Ponencia presentada en el XX Coloquio "Filosofia, educación y sociedad" del Departamento de Teología de la UCN,
En su libro “La sociedad del cansancio”, Byung Chun Lan señala que la coacción
de la transparencia nivela al hombre mismo hasta convertirlo en un elemento
funcional del sistema. Ahí está la violencia de la trasparencia. Ahí está la muerte de Eros, dirá el autor en su posterior libro “La agonía del eros” que pretendo
reseñar aquí. La muerte del Eros se da en el infierno de lo igual, que erosiona
la experiencia erótica, porque lo ubica, lo define, lo determina, lo
positiviza, es decir, el asunto que nos caracteriza es el hecho de estar lejano
del eros, en la centralidad del yo, en la esfera del narcisismo depresivo que
está centrado en sí mismo y se agota en sí mismo. En la mirada autocomplaciente
de aquel que siendo emprendedor, se vuelve un sujeto alienado que se pierde en
la teleología del si mismo. El empresario, el que arriesga, se arriesga a sí
mismo, pero en beneficio de sí mismo y
en el riesgo no logra trascender, no alcanza una salida.
Estamos enfrentados en una sociedad
del rendimiento, nos dirá Chun lan, donde tiene preeminencia el verbo poder. Todo lo que para la sociedad de la disciplina
se conjugaba con el verbo deber, para ésta, nuestra sociedad del rendimiento,
todo se conjuga y se sustituye por el verbo poder. Aquí interesa la
productividad, aquello que esté resuelto en la lógica del producir para
consumir y consumir para seguir produciendo. El neoliberalismo, vive centrado
en la ilusión de la libertad; libertad del sujeto autónomo que, en la paradoja
de esta ideología, se aliena a sí mismo, incluso en una alienación más cruda
que la alienación fundante marxista, porque en esta última la salida se
encuentra más allá del sujeto o en otro sujeto, el sujeto colectivo. Mientras
que en ésta no hay salida de si, no hay melancolía, entendida ésta como
necesidad de trascender de sí. Lo único que cabe es la depresión de aquel que no puede más que mirar
su propio ombligo, es libre pero su libertad es una cárcel para sí mismo. Será por eso que la depresión es la
enfermedad de este siglo.
“Foucault señala que el homo oeconomicus neoliberal no mora en la sociedad disciplinaria que, como empresario de sí mismo, ya no es un sujeto obediente, pero queda oculto para dicho autor que este empresario por cuenta propia en realidad no es libre, sino simplemente cree serlo, cuando en verdad se explota a sí mismo”
La lógica neoliberal del tú puedes (porque eres libre) no es más
que un arma destructora y amenazante para el sujeto del rendimiento y es más
violenta y alienante que el tú debes que nos señalaba Foucault. Tu puedes ser
mejor que tu padre, le decimos a nuestros hijos, como amenaza de que si no
pones en juego tu libertad no serás más que un pálido reflejo de lo que otros
han sido, por lo tanto, debes (es decir, no puedes no poder) alcanzar aquello
que nosotros no hemos alcanzado. O Tú
puedes porque yo pude, como nos muestra la publicidad de una universidad en
nuestro país, que representa la
posibilidad solapada de coacción hacia los sujetos a alcanzar las metas que
otros, como yo, han alcanzado. Pero este tú
puedes es represivo para el hijo que escucha al padre, para el estudiante
que no ambiciona lo que el otro pudo, para el que no tiene dinero y no puede
ver la copa américa en un televisor de alta calidad, es asfixiante para el que vive
y piensa no más allá del cálculo, para
el que quiere poner en juego su libertad (económica) y endeudarse. Porque
aquello que define al capitalismo es la falta de vinculación con el otro. El
capitalismo que funciona bajo el principio del rendimiento y que abarca todos
los aspectos de la vida, incluso el amor y la sexualidad.
La erosión del eros, también se
presenta, como sexualidad, donde el sexo es entendido como rendimiento, la
sexualidad como capital que hay que aumentar, el sexo como poder, donde uno se
apropia del otro como objeto excitante. En el sexo no hay eros, en lo erótico
no hay sino positivización del otro, el otro es visibilidad máxima, expectativa
y no imaginación. La fantasía no existe en la apropiación pornográfica, no hay
alteridad, sólo hay consumo. El otro como objeto sexual ya no es un tú, no es
relación, es objeto proporcional a mis expectativas, en la sexualidad lo
erótico (es decir, como manifestación del eros) es un fracaso del mismo porque
tiene como comienzo y como término la aprehensión del otro, y si el otro es
otro lo es en la medida que excede mis posibilidades de conocerlo. En la
experiencia sexual de nuestro tiempo el otro desaparece. Los medios digitales
no hacen otra cosa que hacer visible la sexualidad hasta el punto de hacer
descriptible, imaginable el sexo y con
ello, lo único que logramos es volvernos apáticos frente al eros. Ejemplo de
ello, es el super ventas “Las 50 sombras de Grey” donde la sexualidad se
transforma en poder, posesión, rendimiento, dominio, extinción del otro como
otro. Para un buen sexo, una buena preparación, hay que estar preparados para
ser torturados de esa manera. En fin, en la cercanía se agota el eros, pues el
eros es distancia, desposesión, puro acontecimiento, el Eros implica impotencia
del yo, anejo a toda intención de poder y dominación.
El Eros es lo opuesto al dios Ares, aunque
algunos mitos griegos lo consideran padre de Eros, el dios de la guerra y la
violencia, el dios que personifica la brutalidad, el ares es violencia,
exposición, muestra, visibilidad, informe. El ares es la constante mueca que dinero
y política hacen con la ciudadanía, el ares es periodismo que agobia, es el
porno que se expone, es Vidal, es Penta, es Moreira, es Dávalos. El ares es el
silencio de las demandas ciudadanas, el ares es porno, es sexualidad brutal, es
futbol. En el porno se termina por
desnudar nada más que mis propias representaciones y fantasías acerca del otro,
sin llegar a vislumbrarlo siquiera. La literatura, nos dirá el autor, carece de
este espacio de fantasía, se escribe mucho, pero no se logra decir nada de la
realidad porque se escribe alejado de la fantasía, de la imaginación….La
política es cálculo, es mero trabajo, en ella no hay espacio para el Eros,
nuestra política carece de valentía, y
menos hay Eros y Lógos, pues la política requiere del eros para no atrofiarse,
para no convertirse en mero trabajo, la política es pura pornografía, es mera
exposición, es engaño constante, es crisis inventada para despolitizar la
sociedad, es antagonía del amor. Como afirma Chun Lan
“Con toda seguridad no habrá una política del amor. Sin embargo, las acciones políticas comunican con el Eros, pues suponen el deseo común de otra forma de vida. El amor interrumpe la perspectiva del uno y hace surgir un mundo desde el punto de vista de los otros, de la diferencia. Así, el Eros constituye una fuente de energía para la protesta política. Se manifiesta como aspiración revolucionaria a una sociedad completamente diferente. Es más, se mantiene en pie la fidelidad a lo venidero.”
La política sin Eros es mera
continuidad, es negación de la ruptura, es esencialmente lo mismo y no es
comienzo de nada. La política sin Eros es confiar en las instituciones, es
exposición lata y vertiginosa, es cálculo.
¿Cómo pensar la filosofía desde la
agonía del Eros que hemos venido retratando? ¿Cómo salvar la experiencia del
otro que no signifique su profanación? ¿Cómo recuperar un pensamiento –otro? Es
un desafío para la filosofía en esta creciente complejidad de las realidades
sociales y económicas ya retratadas, y ensalzadas por el neoliberalismo, que
ponen el énfasis en expectativas de carácter de utilidad económica. Ya
Nietzsche nos señalaba la gravitante importancia que adquiere una sociedad
calculadora la inversión de ciertos valores en las que se pide una cultura
rápida para poder pronto ser un buen ganador de dinero y al mismo tiempo, una
cultura fundamental, para ser ganador de mucho dinero”. A esta cultura y
sociedad que vive en el infierno de lo igual, hace falta salir del pensar calculador, un pensar que
recupere la memoria del Eros, que se aleje de los datos, que degeneren el
pensar en mera sensibilidad, en carencia de espíritu y deseo. Una filosofía que
nos haga salir de lo articulado.
Platón en sus diálogos, especialmente en el Fedro, nos muestra un Sócrates seductor, amado y amante. En Sócrates, la filosofía es discurso (lógos) seductor. Sus interlocutores lo llaman el Atópico, es decir, El ser amado es reconocido por el sujeto amoroso como “átopos” es decir como inclasificable, de una originalidad incesantemente imprevisible. Pensar la filosofía es, en palabras heideggerianas, traducción del Eros a Lógos. La filosofía debe ser una atopía del otro, una constante sorpresa, la filosofía es, por tanto, resistencia a la descripción, a la definición, al lenguaje, es un esfuerzo por eventualizar al otro. Una filosofía atópica Implica hacer temblar el lenguaje: para adentrarse en la diversidad ajena sin apropiarse de ella.
Hacer filosofía es hacer el esfuerzo por patologizar la reflexión acerca de lo nuevo. Significa correr el riesgo de salir de sí mismo, pero con pasión nueva, destructora de certezas y conceptos, una filosofía que inunde el amor, que muestre, sin adueñarse, el misterio. La filosofía, debe ayudar a pensar y cuando digo pensar, digo caminar, al encuentro de aquello que aún no poseo y del que en su origen se muestra como negatividad absoluta, el otro en su verdad, porque si mi profesor de filosofía tuvo alguna razón, la filosofía es Eros, donde lo deseado excede al deseante y en ese sentido es atopía, es amor.