporales” (Han,
2013; 65) Este sujeto del rendimiento que estaba libre de un dominio externo
que lo obligue a trabajar o a verse explotado, comienza a erosionar en las
nuevas generaciones, tal vez, porque éstos han visto a las generaciones
anteriores, consumidas por el afán de productividad, perder los límites de las
esferas complementarias y necesarias de lo humano; la vida familiar, el ocio,
el silencio, la pausa, pero una pausa pasiva que invite al desapego, a la
desconexión de lo mismo. El engaño de la pausa activa, inventada por los
terapeutas laborales, hace unos decenios atrás, y que buscaban con ello,
establecer un mecanismo que mejore el desempeño laboral y que los trabajadores
se sientan más satisfechos y que puedan canalizar todo su potencial hacia
actividades productivas, reduciendo enfermedades profesionales y con esto el
ausentismo laboral que es perjudicial para cualquier organización. No es en
ningún caso, un esfuerzo por desembarazarse de las causas del cansancio y de la
enfermedad social que provoca, sino que busca potenciar la producción y la
laboriosidad de las personas. Con ello, se hace más que evidente la intuición
de Arendt que la sociedad moderna degrada al ser humano a animal laborum, a
meros animales trabajadores (Han, 2012; 41; Arendt, 2009; 344) El homo laborans
de la sociedad del rendimiento que gozaba de la sobreexplotación de sí mismo,
obsesivo convulsivo e hiperactivo, llegando a la neurosis, comienza a
agrietarse y a volverse un dependiente farmacológico para afrontar el gran tema
del sentido.
3.
Necesidad de nuevos paradigmas
Este desplome del trabajo full time en las
relaciones laborales post pandemia sólo se puede entender, si presumimos la
emergencia de un nuevo paradigma que trascienden lo exclusivamente laboral y
apunta a la reconsideración de los espacios de lo humano y a ubicar la virtud
de la laboriosidad subordinada a otras esferas negadas en épocas anteriores.
Este nuevo paradigma debería potenciar, entre otras cosas, la innovación en los
modelos de negocios, en la optimización de la formación y capacitación de los
trabajadores, pero, por sobre todo, la armonización de la actividad laboral con
las demás esferas de la actividad humana. El desafío para las organizaciones,
es, por ejemplo, la creación de programas que orienten y fomenten las
actividades recreacionales grupales, invitando a las personas que lideran
grupos de trabajo a participar activamente en la ejecución y seguimiento de
estas, lo cual ayudaría a las relaciones interpersonales y mejoraría el trabajo
en equipo, integrando a todos los miembros del equipo a participar de igual
forma, entre otras iniciativas. Es necesario abrirse a la comprensión del nuevo
sujeto al que nos enfrentamos y que ya Han nos señalaba:
“El hombre con sus aparatos digitales vive hoy la
vida sin cosas de mañana. Es característica de esta nueva vida la atrofia de
las manos. Los aparatos digitales hacen que las manos se atrofien. Pero ellos
traen también una liberación del peso de la materia. El hombre del futuro ya no
necesitará manos. No tendrá que tratar y elaborar porque ya no tendrá que
habérselas con cosas materiales, sino solo con las condiciones ajenas a la
condición de las cosas. En lugar de las manos se introducen los dedos. El nuevo
hombre teclea en vez de actuar. El solamente querrá jugar y disfrutar. Lo que
caracterizará la vida será la musa y no el trabajo. El hombre del futuro no
cósico no será un trabajador, un homo Faber, sino que será el jugador, el homo
ludens”(Han, 2014; 40)
Los síntomas de la sociedad del cansancio y de la
transparencia deben considerar a este hombre nuevo que se desata paulatinamente
buscando espacios de liberación entre las barreras que lo atan al slogan de
mojar la camiseta. El empapar la camiseta no es sino la justificación que se
manifiesta en agobio, malestar y, en última instancia, subordinación de la vida
privada a lo meramente productivo y a una pérdida de perspectiva del sentido
humano del trabajo que, desde nuestra perspectiva, considera tres elementos
fundamentales; En primer lugar, éste debe estar orientado a la realización
personal. El trabajo debe ser la manifestación de lo que el ser humano hace,
debe ser la expresión del hacer propio de la existencia humana. En palabras de
Arendt “El trabajo proporciona un artificial mundo de cosas, claramente
distintas de todas las circunstancias naturales” (Arendt, 2009; 21) En
segundo lugar, es un instrumento de integración social, la vida laboral es una
forma de realización de la socialización de la persona. La obra que es producto
del trabajo tiene una dimensión de servicio a la comunidad que es lo que le da
valor social. Ayuda a humanizar el mundo en el que estamos situados. Se produce
para ser consumida por otros, para satisfacer necesidades humanas y así
expresar una dimensión de servicio. y, en último término, es el medio de acceso
a la renta.
La armonización del
trabajo con la vida privada se ha de transformar en uno de los factores
esenciales de la nueva forma de comprender la vinculación de ambas. Según el
estudio realizado referente al “equilibrio entre trabajo y vida privada y
sus efectos en la salud de los trabajadores” realizado por el Departamento
de Salud Ocupacional del Instituto de Salud Pública de Chile, En ella, se
establece que las consecuencias para la salud al no lograrse un equilibrio
entre la vida privada y la laboral, está asociada , en su mayor parte al estrés laboral (61,5%) y a la
sintomatología de trastornos de músculo esqueléticos o problemas para dormir
(18%) y el resto plantea que no conciliar entre trabajo y vida privada podría
derivar en depresión, trastornos ansiosos o trastornos depresivos
(20,5%).(Ahumada & Díaz, 2022). Esta consideración de complementariedad se
vio agravada por la modalidad de teletrabajo, exigida por la necesidad de
confinamiento a la que nos vimos sometido por causa de la pandemia COVID 19.
Esta modalidad que no tenía regulación normativa, llevó a que se alteraran las
condiciones de empleo y a trastocar, en muchas ocasiones, la privacidad del
hogar y los horarios destinados a ello. La permanente alteración de la vida
privada unida a la angustiante avalancha de información sobre contagios y
recontagios, trajo consigo, desde una mirada positiva, el redescubrimiento de
los espacios de seguridad que el hogar tenía frente a la pandemia y la
oportunidad de realizar sus labores sin exposiciones innecesarias y, en el caso
que éstas no se pudieran teletrabajar, se obligó a innovar estrategias para el
cuidado del trabajador y de su entorno.
“La pandemia ha tenido, a pesar de sus terribles
consecuencias, la virtud de convertir el tema en un elemento esencial del concepto
de trabajo decente y en un impulsor de innovaciones institucionales que pueden
afianzar la labor de la inspección de trabajo en el futuro” (Rodríguez,
2022)
El trabajo decente
es el que reclama para sí la renuncia silenciosa. El desgaste de la sociedad
del rendimiento está dando sus últimas batallas de sobrevivencia. Abrazar una
empresa o una actividad laboral se debe hacer bajo condiciones que aseguren el
resguardo de las esferas acalladas o ignoradas. Eso implica, entre otras
cuestiones, la valoración de los vínculos familiares y de amistad, que se
habían visto relativizados por una creciente desconexión ante las demandas del
empleo y el afán por escalar posiciones en la empresa. Estudios señalan que
cuando las actividades laborales se armonizan con los roles familiares se puede
lograr un equilibrio entre ambas esferas y de ello quiere hacerse cargo esta
tendencia que se está posicionando en las plataformas laborales y en objeto de
preocupación para los expertos de nuestras facultades de economía y en los
encargados del área de recursos humanos de las empresas.
Un aspecto no menor
en este análisis, se desprende de la posibilidad misma de la renuncia. Esta
evidencia un nivel de voluntariedad no expresado en las alienaciones anteriores
y resulta en un system failure. El sujeto del rendimiento, en la
sociedad del cansancio, renuncia a la supuesta utopía de una sociedad perfecta
en todos los sentidos. La configuración antropológica detrás de la renuncia
silenciosa anticipa una posible crisis del sistema en términos no previstos por
el sistema mismo, aunque esto sea un asunto del que es necesario seguir
profundizando y estar atentos a sus posibles consecuencias.
Por otro lado, la virtualización de las
relaciones interpersonales conlleva una reformulación del modo de encontrarnos
como seres humanos. Avanzar a una articulación de las relaciones con los demás,
debe reconsiderar al cuerpo, ante todo como “presencia”, una presencia temporal
(pasado, presente, futuro) La presencia se refiere sola y exclusivamente a los
seres humanos. Las cosas no están presentes. Están simplemente allí. Las cosas
tampoco están ausentes, sino que están o no están. El mismo uso lingüístico
revela por tanto la percepción del carácter específico de la presencia humana.
Hace falta recuperar los lazos de amistad perennes, aunque sean improductivos
(Han, 2021; 94) porque aquellos momentáneos sólo consiguen acelerar los
espacios de comunicación y promover el consumo. Habrá que salir de esos lazos
débiles que socavan las relaciones interpersonales. Ello es posible si somos
capaces de salir de nosotros y escuchar al otro, quien verdaderamente escucha,
presta atención sin reservas al otro, nos dirá Han (Han, 2021;94) Agrega:
“La debilidad metafísica por el otro es
constitutivo de la ética del escuchar como una ética de la responsabilidad. El
ego que se fortalece es incapaz de escuchar, porque en todas partes solo se oye
hablar a sí mismos.”
El corazón late ante el otro. También encontramos
al otro en las cosas queridas. A menudo son un regalo del otro. Hoy no tenemos
tiempo para el otro. El tiempo como tiempo del yo nos hace ciegos para el otro.
Sólo el tiempo del otro crea los lazos fuertes, la amistad y hasta la
comunidad. Es el tiempo bueno.” (Ibid)
Es necesario recoger nuevamente que la forma más
elemental de presencia humana está constituida por el hecho de que toda persona
pertenece al género humano y se encuentra de este modo inserto en un marco
fundamental de comunicabilidad y de reconocimiento necesario. Tiene derecho a
ser tratado como ser humano y no como cosa. Es un interlocutor posible de todos
los demás hombres. Para una mejor comprensión de la presencia hay que
confrontarla con la ausencia correspondiente; la muerte. La muerte significa la
ausencia fundamental ya que el individuo deja de estar en el mundo y se
encuentra radicalmente separado de la comunicación y de las relaciones
interpersonales en el mismo mundo. (Han, 2020,43ss)
Recuperar la relacionalidad como elemento
antropológico fundamental, implica una mirada integral a los modos de darse en
el mundo; el ser humano es un ser que vive junto con otros y en esa vertiente
es posible rejuvenecer en la experiencia de lo humano. El hombre es y existe
con otros hombres, vive con otros y son los otros los que condicionan sus actos
y confirman su existencia. Recoger la importancia del eros, como donación, como
disposición fundamental ayudaría a la sociedad a vincularse en el otro. ¿Qué
quiere decir aquello? Empeñarse en la tarea de hacernos responsables unos de
otros, a tener una actitud de solidaridad.
La solidaridad como síntesis del amor es una
construcción distinta y nueva; “El amor interrumpe la perspectiva del uno y
hace surgir un mundo desde el punto de vista de los otros, de la diferencia”
(Han, 2014; 35). Según Han ese es el papel de la filosofía, y de las
disciplinas filosóficas prácticas en particular; realizar el esfuerzo por
patologizar la reflexión acerca de lo nuevo. Significa correr el riesgo de
salir de sí mismo, pero con pasión nueva, destructora de certezas y conceptos,
una filosofía que muestre, sin adueñarse, el misterio. La filosofía, debe
ayudar a pensar y caminar al encuentro de aquello que aún no se posee y del que
en su origen se muestra como negatividad absoluta; el otro en su verdad.
La filosofía es Eros, donde lo deseado excede al deseante y en ese sentido es
atopía, es amor.
Conclusión
Algunos, con razón, podrán señalar que una
tendencia no es necesariamente una orientación definitiva de algo,
especialmente en una sociedad donde no hay seguridades en las que afincarse. A
pesar de ello, se muestra como una señal de lo que eventualmente se podría
manifestar en la sociedad capitalista postfordista, empujada por la producción,
maximizando los tiempos de ésta y promoviendo como consigna la fidelización a
los ideales de la empresa y del empresario.
La renuncia silenciosa es el desmarque del trabajador post pandemia,
cansado de las lógicas del producir para consumir. Es un acto de rebelión que
golpea la autoconciencia del sujeto del rendimiento, que lo enfrenta con
dimensiones que, por acallarse, aparecen con mayor fuerza porque es propio de sí.
Recuperar el espacio de encuentro, resignificar la política, en última
instancia, es volcarse al otro y responsabilizarse de él solidariamente. Este
nuevo paradigma tendría que asentarse en nuevas formas de organización del
trabajo que considere las formas de realización humana que se pueden alcanzar
en éste, o dicho en términos negativos, establecer ciertos límites que
consideren que la persona es el sujeto del trabajo y que ésta puede también
renunciar silenciosamente.
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Meléndez, M. (16 de Septiembre del 2022). ¿Qué es la “renuncia silenciosa”?
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instituciones educativas, Traducción de Carlos Manzano, Barcelona, España,
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Rodríguez, María Luz, (2022) Reflexiones sobre el trabajo. Visiones
durante la pandemia desde el Cono Sur de América Latina, En revista Trabajo
y Derecho, nueva revista de actualidad y relaciones laborales, N° 91 .92.
[1] Ricardo Montes Pérez es
Profesor de filosofía y religión por la Universidad Católica del Norte,
Magister en Ética Social y Desarrollo Humano por la Universidad Alberto Hurtado
y Doctor en filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Se
ha desempeñado como académico en las Universidad Pedro de Valdivia y Central de
Chile en La Serena, además de académico en la Universidad Católica del Norte,
Sedes Coquimbo y Antofagasta. En esta última, ejerciendo varias funciones como
director de carrera de pregrado y post titulo, asesor pedagógico en la Escuela
de Derecho de la sede. Actualmente es académico de la Catédra de Ética en la Escuela
de Negocios Mineros de la Universidad Católica del Norte, Sede Antofagasta y en
el Centro de Estudios de la Universidad Católica del Norte CEDUC- UCN
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